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Comienzo por pedir disculpas que haya comenzado mi charla habitual utilizando para encabezarla palabras tan groseras, pero de cualquier manera tan gráficas como de uso familiar. Es que hay cosas que no pueden en realidad decirse de otra manera, o sea apelando a otras palabras. A lo sumo lo que se puede hacer es buscar la forma de atenuar el espanto que provoca la palabra, dicha en lugares en los que el decoro le gana a esa familiaridad distendida en la que nos gusta movernos.

Y ese es un caso que tengo bien presente por ser del mismo un ignorante protagonista a medias. Dado que mi madre que siempre me malcría, y creo que desde el primer llanto fuerte no como un gemido, sino como un aullido que creo firmemente que quería decir “aquí estoy yo, para que me admiren”, decía que desde ese mismo momento mi abuela comenzó a malcriarme más todavía, si ello es imaginable. Según me contaba, cuando me cambiaba de pañales ella, al mirar no mis piernas rosadas y rechonchas, sino el pañal que me sacaban, lleno como estaba de unas pastosidades doradas que me imagino apestosamente desagradables, según mi madre decía mi abuela que la mía era una “caca santa”. Una manera de afirmar de la que mucho desconfío, ya nunca he sabido de mi santidad, y admito que tampoco ahora, aunque siempre me esmero en parecer bueno y decente.

Otro recuerdo que tengo, que también se refiere a una cosa parecida, es el de la anécdota del dueño de un hotel, que apercibido por municipales que no podía dejar salir a la calle aguas servidas con sus conocidos, y superfluos de nombrar, aditamentos, los rechazaba de plano y enojado iba diciendo “pues hombre -era, según dicen, gallego el hotelero- si aquí lo que se bebe es solo agua limpia y vino del bueno y platos de lo mejor, así que su queja es improcedente, porque solo expulsamos caca limpia”.

Y todo esto viene al caso, porque como siempre existe algo de lo que me entero, y que me lleva a pensar de la forma en que lo hago, para después comenzar a largar los que algunos tienen por sandeces, sin que me importe un pito lo que piensen, porque tengo muy alta la autoestima.

Esta vez, cuando no, fue mi tío -descendiente dice él de un seguidor de José Antonio, facho por lo menos para mí, ya que dejó irse al resto de su familia republicana sin vueltas, en los tiempos de la guerra civil española- el que me habló de lo que había leído de los dichos de una novelista española muy de moda, en su caso de ascendencia republicana, quien habría afirmado que en los dos bandos de la Guerra Civil se hicieron cosas espantosas. Pero un bando, el republicano, representaba los valores de la democracia. Y siguió con una perorata de nunca acabar.

Lo único que me quedó grabado es lo que pensé al escucharlo; “no hay caca buena ni caca mala. Lo que hay es tan solo caca, caca que siempre es sucia y nunca es santa”.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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