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Un migrante, en el buque Open Arms (EFE)
Un migrante, en el buque Open Arms (EFE)
Un migrante, en el buque Open Arms (EFE)
Recordando que no se debe confundir gato con liebre

Como se ve en título, se habla de trampas diabólicas a las que tildo de falsas. No es ésta la ocasión de meterme en honduras teológicas, las que por otra parte me quedarían grandes. Pero no puedo dejar de soslayar esa adjetivación con la que aludo al Diablo. De allí que, al respecto, siendo otro de los nombres del Diablo el de Maligno -cabe inferir que es tramposo y hace trampas, a las que no solo en nuestra religión y en nuestra cultura conocemos como tentaciones- por lo que solo me limito a indicar que es admisible que existan trampas diabólicas. No en balde se dice que a las armas las carga el diablo.

Por Rocinante

Pero a lo que me referiré, porque nunca está demás ocuparse de estos temas no es a esas trampas, sino a otro tipo de maldades. Las que se hacen presentes en el caso de que un hombre o un grupo de ellos (podría ser un caso nuestro) en realidad se hace o se hacen trampas a sí mismos, algo que puede considerarse como la peor de las trampas imaginables.

Un tipo de ellas, que tiene de cualquier modo una explicación, y que consiste en la insistente inclinación de descargar culpas que son nuestras (aun en los casos en que no está presente nuestra culpa individual, es decir nuestra culpa propia como persona; sino la grupal, o sea la que nos toca por nuestra pertenencia a un grupo) procediendo a desembarazarse de ellas y depositándolas en las espaldas de otro, o en las de otros. Es cuando, por una parte, se hacen presentes la figura del chivo expiatorio y las infinitas teorías conspirativas que, no dejan de serlo, aun en los casos que exista parte de culpa o responsabilidad ajena.

A la vez, una de las formas de hacer trampa, es planear y llevar a cabo una encerrona, es decir, una situación de la que resulta muy difícil, sino imposible, salir. Y el colmo de los colmos se da en el caso de que uno mismo o el grupo que integra es el que arma la encerrona en la que termina atrapado.
La actual crisis migratoria mundial como encerrona auto provocada por sus víctimas
Resulta claro que el mundo asiste en la actualidad a un fenómeno migratorio de dimensiones desconocidas, que el imaginario popular asocia a una migración de pueblos enteros, hecho conocido en la historia como la invasión de los bárbaros al Imperio Romano, asociación de ideas que dice de su magnitud más que cualquier cifra que pueda señalarse. Se debe entonces remarcar el hecho que esos casos, nos encontramos ante situaciones de migraciones masivas, y no de las habituales migraciones por goteo.

Y la actual migración masiva, hace necesaria una distinción entre dos vertientes. Una la que tiene por destino a Europa, y que a la vez tiene dos orígenes, ya que uno se encuentra en África del Norte y está conformada por hombres de color y la otra proviene de países como Siria o el Líbano conformado mayoritariamente por árabes.

La diferenciación entre ambos grupos es importante, porque si bien en ambos casos se trata de personas que buscan refugio (de donde en ambos casos se debe hablar de una emigración forzada), en el caso de la migración que se origina en los países árabes, tiene que ver con el estado de guerra casi endémico que allí se vive, mientras que en el caso de los africanos la causa es más compleja, ya que consiste en el resultado de una situación en la que se entremezclan situaciones de pobreza extrema, por no decir hambre, enfermedad y muerte, con la guerra civil y persecución de minorías, y la presencia de gobiernos no solo autoritarios sino cleptócratas.

Es a esta última de la que voy a ocuparme, ya que tienen sus causas y su actual situación muchas semejanzas.

La otra vertiente es la constituida por las migraciones masivas que desde Centroamérica se dan hacia los Estados Unidos, y que han provocado la actual situación de dramática crisis que se da en la frontera de ese país con Méjico. Considero un caso aparte el caso venezolano, ya que se trata de una cuestión de otra naturaleza. En el caso del resto de la migración hacia el norte la misma es consecuencia no solo de la pobreza extrema sino de condiciones de inseguridad, que en gran parte son consecuencia de aquélla.

A la vez en lo que sigue, prescindo de hacer referencia a los estados de sumisión colonial, y al colonialismo que en diversos grados se vivió en todas las áreas señaladas, independientemente del hecho que cabe encontrar en el mismo una causa más o menos remota (o más o menos próxima, como se prefiera) del estado de cosas actual.

Lo que sigue es solamente un mero ejercicio, que parte del presupuesto que las cosas no hubieran llegado a los extremos actuales si los protagonistas iniciales de ambas situaciones (la de los antecesores de los actuales migrantes, y los gobiernos de los países que ofrecen resistencia a estas migraciones) hubieran actuado en el pasado, incluso en el pasado reciente de una manera diferente.

Y que el planteo de lo que llamo ejercicio no es descabellado, se la encuentra en el hecho que el actual presidente de Méjico y el recién electo en Guatemala, están pensando en algo parecido para frenar la migración hacia los Estados Unido. Y que hace de esto pocas décadas hubo un intento fallido de hacer algo parecido en Haití, que fracasó por culpas compartidas de todos los actores y que lleva que se tome conciencia de la dificultan casi insalvables de revertir el estado de cosas en un Estado fallido.

