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Edelman es una firma estadounidense de consultoría de marketing y relaciones públicas, fundada en 1952 por Daniel Edelman. Actualmente está dirigida por su hijo Richard Edelman. A partir de 2018, es la firma de relaciones públicas más grande del mundo por ingresos y tiene 6.000 empleados.

Nuestro interés en ella, tiene que ver con el hecho que acaba de presentar, en forma virtual, su 21º edición del informe global anual que elabora acerca del grado de confianza que tiene la sociedad en las instituciones gubernamentales, empresas y otros organismos.

Mientras tanto, en lo que sigue, nos ceñiremos de una manera casi exclusiva a hacer referencia a datos entresacados de ese informe, respecto a la confianza pública en los gobiernos democráticos del mundo.

Es que no puede sino ser motivo de atención la conclusión a la que se arriba en ese informe, cuando en el mismo se señala que esa confianza en los gobiernos democráticos cayó, durante ese período a nuevos mínimos, en gran parte por la manera en que los mismos manejaron la pandemia, circunstancia que viene a sumarse a un cuadro de alcance mundial que da cuenta de una sensación generalizada de pesimismo económico.

Una sensación que queda corroborada por las expectativas generalizadas acerca del futuro esperado, como detalle corroborante habría que señalar que en una encuesta global, para la mayoría de la población mundial las perspectivas personales para este año, son peores que las vividas en el año anterior.

A esa conclusión se arriba en el informe, partiendo de los resultados de un informe, según el cual los mayores perdedores de confianza pública durante el último año fueron las instituciones de Alemania, que bajó 7 puntos hasta el 46%, Australia con 53% (-6), Holanda con 57% (-6), Corea del Sur con 42% (-5) y Estados Unidos con 43% (-5).

Y que por el contrario, creció en el caso de estados con gobiernos autocráticos, indicándose así que las instituciones en China se situaron en el 83% (11 puntos más), 76% en Emiratos Árabes Unidos (+9) y 66% en Tailandia (+5), acentuándose así una tendencia que no es reciente sino que se venía dando desde años anteriores.

Mirada las cosas desde otras perspectivas – esta vez no teniendo en cuenta la confianza que le despiertan sus gobernantes, y de rebote las instituciones en las que los mismos se desempeñan, sino las expectativas que visualizan para el futuro- se llega a resultados parecidos.

Es así como se señala que en Japón, solo el 15% de las personas creen en sus gobiernos y que sus familias estarán mejor dentro de cinco años, mientras que la mayoría de las demás democracias oscilan entre el 20% y el 40% en la misma pregunta. Mientras que en China más del 60 % de la población se muestra optimista con respeto al futuro y el 80% de los indios –los cuales cabe advertir que no tienen como gobierno a una autocracia- creen que estarán mejor en cinco años.


Datos los precedentes que nos llevan a conjeturar, acerca de otro movimiento, de esos que se han dado a lo largo de la historia vinculados en último grado con la legitimidad de los gobiernos – al fin y al cabo, suponemos que nuestra vicepresidenta, que lo que interesa al pueblo, o al menos a su mayoría, es contar con instituciones y gobiernos “que funcionen”- al que cabria imaginar la posibilidad que estamos asistiendo. Movimiento pendular cuyos efectos se hacen ahora sentir en años, y no en siglos como consecuencia de esa curiosa circunstancia que ha dado en llamarse “la aceleración de la historia”.

Es así como no debe olvidarse que luego del final de la Segunda Guerra Mundial, y a lo largo de la conocida como “guerra fría” no solo en la Unión Soviética y en los países europeos que quedaron bajo su égida se dio lo que cabria describir como “el modelo soviético” de sociedad

Consistente en un régimen de gobierno autocrático, cuando no autoritario, con un modelo económico de desarrollo también en manos del Estado, que era el que regulaba todas las relaciones de carácter económico, y como tal el único responsable de la generación del capital indispensable para el desarrollo económico de la sociedad, constituido como resultado del “ahorro forzoso” de un pueblo sometido a condiciones de vida misérrimas, cuan no era indirectamente el fruto del trabajo esclavo, cual era de los encencerrados en campos de trabajo forzado,

Se trataba de un sistema autocrático, que con diversas variantes, fue adoptado en distintos estados africanos que dejaron de ser colonias a partir, aproximadamente, de las últimas décadas del siglo pasado. Y en los cuales “los movimientos de liberación” tenían explicablemente una ideología opuesta a la vigente en los países de los que habían sido colonia, y que estaban encandilados con los logro del modelo soviético de desarrollo, mientras que esa, su dirigencia, mostraba una concepción autocrática de la emergencia y mantenimiento del poder.

La caída del “muro de Berlín” y la disolución de la Unión Soviética, significaron lo que aparecía como una nueva realidad, en la que todas las sociedades estatales, se las esperaba avanzar hasta convertirse en regímenes en los que los gobernantes eran el resultado de elecciones libres y periódicas, el poder gubernamental estaría limitado ´por una red de controles cruzados y se reconocieran que todos derechos podían ejercerse en forma plena. Mientras que el sistema económico iba a ser el del capitalismo con libertad de mercado.

Es indudable que ni quienes gobernaron en esa etapa, que ahora está puesta en cuestión – la transformación en los Estados Unidos, del Republicano de un partido político “protofacista” con la irrupción en la escena de Donald Trump, es el mejor ejemplo de lo indicado, no han estado en su gran mayoría a la altura de sus responsabilidades, y que quienes integran el pueblo tampoco en lo que respecta a sus responsabilidades como ciudadanos.

Y así estamos. Pero de lo que se debe tener conciencia es que esta situación es de las que no se pueden enfrentar con los brazos caídos, sino con ellos en alto. Al fin y al cabo la “reacción” que nos llevaría a revivir espantosas experiencias anteriores – incluyendo en ellas las versiones actuales del populismo que no son deseables. Y que siempre debemos tener presente la reflexión de Winston Chuchill. Según la cual “la democracia no es la mejor, sino la menos mala de las formas de gobierno”…

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