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Muy niños aún y ya nos contaron de la abeja productora de miel (hay 20.000 especies) y las pusieron como ejemplo de una callada y permanente laboriosidad, virtudes que nos serían tan útiles en estos días. Sabemos de su importancia en la polinización, ver las ramas de los frutales doblegadas bajo los frutos perfectos.

Lo que no sabíamos, y esto corre por mi cuenta, es que producen gran inestabilidad en los ecosistemas, al competir con abejorros, avispas e insectos nativos, que son ahora las especies realmente en riesgo. Ello se debe a un pobre conocimiento sobre la diversidad de los polinizadores y sus roles en esta actividad.

Su contribución como productora de alimento es masiva. Se estima en 2.8 millones de colmenas la cantidad en producción en los Estados Unidos, cada una de ellas con alrededor de 30.000 abejas (1 unidad de polinización), 1 billón de abejas, distribuidas en USA y Canadá. En forma previsible deben competir por la cantidad de polen disponible con otros polinizadores, pero en general es monopolizado por las abejas.

Se probó ver lo que ocurre en Tenerife, donde no había abejas: se introdujeron unas colmenas para la polinización y luego se sacaron. En el primer día de la instalación se observó un impacto negativo en la biodiversidad. También ocurre que las abejas melíferas son particularmente atraídas por especies vegetales invasoras, las que sabemos pueden ser dañinas para el medio ambiente.

¡Cómo zumbaba la parra virgen del corredor cuando se cubría de minúsculas florecitas! Insecticidas derivados de la nicotina han sido muy perjudiciales para las abejas, lo que llevó a la prohibición de algunos o a su uso solo en lugares cerrados como los invernaderos. Y puede vincularse con ello la costumbre adquirida de muchos pájaros de llevar colillas de cigarrillos a sus nidos, para combatir las garrapatas.

En la Argentina se pierden un 30% de las colmenas por año. Un tercio de la producción de alimentos depende de una buena polinización. Las plantas más sencillas y baratas son las que más atraen a las abejas: mejoranas, oréganos, borrajas, lavandas, dalias, que no abundan por cierto, y ya entre los árboles los eucaliptos, tilos, acacias, frutales. Las mariposas son también polinizadoras al igual que otros insectos, aves cómo los colibríes, murciélagos y ratas. Y no olvidemos al viento, el gran polinizador. Tampoco a la soja, como con todo lo relacionado a la soja aquí hay discusión; sabemos que se autofecunda, pero no en cuanto puede aumentar la producción la ayuda de las abejas y las especies nativas que puedan mantenerse al costado de las rutas y a las veras de los caminos.

Sabemos que las abejas nos acompañan desde hace no menos de 10.000 años. Para los egipcios nacían de las lágrimas del dios RA, el Sol, origen de la vida, y luego con el junco; pasaron, abeja y junco, a simbolizar el Egipto. La historia que cuentan los griegos es más procaz: un pastor, Aristeo, persiguió a la bella Eurídice, quien corriendo imprudentemente pisó una serpiente, que la mordió en el talón, perdiendo la vida. Orfeo partió a rescatarla a los infiernos, pero antes exigió de Aristeo el sacrificio de cuatro toros y cuatro novillos. De las carcasas de estos animales nacieron las abejas, y de allí surgió esta creencia que en tiempos idos llegó a ser común.

A las sacerdotisas de los misterios griegos se las llamaba melisas, como a esa hierba fragante a limones, que les aconsejo guardar en su jardín, y que es un imán para las abejas. Plinio aseguró que las abejas rondaban la boca de Platón, tan dulces eran sus palabras, hecho sin duda milagroso, que los cristianos también disfrutamos con San Juan Crisóstomo (boca de oro) y San Ambrosio. En la tumba de Childerico l, muerto en 481 DC, se encontraron 300 abejas cinceladas en oro. Napoléon l, por sugerencia de su ministro Cambaceres, se inspiró en ellas para reemplazar a la flor de lis, tan cara a la monarquía, y en forma obsesiva las prodigó en tapicerías y ropas reales, y volvió también con él, a ser la humilde abeja símbolo de un imperio. La mayoría de las abejas de Childerico fueron fundidas durante la Revolución Francesa, unas pocas fueron escondidas en el Sena, el que parece algo peligroso como escondite, pero resultó eficaz.

La miel desde tiempos lejanos tomó parte en ceremonias y ritos, la hidromiel era la bebida de los inmortales, las puertas de la cámara nupcial estaban untadas con miel, no solo de los palacios sino en las viviendas humildes. Sus usos en la medicina han sido y son múltiples: catarros y resfríos hasta las úlceras bucales secundarias a los medicamentos para el cáncer.

En los países vascos la colmena era la confidente de la casa. Si no le contaban los problemas o alegrías, quedaba vacía. ¿Qué sería lo que alejaba a las abejas? Al ser ignoradas, ¿les faltaba un motivo para su trabajo? ¿Sentían un desaire, un desprecio? ¿Y las avispas? ¿Por qué causan desagrado o miedo? Su miel en ocasiones puede ser venenosa. Uno de los misterios cotidianos, éste sí, éste no.
Fuente: El Entre Ríos

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