Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
El Mundial de Rusia ya fue. Lo cual no significa que se haya ido del todo. Porque durante un tiempo impreciso seguirá dando que hablar. Ya que no solo periodistas deportivos y habitués a las mesas de café de algo tienen que ocuparse, sino es la manera de tratar de matar el aburrimiento endémico de muchos.

Es así que junto a las rememoraciones y análisis de los entendidos –o de los que pretenden pasar por tales- se harán presentes hecho nimios, en realidad que ni siquiera llegan a redondear una anécdota, que sin embargo, y contra lo que primero se piensa, pueden dar lugar a reflexiones de mayor alcance.

Dejemos de lado, la ocurrencia que ya hemos sepultado, a pesar de que deberíamos tenerla siempre presente, e incluso escribirla en un papel para pegar al lado de la cama; ocurrencia con pretensiones psicoanalíticas, de que “la selección nacional y su actuación en Rusia son un espejo que muestra lo que somos”. En lo que hay mucho de sabiduría popular, la que cuando realmente lo es resulta la mayor de ellas, pero que al formularla omitimos, algo que nos cuesta admitir, y que en realidad queremos como sociedad, cual es que “Messi no fue el salvador con el que contábamos”. Algo que a lo largo de la historia hemos venido fuera de la cancha de futbol buscando una y otra vez, cual es el “hombre providencial” que más que inclusive liderar, se encargue hacer de por nosotros “el trabajo”.

En tanto no podemos dejar de lado, la sorpresa que nos produjo el ver la manera como “El País” madrileño hacía referencia a quienes se han llevado la Copa. Es que se debe tener en cuenta que se trata de un diario que es reconocido entre los mejores del mundo, por su probidad en la información y por la profundidad de sus notas, a lo que se agrega la simpatía con la que es vista por tantos, por su tenue barniz “progre”.

En esta oportunidad no se identifica al responsable de que en referencia al acontecimiento titulara la nota de que él se ocupaba señalando que “la Francia mestiza gana el Mundial”. Frase que no sin razón suena a racismo, en tiempos en que se está válidamente –dejemos la sobreactuación de lado- sensibles en todo lo que tiene, cuando menos un tufillo a discriminación.

Pero en nuestro mundo chico, importa seguramente esa verdadera tragicomedia –que tiene más de tragedia que de comedia, por más que se supone que las tragedias hagan llorar más que enojar, como es aquí el caso- que tienen como principales protagonistas a Tapia y a Sampaoli.

No vamos de aquí en más a entrar en el relato de hechos archiconocidos. En cambio sí a destacar que aquí nos encontramos ante otro espejo, menos complejo, pero con caracteres mejor marcados de nuestra realidad.

Estamos tentados de dejar de lado la recepción con connotaciones de farsa que se hizo a Tapia en Ezeiza por un grupo de sedicentes “dirigentes del futbol” a su llegada desde Rusia, donde se los veía a todos con cara de piedra, pero a la vez “aplaudiendo” no sabemos qué. Algo tan explicable, como la explicable ausencia de esa “barra que no deja de alentar”. Ausencia que no servía en cambio para ocultar la invisible presencia de la imagen de Sampaoli, dentro de la cabeza de todos los que se encontraban en el lugar.

No tienen en cambio desperdicio los dichos que a Tapia se le escuchó decir poco después. "Sampaoli es el técnico de la selección, tiene contrato y tiene que ir a dirigir al torneo de la L'Alcúdia. Tiene que ir él, ya está designado. Los hombres de bien cumplen su palabra y él dio su palabra”.

Sin saberlo había expresado la versión criolla de la locución latina “pacta sunt servanda” que se traduce como «lo pactado obliga». Algo que dicho en difícil significa que toda convención debe ser acatada. Y de una manera menos rebuscada, y familiarmente utilizada alude a “el valor de la palabra empeñada”.

Aunque claro está no se trataba de nada de eso, sino de un primer paso en el camino del “apriete” en relación a lograr que Sampaoli desista de exigir el pago de la suma millonaria pactada a su favor, para el caso de que se “lo despidiera”.

Una acotación: el “apriete” sigue existiendo como un comportamiento casi mafioso, pero de cualquier manera para hacerlo se utilizan palabras más elegantes. Es que no se habla de “serruchar el piso”, sino de “operación de desgaste” o de “disciplinamiento”.

En el caso de Sampaoli, la operación desgastadora no solo fue indolora y rápida, sino que su resultado fue recibido por aquél muy complacido. Cosa que no es de extrañar, ya que dicen se va a embolsar dos millones de dólares contantes y sonantes, o sea casi el diez por ciento de los que nos pagará la FIFA por nuestra participación en el Mundial.

No hemos – todavía- escuchado a Tapia decir que al final todo resultó bien y que, a la postre se hizo un buen negocio. Sobre todo teniendo en cuenta que el contrato firmado con el director técnico ido, era por quince años, y que el monto de lo pactado por la rescisión de ese contrato era muchas veces mayor que el de lo pagado
Sanseacabó. De aquí en más se trata de callar y seguir adelante. Es lo que casi puede decirse que es sino una regla al menos una constante entre nosotros. Donde nos pasamos jugando al Gran Bonete. Donde nadie se hace responsable de nada; a nadie hacemos responsable, y donde siempre es Juan Pueblo el que termina pagando.

Se escucha decir, aunque no nos gusta escucharlo, que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Sea o no cierto ese aserto no está demás preguntarnos: ¿nos merecemos tener los dirigentes que sufrimos? Y de ser así, ¿no ha llegado la hora de lograr la manera de cambiarlos?

Enviá tu comentario