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Algún memorioso deberá recordar que lo primero fue el verdadero crimen ecológico y cultural que el intendente Ricardo Sánchez, de respetable y respetada memoria, cometió con las tipas de la calle 12 de abril.

Y si hablamos de crimen no solo ecológico sino también cultural, es porque pensamos lo que sería en la actualidad Colón; por la admiración que provocaría a los visitantes verse sorprendidos por el túnel verde de las tipas, ya que por otra parte no hubo nunca nada igual, si es que hubo algo similar, en la geografía urbana regional. Subsisten hoy solo dos túneles verdes, uno de ellos de tipas - el del camino vecinal Bernardino Horne de la zona suburbana local- y otro de plátanos -el sector de la exruta 14, en el tramo que va desde el hipódromo de Colón, hasta la entrada a San José- por más que estén alicaídos los dos.

Y viene a cuento antes de proseguir, insistir en ese crimen ecológico-cultural que pudo haber sido evitado solo con que la comuna local tomara a su cargo la reparación de los daños que esas tipas provocaban en las viviendas frentistas a 12 de Abril, en el caso que sus propietarios así se lo reclamaran. Una tragedia que viene a transformarse en farsa al ver tanto aspaviento que en la actualidad se hace ante la posibilidad de que sea talado algún árbol -no es que aprobemos ese accionar- o con los “salvatajes”, transformados en hechos mediáticos, de otros.

Siguiendo adelante es de recordar que, luego de la tala y durante la administración Valente -como ahora se dice- se plantaron los lapachos con los que se buscó neutralizar ese crimen, aunque sin conseguirlo. Ya que ha sido una constante el descuido que sufren los mismos y que inclusive pone en peligro su supervivencia, de lo que es una prueba notoria, no solo su floración despareja, sino el hecho de la falta de simultaneidad que se registra en ese milagro, lo que nos priva a todos -vecinos y visitantes- de esa verdadera celebración estética que significa su floración pareja y simultánea.

Pasamos en esta secuencia por etapas a referirnos ahora a los macetones existentes en la vereda mencionada por los que un gerente de entonces pidió a las autoridades municipales de la época de la plantación poder construir dejando de lado los lapachos, algo que logró, como no podía ser de otro modo en una ciudad como Colón. Una ciudad en la que hecha la ley llega siempre la excepción, sea o no la misma concedida por la autoridad competente para su habilitación, que casi siempre busca desentenderse de este tipo de transgresiones, cuando no lisa y llanamente las fomenta, como forma de incrementar así el capital político de las autoridades locales de turno.

Pero el gerente bancario se fue y un tiempo después también se marcharon -es una forma de decir- los macetones, dejando las veredas desnudas de todo verde y a los jubilados -de quienes comúnmente nadie se acuerda- privados de toda sombra en la temporada estival, en circunstancias en las que se siente piedad verlos padecer los solazos, mientras avanzan a ritmo de tortuga las largas colas a que ellos se ven forzados a formar todo el año a la intemperie.

Ahora hemos sido sorprendidos por la grata sorpresa que en el lugar de los desaparecidos macetones, de un día para otro aparecieron plantados jóvenes ejemplares arbóreos. Suponemos que detrás de esa iniciativa se encuentra la mano, y sobre todo el tesonero ingenio, de la Comisión de Arbolado Urbano.

Un órgano dotado de muchas virtudes, cuales son la falta de vocación para el exhibicionismo, ya que prefieren la invisibilidad del anonimato, el programar y trabajar con sensatez y empeño, valiéndose de recursos escasos, a lo que se añade el hecho de ser su labor honoraria.

Todo lo cual lleva a preguntarnos, medio en broma pero bastante en serio, si en lugar de enfrascarnos en crueles campañas políticas como las que nos esperan, no podríamos ungir como autoridades municipales a los integrantes de esa comisión, que son en su accionar el ejemplo más claro de todos los ingredientes necesarios para conformar una buena administración municipal, mostrándose de esa manera exactamente como lo contrario de lo que estamos habituados a ver.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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