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Remedando a un autor que así lo dice del asesinato

Estoy aludiendo a la obra del gran autor inglés Thomas de Quincey (1785-1859), quien en su momento escribió una obra que alguien todavía sabe leer como un clásico, que se titula Del asesinato considerada como una de las bellas artes.

Por Rocinante

En ella, además de señalar el sentimiento de compasión que tendría necesariamente que provocar toda víctima de un homicidio, advierte que, sin embargo, tal actitud sería poco conveniente a los propósitos del poeta. ¿Qué debe entonces hacer? Debe dirigir el interés sobre el asesino. Nuestra simpatía debe estar con él (por supuesto quiero decir una simpatía de comprensión, una simpatía por la cual penetramos dentro de sus sentimientos, y los entendemos, no una simpatía de piedad o aprobación). En la persona asesinada, toda pelea del pensamiento, todo flujo y reflujo de la pasión y de intención, están sometidos por un pánico irresistible; el miedo al instante de la muerte lo aplasta con su mazo petrificado. Pero en el asesino, un asesino que un poeta admiraría, debe estar latente una gran tormenta de pasión -celos, ambición, venganza, odio--que creará un infierno en él; y dentro de este infierno nosotros miraremos.
Aunque en la misma obra advierte que lleva a cabo un análisis "sobre los principios del asesinato, no con objeto de reglamentar la práctica sino de esclarecer el juicio". A la vez que destaca que es consciente de que si uno empieza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente.
Acerca de la validez de efectuar similar enfoque acerca de la hipocresía
Que me formule una pregunta de este tipo, aunque estoy cierto que ser asesino y ser hipócrita no es lo mismo; a pesar de que en situaciones extremas la hipocresía puede llevar a esas consecuencias; no es, sin embargo, nada descabellado, si se tiene en cuenta el significado de esa palabra, y las implicancias que ese significado tiene.

Es así como los diccionarios etimológicos explican su origen del griego, dando a la palabra compuesta en que se ha terminado por plasmar, ya aludiendo al actuar fingiendo, como al responder con máscara, todo ello teniendo en cuenta que en la Grecia antigua los actores lo hacían sosteniendo delante de su rostro una máscara, de donde la realización de un texto dramático involucraba un cierto grado de interpretación del texto.

De allí que sustento la validez de la comparación, ya que cabría afirmar que dentro de un hipócrita se da la presencia de un actor, que no necesariamente tiene que serlo en grande, ya que bien puede ser un actor mediocre, cuando quienes al verlo y escucharlo no dejan de darse cuenta de la existencia del fingimiento.

Es por ese que bien dicho está lo que otro autor señala, al afirmar la hipocresía es la inconsistencia entre aquello que se defiende y aquello que se hace, entre aquello que se siente y aquello que se dice, y a la vez señala que ella puede explicarse por el deseo de esconder de los demás motivos reales o sentimientos.
Dos situaciones concretas a analizar con el objeto de establecer en ellas la presencia de hipocresía
La primera de ellas tiene que ver con la reacción, a la que cabría describir como tan mayoritaria que es casi unánime, observable en Gualeguychú, en especial en grupos que se auto califican de defensores del medio ambiente; frente a la presencia real, o ante el anuncio de la instalación de ellas, de plantas industriales procesadoras de rollizos de madera con el objeto de obtener celulosa o sea las célebres pasteras.

Ello junto al silencio que allí se guarda frente al hecho que la desembocadura en el río Uruguay del río homónimo, es la más contaminada de la de todos los afluentes de la margen izquierda del mismo río. A lo que se suma una situación parecida, aunque vuelta fallida por el reclamo ante la justicia con resultados exitosos, contra la ejecución ya en avance de las obras del Barrio Náutico Amarras de Gualeguaychú, que comprende una fracción de terreno de 445 lotes, y un proyecto de construcción de 200 unidades departamentales y un hotel de 150 habitaciones, lindero al Parque Unzué. Algo así como decir que puedo contaminar en mi casa, pero estoy en mi derecho de impedir que mi vecino haga lo mismo en la suya.

La segunda tiene que ver con el inesperado cambio de ver operado y que es de dominio público de un Fernández en relación a otra Fernández, que los ha llevado a converger en la fórmula presidencial Fernández-Fernández.

Es que no se trata tan solo del hecho que Alberto Fernández, quien hasta hace de esto poco tiempo no dejara de remarcar y destacar que es profesor universitario versado en ciencias penales, parece ahora considerar (inexplicable o explicablemente, algo que por mi parte considero esto último) como meros desvíos éticos y no como delitos las trapisondas de todo tipo por las que aparece en la actualidad Cristina Fernandez imputada en causas diversas.

Independientemente del caso de que resulte en definitiva condenada judicialmente en ellas, y más allá de la eventualidad que de triunfar en las próximas elecciones la formula Fernández- Fernández busque la manera de declarar esas condenas como inexistentes. Sobre todo teniendo en cuenta que para quien pretenda ocupar la presidencia o la vicepresidencia un desvío ético tiene la misma entidad que un delito, aunque para él, al parecer sea, ... ninguna (!!!)

