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Corría el año 1955, último del primer gobierno de Perón, las dificultades económicas y las tensiones políticas habían llegado a un nivel de gravedad tal que colocaban al país al borde de una guerra civil.

Por Bernardo Salduna

En junio ocurrió el terrible bombardeo a la Plaza de Mayo y Casa de Gobierno, con su saldo de cientos de muertos y heridos y la posterior quema de iglesias.

Buscando distender un tanto la difícil situación, el presidente formuló un llamado a la paz y conciliación, permitiendo, entre otras cosas, que los políticos opositores pudieran utilizar la radio y otros medios, hasta entonces vedados, para exponer sus opiniones o puntos de vista.

Pero, a fines de agosto, Perón convocó un acto de masas frente a la Casa Rosada, y dirigió un duro discurso donde lanzó su famosa frase “¡por cada uno de nosotros, caerán cinco de los de ellos!”.

Según relata el historiador Félix Luna, el entonces ministro del interior Dr. Albrieu, entendiendo que se cancelaba la oferta pacificadora, presentó su renuncia. Pero, el presidente Perón la rechazó: “No, la política de pacificación sigue en pie, sólo que le quiero advertir a la oposición que si no aceptan mi ofrecimiento, el Perón que les espera es este”.

Por supuesto, los opositores no se sentaron a esperar; sabemos todo lo que vino después, que distó de ser bueno para Argentina.

Obviamente, no pretendo comparar situaciones disímiles en tiempo, espacio y circunstancias, pero me vino a la memoria el episodio cuando escuché el discurso de nuestro actual Presidente, ofreciendo conciliación y acuerdo a los opositores: “pero si buscan la confrontación se encontraran con un animal muy distinto, al que no están acostumbrados”.

Resultan interesantes las alusiones, que pudiéramos llamar “zoológicas” del primer magistrado: él mismo se define como “León”, los miembros del Congreso “ratas”; ciertos economistas “perros falderos de la política argentina”.

Hay una alusión equina, con reminiscencias bíblicas, al mencionar con nombre y apellido a los “cuatro jinetes” a más de una quinta “jineta”, atributarios (puede que con gran parte de razón) del apocalipsis que aqueja a nuestra agobiada Argentina.

En cuanto a los gobernadores, aunque resulten ubicados en categorías un poco más “humanas”, devienen “degenerados”, por lo menos en materia fiscal.

Una de cal y otra de arena: pese a las descalificaciones, que, por fortuna, no se reiteraron en los mismos duros términos en la solemnidad del acto institucional, hubo un positivo llamado a la concertación en la oferta presidencial a juntarse en “la Docta” el 25 de Mayo y sellar, algo así como un nuevo “Acuerdo de San Nicolás” o una suerte de versión argentina del hispano “Pacto de la Moncloa”.

¿La convocatoria es a todos, incluidos ex presidentes y presidentas, mencionados?

¿Ha de tratarse de un convenio donde las partes, dentro de cierto marco general, donde se discutan sus términos, o un simple “contrato de adhesión”, que no permita discutir la “letra chica”?

Del discurso presidencial pareciera que antes del “Pacto de Mayo”, deben los gobernadores de provincia acercarse a la Casa Rosada a firmar un preacuerdo y comprometerse a sancionar, tanto la ley Bases, como “un paquete de alivio fiscal a las provincias”.

Esto es ¿un canje de aprobar “ley ómnibus” a cambio de “alivio fiscal”? Subsisten las dudas…

Volviendo a las alusiones “zoológicas”, y sobre todo referida a la invitación en lo que hace a la oposición que los medios llaman “dialoguista” o “constructiva”, nos viene al recuerdo una fábula de Esopo:

“Una vez un perro de caza atrapó una liebre. Como la mordía y lamía a la vez, la liebre dijo fastidiada: ¡Deja de una vez de morderme o de besarme, para que yo pueda darme cuenta si eres amigo o enemigo!”.
Fuente: El Entre Ríos

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