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Lejos están estos tiempos nuestros de ser como aquéllos en los que casi toda la gente era buena, o al menos así lo parecía. Y que por ello nos inspiraba una confianza inusitadamente defraudada, que hacía nos mostráramos irresponsablemente despreocupados. Dejando sola la casa, con puertas y ventanas abiertas, cuando nos íbamos para enseguida volver; la ropa lavada colgada en una piola gruesa o en un alambre a secar, sin necesidad de mantener el ojo vigilante sobre ella; la bicicleta en la calle, arrimada al primer árbol a mano y el auto con las llaves puestas. Inclusive, en el mejor de los casos, se escuchaba a un padre aconsejar a sus hijos: “si escuchan un ruido sospechoso enciendan las luces y hagan ruido para que si hay alguien abandone el lugar, y nunca traten de agarrarlo, sino hagan todo lo posible para dejarlo escapar...”

El estado de cosas en nuestro país es ahora otro y mejor ni ponerse a relatarlo, pero corresponde sí destacarlo, que las cosas están mejor entre nosotros. Ya que la mayoría de las notas policiales están referidas en forma abrumadora a accidentes de tránsito de distinta consideración, todo ello salpicado con alguna que otra rapiña de menor cuantía.

Claro está que ello no significa que ahora no sea necesario ser cuidadoso al extremo, como forma de autoprotección, y también como forma de colaborar con nuestras autoridades. Ya no se puede dejar la bicicleta en cualquier parte, ni el coche en la calle con las llaves puestas, ni las puertas de la casa abierta o la ropa tendida como una tentación.

Sabemos de casos repetidos de la desaparición de objetos de automóviles estacionados sin las puertas cerradas. De cualquier manera, resultaría de interés contar con periódicas informaciones que se hagan públicas, acerca de nuestros niveles de seguridad. Aclarar si es necesario contar con un “mapa del delito”, o el mismo ya existe, y de no ser así y resultar útil, realizarlo.

Pero sobre todo la urgencia mayor es contar con precisiones -elaboradas, obviamente, de una manera que no pueda poner en riesgo operaciones de inteligencia en curso- acerca de la magnitud del comercio de drogas y sus características en Colón y las ciudades vecinas, a la vez que los niveles de consumo y los grupos etarios en los que es más frecuente el mismo.

Una información necesaria, ya que nos encontramos ante lo que puede describirse como un fenómeno de dimensión inasible. Con lo que queremos significar que es archiconocida la sensación de que en Colón y las aledañas de nuestro departamento “hay drogas”, y es frecuente escuchar de que “la droga circula” e inclusive que “el que quiere ver como se consume, lo ve”; pero, como resulta hasta lógico, se carece de una información consistente sobre la extensión del flagelo. Es que se nos ocurre que “saber dónde estamos parados” al respecto permitiría una mayor conciencia del peligro de esa “delincuencia invisible” y, a la vez, hacer posible una movilización mayor de la sociedad, que signifique un acompañamiento eficaz a tantos vecinos nuestros de buena voluntad, a los que se los ve abocados al problema, sin contar con todo el auxilio que merece su esfuerzo.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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