A lo cual se agregan los comentarios que hizo Alberto Fernández, en un programa televisivo conducido por el periodista Nelson Castro, referidos al Memorándum de entendimiento entre el gobierno argentino y el de Irán, y vinculado con las imputaciones que la justicia argentina hizo a diplomáticos de este último país, por su supuesta participación en el sobrecogedor atentado a la sede de la AMIA en la ciudad de Buenos Aires.

Es que en esa entrevista se lo escuchó decir al primero de los Fernández que en el encubrimiento en el Tratado, el Pacto (lo que precedentemente designamos como merándum) es la Presidenta la instigadora, y el autor directo Timerman que lo firma.- Para a continuación agregar que solo un necio diría que el encubrimiento presidencial de los iraníes que ordenaron volar la AMIA no está probado en la causa. Más adelante, que la Presidenta, ignorando la tragedia, se indultó a sí misma, apropiándose de la Patria, la esperanza y la alegría.

O sea que hubo un tiempo en el que Alberto Fernández consideraba a Cristina -también Fernández- como instigadora y encubridora de un delito probado, al mismo tiempo que de haberse indultado a si misma a su respecto.

Ya candidato y al prestar declaración testimonial en esa causa en la que fue interrogado sobre los dichos precedentemente señalados, explicó que si bien esos eran los suyos, debían considerarse como consideraciones políticas y no como consideraciones jurídicas.

Lo cual muestra a un Fernández capaz de escindirse en dos personalidades distintas (algo que lleva a pensar en cuantas otras personalidades se ha escindido con anterioridad, y en cuantas otras puede llegar a escindirse en el futuro). Es que nos encontramos ante un primer Fernández, si es que antes ya no hubo otros, que es Fernández el político, que, como tal, insulta, agravia y en cierta forma hasta condena a su actual compañera de fórmula. El otro, el Fernández, profesor y abogado, que se lo ve convertido en amigo del tribunal, tal como traduzco un latinazgo que viene a querer decir más o menos lo mismo, sino en amigo ante el tribunal de su compañera de fórmula, que es casi como decir como su comadre.

De esa manera llegamos a la conclusión de que Fernández el político, aparece cuando habla como jugando con nosotros, y extremando las cosas cabría inclusive verlo mentirnos. Y que cuando habla el Fernández el profesor abogado y ahora candidato, es totalmente veraz. La pregunta que deberíamos todos formularnos, es que cuando habla Alberto Fernández, ¿a quién escuchamos: al político o al hombre de estado? Ya que se me ocurre estamos cansados de escuchar a políticos que de hombres de estado, tienen poco y nada, porque el ahora candidato, político, profesor, abogado y amigo de una acusada ante un tribunal, al menos a mí, nos deja del todo confundido.
A modo de diagnóstico en los casos analizados
Para hacerlo tengo como marco de referencia una opinión autorizada en la que se señala que la hipocresía típicamente involucra o conduce al autoengaño y, por lo tanto, que los hipócritas reales son difíciles de encontrar. Una de las razones de esta fusión de la hipocresía con el autoengaño es que un engaño consistente y consciente de la sociedad es contraproducente desde el punto de vista de los hipócritas egoístas. La mejor manera para que ellos logren sus fines sería creer en el engaño, por lo tanto, no solo engañando a los demás, sino también a ellos mismos. Si mi tesis es sólida, deberíamos ser más cautelosos al atribuirle hipocresía a las personas y menos agresivos en nuestra actitud hacia los hipócritas.

Enunciado lo cual, para cualquier diagnóstico de este tipo debe tenerse en cuenta varios patrones. El primero, que se debe ser cauteloso al momento de atribuir a las personas a grupos de ellos esa negativa cualidad. La otra, es que se debe tener en cuenta la existencia y sobre todo persistencia de un auto engaño, el cual es incompatible con el fingimiento, ya que no puede decirse que finge el que está engañado. A lo que quizás debería agregarse una tercera, en la que entra a jugar la psicología social o sea lo que alguna vez se llamó psicología de las multitudes, cual es si cabe considerar que los autoengaños constatables dentro de los grupos puede servir para generalizar, aplicando la descalificación de hipócritas a todos sus integrantes.

Planteadas así las cosas se me ocurre que es dable considerar a Alberto Fernández un experto en hipocresía considerada como una de las bellas artes, tal como los Esquenazi, los sindicados como socios de Néstor Kirchner en el negocio de YPF, eran según dichos que otros afirmaban haberles escuchado especialistas en negocios regulados. Porque no puede menos que admitirse que Alberto Fernández ha hecho de la hipocresía un arte, mostrándose como se viene mostrando que se desempeña magistralmente con cualquier careta.

En el caso de los habitantes de Gualeguaychú se me ocurre que en un principio hubo mayoritariamente autoengaño que en muchos paulatinamente se convirtió en una suerte de hemiplejía intelectual y moral, tan frecuente tanto la primera como la última en estos días. Pero también que quienes contaron con la posibilidad de curar su hemiplejía y no lo han hecho, o se han curado en ella habría que calificarlos como torpes inexpertos en el ejercicio de la hipocresía que con su quehacer ignoran y a la vez destruyen la hipocresía que en ellos es dable descubrir dado su imposibilidad de considerarse como expertos en ella, consideradas como una de las bellas artes.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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