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Haciendo algo más que prospectiva

Ante tan fatigoso presente, intentaré ayudar a que todos nos despejemos aunque mas no fuera por un instante, ocupándome de un tema que tiene, y la vez no tiene, que ver con los habituales.

Por Rocinante

Comenzaré haciéndolo de los gurises (una palabra que todos entre nosotros reconoce, aunque es cada vez menos utilizada, reemplazada como está por una expresión grosera que con el tiempo ha pasado a escucharse casi como cariñosa) y también de los viejos (por más que cada vez que menciono así a las personas de edad avanzada, escucho decir que viejos son los trapos, a los mismos que veo referirse con respeto afectuoso de ese modo a su padre o a su madre).
Primero, los gurises
No es mi intención con la frase precedente remedar el axioma aquel de que los únicos privilegiados son los niños, sino tan solo indicar una prelación en el tratamiento de ambos temas.

Y al hacerlo debo advertir que considero que en nuestra sociedad actual y por razones diversas la mayoría de los chicos y los jóvenes no reciben el trato adecuado, ya que aunque se los ubique debajo de la línea de pobreza, cuando no de la indigencia, sino también a los que se encuentren ascendiendo escalones sociales, hasta llegar hasta los hijos de los multimillonarios.

Con el agravante que en el caso de los primeros, no existe por lo general cabida para prestarles una atención que intente ser personalizada, ya que se los engloba de una manera que los convierte en no otra cosa que en un problema social al que atender, del que por lo general es más lo que se habla (aunque en muchos casos no es frecuente de que se lo haga) y que de no hablarse es frecuente que quienes lo hagan estén muchas veces mal rumbeados.

Existe una expresión popular de referirse a ellos, que parece haber salido de la letra de un tango, y que se me ocurre que lo dice todos, ya que todo lo que de allí en más se diga es un despliegue de ese hecho básico, cual es que en el mismo momento de nacer, le han robado la esperanza.

Con lo que se hace mención a ese todo que significa un cúmulo de posibilidades que con el nacimiento deberían siempre quedar abiertas, y que tienen que ver con el desarrollo pleno que va desde lo físico a lo social, pasando por lo emocional y cultural, de manera que quien nace pueda llegar a convertirse no solo en un ser humano autónomo, sin con aptitud para encontrarle un sentido a la vida, y de esa manera estar en condiciones de bregar para alcanzarlo.

Una posibilidad (ser autónomo, por una parte; y una vida con sentido, que haciendo más difíciles las cosas, lleva a plantearte la cuestión no menor de la trascendencia y de lo trascendente) de la que están privados tantas veces muchos a quienes, de entrada no más, le han robado la esperanza, inclusive de aquellos que según se dice lo tienen todo y no carecen de nada. Al menos habría que acotar, en tantas ocasiones algo que es principal: poder llegar a verse convertido en un ser autónomo y con una vida con sentido, en la que esté también presente el plantearse la cuestión crucial de la trascendencia.
Cómo se debe criar a los gurises
No sin cierto prurito ingreso en este tema, ya que para los niños que forman parte de las familias ubicadas debajo de la línea de pobreza, y sobre todo de la línea de indigencia, la crianza se reduce por lo general y de una manera dramática, a una cuestión de lograr que sus hijos sobrevivan, tratando de ayudarles a lo largo de ese esfuerzo a que aprendan a arreglárselas como puedan. Pero se me ocurre que aún dentro de esa perspectiva dramática tanto los padres como la escuela deberían buscar que los más chicos comprendan que la vida siempre tiene un sentido, y lo importante de su búsqueda.

Es que todo lo que gira en torno a la crianza de los hijos (ámbito en el que pueden escucharse cosas sensatas, de las que precisamente por eso me apropio en lo que sigue) me refiero al caso de los gurises del segundo tipo de familia, es decir de las ubicadas por encima de la línea de pobreza hasta la cúspide.

Y es así que considero adecuado e inclusive saludable dejar sentado al respecto:

• Que la regla de oro en lo que hace a la crianza de los hijos tiene tres pilares fundamentales: primero, el respeto recíproco; segundo, el saber poner límites; y tercero la armonía afectivamente positiva en las relaciones entre los distintos miembros de la familia.

• Que es incorrecta la idea de que padres e hijos son iguales y que tienen los mismos derechos. Es por eso que se escucha enfatizar que no vale ser amigos de los hijos, vale ser padres"

• Que aclarando, o mejor dicho complementando lo anterior, se debe tener en cuenta que los hijos no están al mismo nivel de los padres, ya que si los padres deben marcar una línea divisoria con sus hijos porque de otra forma éstos no los respetarán y por ende los padres no estarán en condiciones de educarlos.

• Que a ese respeto del que hablamos es sinónimo en este caso de autoridad, cosa muy distinta del autoritarismo en el que están presentes el miedo, y el castigo o su amenaza.

• La nivelación entre padres e hijos a que se ha hecho referencia, la ejemplifica un psicólogo infantil aludiendo a la circunstancia que muchos padres dan alternativas al niño a la hora de la cena. Incluso, le llegan a preguntar lo que quieren o, si no quieren algo, cocinan más cosas.

• Que los padres sobreprotectores, son por lo general hiper-vigilantes, y eso queda muy patente en la atención desmedida que se presta a la relación entre los hermanos. Cuando lo mejor es actuar pensando dejémosle que resuelvan sus discusiones libremente, algo que les ayudará a evolucionar y a fortalecer su relación en el futuro.

