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Habría que comenzar aquí por hacer referencia a un tipo de ellos prácticamente desconocido entre nosotros, cual es el que significa la existencia de ámbitos en los cuales sus usuarios pueden ducharse con agua caliente. Una cosa que suena a extraño, porque no se la quiere ver, aunque existen en muchos barrios de nuestras ciudades, muchas personas que carecen de la posibilidad de poder hacerlo, dado lo cual cabría preguntarse por qué no se ha pensado seriamente en la posibilidad de prestar ese servicio.

Pero no nos referiremos a este tipo de baños, sino a los que asociamos con un espacio cerrado que cuenta con lavatorio, inodoro y, en su caso, mingitorios. Baños que resultan públicos en la medida que están habilitados para cualquiera que pretenda utilizarlos, y cuya necesidad ha pasado por lo general inadvertida, dado el hecho -hasta hace poco, al menos en general- que se descontaba la generosidad de bares, confiterías y negocios de ese tipo que brindaban a todos, los servicios de los que disponían y que estaban destinados a la utilización por parte de sus clientes.

Aunque los hay, es difícil encontrarlos en las plazas, aunque sí en paseos más extensos y por lo general en los edificios públicos. Ahora los conocidos como baños químicos aparecen como la solución, en el caso de que se convoquen aglomeraciones de personas en lugares que no cuentan con la infraestructura necesaria, de manera que con esas instalaciones móviles se pueda salir del paso.

No es la oportunidad de ocuparnos de un grave problema que acompaña a su existencia y utilización. Está referido a la manera descomedida en que son tratados los baños públicos, lo que implica pintarrajeos de las paredes -en las que se extraña la presencia de leyendas que en su momento eran clásicas y que vienen ahora a ser reemplazadas por otras que dan cuenta de groserías de mayor calibre- los pisos siempre mojados y hasta sucios, o la rotura intencional de los artefactos que los visten, consecuencia de arrebatos salvajes difíciles de explicar.

Pero sí la ocasión parece oportuna para hacer notar que no todas las oficinas públicas, o con acceso obligado por parte de muchas personas se cuenta con ellos. Algo a lo que habría que procurar encontrar solución.

A la vez que mencionamos que en Colón, donde como es de conocimiento público se han trasladado los tribunales del fuero civil y comercial a un nuevo edificio al que cabría suponer totalmente acondicionado a su funcionamiento, se da precisamente la inexistencia de un baño habilitado especialmente para las personas que concurren a ellos en procura de justicia o para colaborar en su logro. Al parecer, es consecuencia de la urgencia, inexplicable, que esa mudanza impidió -entre otras cosas- atender a la antedicha necesidad. Algo que significa no haber prestado atención a ese otro tipo de “urgencias” a las que pueden quedar sometidos quienes visitan el edificio.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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