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Sigo siempre con atención sufriente el verdadero vía crucis que significa el enseñar poco y el aprender menos que se da en nuestro país.

Da lástima por ejemplo ver a los gremialistas docentes tener que moverse de un lugar a otro de la provincia, por ejemplo de Feliciano a Puerto Ibicuy, con el fatigoso traslado de personas que ello significa y los pagos que por el mismo hay que afrontar.

Es cierto que los maestros y profesores están curtidos a la hora de moverse para ir muchas veces desde su casa -y lo peor de todo haciendo dedo- al lugar lejano donde tienen que dar clase; pero de cualquier manera no es el caso, así al menos me parece, por más que sirva para reforzar la entrerrianía, y dar la posibilidad de que todos ellos, estén donde estén, puedan ver la cara presente de sus dirigentes.

No opino, como digo, de lo que no entiendo y por eso no abro juicio alguno sobre los reclamos en sí. Pero me ha dado que pensar el cuento que me han hecho de una maestra que al momento de ser designada para una suplencia aceptó y se hizo cargo, y al día siguiente no más tuvo que pedir licencia, porque estaba la pobre embarazada de un embarazo avanzado.

Por lo que tuvo que nombrase esta vez un suplente suyo -o sea un suplente de la suplente- que también aceptó el cargo y lo ocupó también solo por un día, porque también estaba embarazada (me da gusto ver cómo se las ve encantadas con la vida, porque no otra cosa es el pensar en tener hijos) y lo ocupó también por una día, para ella también, a partir de allí pedir licencia.

Dada esta segunda ocurrencia -bien dicen que la tercera es la vencida-, hubo que designar otra maestra que estaba soltera, sin intención de casarse o emparejarse y mucho menos tener hijos. Pobre, no sabe lo que se pierde, pero la cuestión no es esa.

Porque según también me cuentan, no se trata de un caso aislado, ya que el mundo de los docentes está lleno de situaciones parecidas, o sea de maestros y profesores con cargo permanentes que al pedir licencia, son sustituidos temporariamente por un suplente y otro suplente en una enmarañada lista de reemplazos.

Algo que lleva a preguntarme si los docentes no tendrían que ser más compasivos con un patrón tan comprensivo, devolviéndole gentilezas.

De los estudiantes mejor no hablar. Es que ellos están encantados con eso de no tener clase, aunque de esa manera cada vez en la escuela sea menos lo que se aprenda. Pero hay que tener en cuenta que el paro docente es la mejor vacuna contra la toma de edificios escolares por parte de los alumnos, y que nunca se ha visto a estudiantes hacerlo como manera de reclamar y exigir que les den clases.

Pero resulta que me he anoticiado que ha ocurrido, en Paraná inclusive, una preocupación estudiantil digna de ser difundida, cual es la protesta de los estudiantes universitarios que allí viven y que estudian en Santa Fe, por la morosamente estirada frecuencia del paso, en una u otra dirección, de los ómnibus de las empresas de transporte de pasajeros que prestan el servicio entre las dos ciudades.

De donde en Paraná se ha clavado, aunque inclusive sin darse cuenta de la importancia que el hecho merece en esa tierra de la entrerrianía de manera harto simbólica, una bandera esplendorosa de mástil bruñido, que hablando a calzón quitado, viene a dejar sentado que los servicios públicos deben ser prestados en forma permanente y adecuadamente.

Y que todos los encargados de hacerlo, inclusive los patrones cuando se trata de ellos, no pueden interrumpir el servicio ni por un apriete patronal que quiera decir bajar cortinas o ponerle candados en puertas y portones o dejar vehículos parados o mercadería sin entregar; ni con paros y piquetes de quienes trabajan en esos servicios. Ya que mantenerlos en funcionamiento es su obligación principal, y que no hay tata ni mama para no hacerlo. Al menos en mi humilde parecer, que implica admitir que puedo estar equivocado.

Por más que sea cual sea la opinión verdadera, de no ser así la triste verdad es que los que terminamos pagando el pato somos todos, mientras los que así actúan, no diré que se mueren de risa, pero de cualquier manera parece no importarles nada.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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