• Circunstancias todas ellas que vienen a mostrar la importancia del desarrollo de los menores como seres autónomos, es decir en condiciones de valerse por sí solos. Algo que reforzará su autoestima, los volverá menos o nada ansiosos y por sobre todo se los hará ver cargados de empatía (el esforzarse siempre en ponerse en el lugar del otro).

En tanto ¿qué nos ha llevado a ese estado de cosas? Según los especialistas: Primero, es un tema meramente demográfico, ese número de alrededor de 2 hijos por familia que es la media al menos en los sectores por encima de la línea de pobreza; segundo, cada vez se tienen los hijos más tarde, por lo que, normalmente, son hijos muy deseados sobre los que suele pesar un plan estrictamente planificado. En tercer lugar, están los bebés milagro, aquellos que no se esperan y que han conllevado largos meses de tratamiento. En cuarto, el fin de la familia extensa, lo que se denomina hoy tribu, en la que todo el mundo podía opinar sobre la educación.
Bienvenida la cuarta edad
No sé si es esa la forma de expresarlo, pero la realidad del envejecimiento también en aumento de las sociedades, hace que esta nueva realidad sea inevitable, y se debe recibirla de la mejor manera posible.

Es así como demógrafos, gerontólogos, economistas y sociólogos coinciden frente a esa nueva realidad en efectuar una serie de puntualizaciones. Es así como se comienza por señalar que hasta hace muy poco, ni nos habíamos enfrentado al reto de estructurar una sociedad más allá de lo conocido, que en gran parte ha traspasado la frontera de lo que, hasta ahora, llamábamos vejez.

Es por eso se agrega que el concepto de vejez también está cambiando, y la perspectiva de un mundo en el que sea común llegar a los 100 años ya no es una utopía, con un aumento de la esperanza de vida de 2,5 años para las mujeres y 1,9 para los hombres. De donde algunos de esos sexagenarios, octogenarios o centenarios del futuro seremos nosotros mismos. Es por eso que se afirma que la llamada revolución de la cuarta edad posiblemente sea el mayor reto que debamos enfrentar en el siglo XXI.

Las preguntas que fluyen naturalmente son acerca de qué pasará con nuestro sistema jubilatorio y si está en peligro lo que se conoce (y hasta cierto punto se mal denomina) nuestro Estado de Bienestar.

Es por eso que se advierte que será imprescindible abolir la jubilación forzosa y sustituirla por una jubilación a la carta. Agregándose que los ajustes a esta nueva realidad también podrían llegar a ese temido momento de aplazar la edad de jubilación. La clave, quizás, resida en encontrar fórmulas que se adapten tanto a las nuevas necesidades globales como a las de las personas individuales. O sea que sería necesario abolir la jubilación forzosa, sustituirla por una jubilación a la carta, con pensiones proporcionales a la duración de las carreras laborales, e incentivar fiscalmente la prolongación de la actividad económica hasta edades mucho más tardías que en la actualidad.

Se quiere, mientras tanto, ante esa nueva realidad llevar tranquilidad aludiendo al hecho que hay dos resortes que ayudan a compensar el impacto del envejecimiento: la mayor incorporación de las mujeres y de los inmigrantes a la población activa, y la tecnología. De allí que se considere clave que las mujeres cuenten con facilidades para incorporarse al mercado de trabajo después de terminar sus estudios o cuando llegan los hijos. Las inversiones en tecnología no solo nos facilitan la vida en el día a día, sino también la mejora de la productividad en las empresas.

Todo ello según se advierte que en lo que vivir hasta una mayor edad de lo que se trata no es solo de hacerlo mejor, dado lo cual permanecer más tiempo en este mundo no tiene por qué significar que vivamos mejor.

De allí que resulta obvio que con el aumento de la esperanza de vida hemos visto cómo, lógicamente, hay un aumento de la prevalencia de enfermedades crónicas, se hacen indispensables no solo programas que fomenten el autocuidado de las personas, para que tomen conciencia de la importancia de prevenir la aparición de estas enfermedades, sobre todo las que están muy vinculadas con sus estilos de vida.

Es que también se trata de avanzar en la prevención de las posibles enfermedades del futuro, lo que será más importante que nunca, teniendo en cuenta que algunos cambios saltan a la esfera de lo público.

Sobre todo teniendo en cuenta que el sistema actual es bueno (aunque no siempre) para dar respuesta a enfermedades agudas, pero no tanto para hacer frente a personas con polipatologías o enfermedades mentales como el Alzheimer.

Como detalle un poco más que anecdótico para concluir con este repaso habría que señalar que las personas mayores que utilizan internet tienen más satisfacción con la vida. Algo que, según también se destaca, se debería reducir la brecha generacional, ya que se ha observado que la utilización de Internet seguramente aumenta su disfrute, al igual que ocurre con viajar, pasar horas con amigos o conocidos, o participar en organizaciones sociales.

Sin dejar de recordar que esta mayor implantación de la tecnología en los sectores de edad avanzada todavía tiene que equipararse a la de otros países. Y tendrá también efectos beneficiosos para esos dos ejes citados anteriormente: la salud y la economía.

Y lo que queda por ver es si se cumple el pronóstico esperanzador de que va a cambiar la perspectiva social sobre la vejez, esa que relega a la tercera y a la cuarta edad a áreas de pasividad y de dependencia y que “las nuevas personas mayores serán mucho más reivindicativas, sabrán inventarse nuevas formas de hacerse valer y de hacerse respetar”.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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