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Según puede leerse en algún diccionario, la expresión “ponerse las pilas” tiene tres acepciones. Las dos primeras, se añade, son de uso coloquial. A la vez, mientras la primera de ellas se emplea en toda nuestra América español/parlante, la última acepción -“consumir cocaína como estimulante o droga recreativa”- es parte de una jerga del submundo que se indica solo se utiliza en Ecuador, aunque no sería extraño, por más que lo ignoremos, que haya comenzado a servirse de ella en estos lares.

En tanto, la primera de las acepciones de la expresión es la de “ejecutar o afrontar una tarea con dedicación y diligencia”, indicándose a renglón seguido que es sinónimo de aplicarse, o sea de mostrase aplicado, a la hora de actuar, mientras que su segunda acepción, que tiene un ámbito de utilización más acotado, aunque incluye a nuestro país, significa “poner dedicación y diligencia en comprender y reaccionar con rapidez a las circunstancias”. Dado lo cual viene a resultar sinónimo de avisparse, avivarse, espabilarse.

Y viene al caso esta introducción al momento de efectuar una valoración del informe del Banco Interamericano de Desarrollo, acerca del proyecto GIRSU (Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos), en especial la parte en que se refiere a los residuos “gestionados” por la Municipalidad de Colón, de manera de obtener la financiación que permita el traslado y ubicación definitiva del “basural” ubicado en el Barrio San Francisco de la ciudad.

Cabe señalar que el proyecto vinculado con ese informe incluye a los municipios de Colón, San José, Villa Elisa y Ubajay, pero sin embargo, en el diagnóstico así como en los estudios de generación de los residuos sólidos solo se hace referencia a la al municipio de Colón.

En tanto, la lectura del informe provoca una mezcla de asombro, enojo e incredulidad al constatar la manera en la que su redactor, en un lenguaje circunspecto y hasta neutro, viene a dar cuenta de la desprolijidad y ligereza desaprensiva con que se elaboró por parte de la Municipalidad de Colón el proyecto analizado.

Indudablemente, quienes lo confeccionaron no tuvieron en cuenta los dichos aquellos de que “declarar la independencia” -en este caso, el elaborar un proyecto como al que nos estamos refiriendo- no es lo mismo que “soplar y hacer botellas”.

Es que la puntualización de fallos en su elaboración, que se indican en el informe del BID en el que se analiza el proyecto de marras, muestran que quienes confeccionaron los planos no advirtieron ni que “no se incluye dentro de las obras viales las relacionadas con la conexión a la ruta internacional 135; ni que en los planos de emplazamiento de la planta de tratamiento no se encuentran en ellos georreferenciados, ni se indican las escalas correspondientes, omisiones todas graves por lo infantiles, a lo que se agrega el hecho que en algunos las dimensiones indicadas están incompletas”.

Por otra parte, en el mismo informe se señala que el plano lay out (expresión del inglés intraducible, con la que se hace referencia a un plano sobre el que se dibuja la distribución de la obra proyectada) no incluye toda la información del proyecto (¡!), como ser canales de evacuación, aguas de desagüe, canales existentes, (ni) plano de conexión vial. Lo mismo pasa con el plano del “canal de descarga de los desagües al curso receptor”.

Pero queda todavía hacer referencia a lo que con sorna se describe como un “pequeño detalle”. Es que haciendo referencia al lugar del emplazamiento de la planta de tratamiento se señala que basado en el nivel del agua subterránea informada (2,5 a 3,5 metros con respecto NT), el desconocimiento de las variaciones de nivel, así como la existencia de suelos altamente permeables, el terreno no reúne las condiciones mínimas para implantar un relleno sanitario, pues existe un alto riesgo de que dichas aguas se contaminen o superen la cota de fondo de los módulos, es indispensable complementar el estudio y determinar niveles máximos del acuífero. Es por eso que se llega a la conclusión que el sitio del emplazamiento no reúne las condiciones necesarias para implantar un relleno sanitario, y que dentro de los estudios no se analizó los riesgos de crecida del río y otros cursos de aguas superficiales, así como los riesgos de inundación.

Es por eso que no se puede sino coincidir con matices -aunque su enfervorizada indignación es cuando menos explicable- con las declaraciones del concejal Walser, insertadas en nuestra pasada edición impresa, en la que se señala que “lo que revela este informe es que la actual gestión nunca puso este tema como prioridad, ni estuvo a la altura de las necesidades de la comunidad, contando con los recursos, no supo diseñar y ejecutar un proyecto para dar solución a uno de los problemas más grandes y sensibles de la ciudad y que fue utilizado en promesas de campaña en ambos períodos electivos”. Es que no coincidimos en la afirmación de que la actual administración municipal no consideró prioritaria la obra ni le prestó la debida atención, algo respecto a lo cual tenemos dudas; sino que aquí vino a dar una muestra más de su dificultad extrema a la hora de planificar, y a la vez de gestionar de una manera correcta las necesidades de la ciudad, inclusive las mínimas normales en cualquier municipio.

De cualquier manera, lo más grave quizás no está en el contenido demoledor de ese informe, sino en la falta de credibilidad respecto a las palabras de nuestras autoridades que situaciones como a las que aludimos provocan. Es que ¿cómo creerle a la actual diputada provincial, candidata a intendente, a quien se la ve actuando diariamente como una cointendente de facto -volviéndose así un cargo legalmente unipersonal en bicéfalo- dar detalles de un supuesto Programa de Planificación Urbana que se desarrollaría en la ciudad?

O ¿qué visos de realidad y posibilidades de aplicación tiene el anunciado Plan Estratégico Turístico Sustentable de Colón, lanzado por la municipalidad? Es que aún en el caso que estos planes existan, queda por verse si en la práctica sirven y funcionan.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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