De lo que se hubiera tratado es de que los países a los cuales se dirigían y dirigen los migrantes señalados, contribuyeran a la instalación de gobiernos estables, honestos en el más amplio sentido de la palabra, y equitativos y eficaces en su accionar. A la vez, que en forma complementaria suministrarles recursos financieros suficientes para ayudarlos a lograr su desarrollo económico social autosostenidos, teniéndose cuidado en sincronizar ambos tipos de acciones.

Al respecto se debe partir de la base que una contribución de este tipo es razonable, en la medida que muchos de ellos de esa forma no vendrían a hacer otra cosa que restituir una parte de lo cosechado y reparar los males que en los países de origen de esos migrantes, han sembrado.

Es que no se debe olvidar que todos esos pueblos de actuales migrantes en su totalidad, y bajo una u otra modalidad estuvieron sometidos al coloniaje de algunos de los países señalados como colonialistas, y que ellos están en deuda con aquéllos; primero, por no haberlos preparado para el auto gobierno mientras estuvieron sometidos a su tutelaje, y a la vez por cuanto durante ese tiempo, se aprovecharon al menos en gran parte de sus recursos, inclusive los humanos, ya que transformaron a una cantidad ponderable de su población en soldados, para integrar sus ejércitos, y llevarlos a pelear en guerras que no eran las suyas.

Pero, ¿por qué eso que suena tan bien, y es a todas luces razonable, es a la vez en más que en menos parece casi irrealizable? La respuesta es porque estamos en una encerrona, provocada por los mismos que la produjeron y de las que son partícipes y cómplices las dirigencias que se dieron y que resultan ahora intocables.

En eso consiste la encerrona, es que es harto problemático que las dirigencias autocráticas y ladronas, colaboren en la tarea de lograr países un autogobierno con los rasgos indicados. A la vez, prestar asistencia económica a los gobiernos actuales así descalificados, serviría sobre todo para engordar el bolsillo de los que mandan. Todo ello sin olvidar la existencia de intereses empresariales extranjeros que se sentirán molestos, por razones obvias, ante la posibilidad de cualquier modificación en el estado de cosas reinante.

Con lo hasta aquí indicado creo haber cumplido con mi primer propósito, cual es dejar planteado que una encerrona estructurada al menos en una parte significativa, por los mismos que la sufren, no presenta otra alternativa, por lo demás inviable, que buscar superarla yéndose por la tangente.
Empeñados en entretenernos en un juego de suma cero
Comenzamos por recoger parte del análisis de una autoridad en una verdadera disciplina científica conocida como teoría de los juegos. En el que, el mismo señala que al juego de suma cero se lo conoce así, porque si se suma el total de las ganancias de los participantes y se resta las pérdidas totales el resultado es cero. El go, el ajedrez, el póker y el juego del oso son ejemplos de juegos de suma cero. La suma cero es un caso especial del caso más general de suma constante donde los beneficios y las pérdidas de todos los jugadores suman el mismo valor, porque se gana exactamente la cantidad que pierde el oponente.

Cortar una tarta es de suma constante o cero porque llevarte un trozo más grande longitud reduce la cantidad de tarta que le queda a los demás.

Y es en un juego de este tipo en el que aparecemos empeñados en seguir jugando en nuestro país, cuando de una manera, aunque sea disfrazada, seguimos aferrados a la teoría de vivir con lo nuestro, y que ve como un mero palabrerío el reclamo de la necesidad de nuestra inserción en el mundo.

Es que, siguiendo con el ejemplo anterior, de lo que se trata no es solo de repartir una tarta del mismo tamaño, aunque sea de la manera más equitativa posible, sino que sin olvidarnos de la equidad indispensable en el reparto, entre todos cooperemos en lograr un aumento del tamaño de la tarta.

Vienen al caso hacer referencia a palabras del ex presidente Bill Clinton, que independientemente del juicio que a cada uno le puedan merecer sus acciones y los resultados de ellas, resulta siempre un exponente de ideas claras.

Y Clinton respecto al tema que nos ocupa ha expresado que cuanto más complejas se vuelven las sociedades, y más complejas son las redes de interdependencia dentro y fuera de los límites de las comunidades y las naciones, un mayor número de gente estará interesada en encontrar soluciones de suma no cero o nula. Esto es, ganancia-ganancia en lugar de soluciones ganancia-pérdida... Porque descubrimos que cuanto más crece nuestra interdependencia, generalmente prosperamos cuando los demás también prosperan.

De allí que en la teoría de los juegos se dé tanta importancia a lo que denominan juegos cooperativos, ya que sostener que solo existen juegos de suma cero es una falacia.

La que es precisamente el resultado de la forma en que en nuestra sociedad interactuamos, ya que persistiendo en actuar como si la interacción social no tuviera alternativas diferentes a los juegos de suma cero, no es de extrañar que terminemos jugando a la perinola, y que ellas nos indique que perdemos todos.

¿No es eso lo que nos está pasando, por estar obsesionados (y de una mala manera) con el otro, y obstinarnos en no comprender que para nuestra sociedad no existe otra salida que comenzar a hablar no de yo y el otro, sino de nosotros?

Dado lo cual, y dentro del contexto que en la oportunidad he utilizado es que nos percatemos al fin de que de lo que se trata es que entre todos desarmemos la encerrona que también entre todos hemos fabricado, y en cuyo interior estamos prisioneros.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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