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Una bomba que nos explotó a todos en las manos anticipadamente

Se debe reconocer, y no soy el primero en hacerlo, que existía un convencimiento generalizado que, de triunfar en las elecciones presidenciales el Frente de Todos (nombre del que se ha excluido a todas), y ya éste en el poder ( o sea, no antes de diciembre) se iba a generar una situación conmocionante, equivalente a la explosión de una bomba, cuyo tamaño dejamos librado a la imaginación, y por sobre todo a los deseos más profundos de cada lector.

Por Bucéfalo

Es que los seguidores de Macri, vaticinaban que ello, de ocurrir como ha ocurrido, iba a significar una vuelta atrás. Hacia un pasado cercano que no era necesario describir en sus facetas catastróficas, porque ya se lo había vivido.

Una situación contraria al futuro pintado de amarillo que íbamos a vivir en los próximos cuatro años, en un escenario en el que habíamos aprendido de todos los errores; muchos de ellos burdos, otros graves, y un tercer grupo que engloba a ambas caracterizaciones.

Todo ello, más allá de las malas praxis culposas en las que se había incurrido, porque estaba claro (como efectivamente había sucedido) que se habían dejado sentadas las bases, muchas de ellas no visibles, para que nuestro país ingresara en un proceso de desarrollo irreversible cuyas dimensiones eran difíciles de imaginar, aún para un pueblo que se hubiera vuelto sensato y sabio, de repente y al mismo tiempo.

En tanto, los seguidores de Cristina (y los que como ellos percibían el olor a poder, dentro de un justicialismo hecho trizas) se mantenían incólumes, concentrados en un núcleo duro, arropado por casi una tercera parte de los que votan.

Eran los que se obstinaban en una encomiable lealtad a su figura, que los llevaba a preferir seguir estando mal hasta vaya a saber cuándo, aunque a la vez estaban convencidos de que nada de ello ocurriría sino que esta vez, íbamos a ingresar en el mejor de los mundos, ya que cualquier cosa es mejor a la de seguir siendo gobernados por los personeros de la anti-patria y los representantes de las multinacionales y de los grupos concentrados locales.

Y que eso de la explosión, de la implosión o como quiera llamarse era puro cuento. Ya que se asistía a un pérfido vaticinio, elaborado y hecho circular desde los recintos oficialistas de desinformación, preñado de versiones catastróficas de lo que iba a suceder con su eventual llegada al poder. Se mostraban así convencidos de que esta vez la cosa iba en serio, y que en de veras iba a quedar entre nosotros un porcentaje de pobres mucho menor al de Alemania.

Debe aclararse que nadie podía llegar a pensar que las cosas iban a las mil maravillas, con un gobierno como el actual que sorprendió al vérselo actuando bajo la consigna del gradualismo (comportamiento consecuente con ese otro precomicial de sí se puede),cuando lo que muchos esperaban era un ajuste económico tremebundo, con miles de ñoquis- empleados públicos puestos de patitas en la calle, y toda clase de atropellos, que de rencorosos se habrían vuelto vengativos, de todos aquellos con los que Guillermo Moreno había jugado a hacerse un chistoso amenazante, cuando no violento, o de todos aquéllos que sabían que en algunas celebraciones multitudinarias, se los veía, como si estuvieran cumpliendo con un ritual de tufillo macabro, a muchos en algunas de las avenidas porteñas tomárselas con las imágenes fotográficas de personajes que consideraban cuando menos merecedores de ser befados, a las que, cuando no las escupían, las iban destruyendo, transformadas en blanco de todo tipo de elementos arrojadizos.

Es cierto que el actual gobierno era consciente de su estrecho margen de maniobras, el cual ha sido comparado desde las columnas de este medio de una manera reiterada con un hombre que intenta vadear un arroyo torrentoso, saltando de una a otras las piedras resbaladizas que afloraban de su lecho, y esforzándose por no caerse al agua.

Es que no siendo en el Congreso poco más que una minoría; a lo que se sumaba el hecho que en la justicia existían muchos jueces que se autodenominaban los legítimos; algo que hizo, en el caso de esta última , que el actual gobierno tuviera que tragarse varios sapos, servidos como si se tratara de milanesas.

Mientras que en las Cámaras, a través de los gobernadores justicialistas, se vio al gobierno ejercitarse en el juego del toma y daca, intercambiando fondos para los estados provinciales por los votos favorables de sus legisladores, a las iniciativas gubernamentales enviadas al Congreso, Mientras que a todo esto, contaban los gobiernos provinciales, con una pequeña ayudita de la Suprema Corte de Justicia. La misma se despertó inesperadamente y reparó que había tenido durmiendo viejos pleitos en los que, en algunos de ellos reclamaban el pago de sumas millonarias, y vino a resolverlos velozmente a favor de ellos y en contra el gobierno nacional, cuando casi no había terminado de instalarse.

Quiere ello decir que mientras en materia económica el nuevo gobierno hacía la plancha, a la vez derramaba por distintos mecanismos sobre los gobiernos provinciales justicialistas dinero a carradas, como nunca lo habían tenido nunca, y menos distribuido en forma igualitaria, ya que en la etapa gubernamental anterior el uso de la canilla financiera servía para disciplinar a los gobernadores.

Es que se pasó por alto, por parte del actual gobierno nacional el advertir que los auténticos acuerdos políticos son aquellos que se logran atendiendo a elevados conceptos de bien público y teniendo como mira el bien común, algo totalmente opuesto a rastreras mezquindades. Si hasta a Alicia Kirchner, encargada de la gestión de su feudo santacruceño agobiada por un desquicio anarquizante mayúsculo, se le tiró un salvavidas, en una acción propia de los espíritus nobles.
Las culpas del estallido prematuro
Siendo del todo ecuánimes, se debe admitir que el gobierno de Macri tuvo bastante que ver al menos en la fabricación de la bomba, la que como decía terminó explotando en forma intempestivamente anticipada. Pero a la vez no es cuestión de entrar a establecer qué parte correspondía a la herencia recibida y cuál a actos propios. Aunque cierto es también que el temor de los mercados y casi de la mitad de la población del país de que los generadores de esa herencia retornaran hacía que se les pusieran los pelos de punta.

Pero nunca se previó que los resultados de las pasadas elecciones primarias de candidatos presidenciales, fueran el detonante de la bomba que terminó por explotar poco después.

Es cierto que en las filas oficialistas hubo algunos despistados convencidos de un triunfo en esa instancia. Mientras que una mayoría no solo en la filas del macrismo, sino también entre encuestólogos afamados que como sea llegaron con su trabajo a conclusiones que resultaron, como es archisabido, un fiasco.

Otra cosa hubiera sido si la derrota de Macri hubiera sido por un escaso número de puntos de diferencia, ya que de ese modo se abría una posibilidad menos aventurada de remontar, que con la diferencia que se dio. Ya que presentándose las cosas como lo hacen, le es ahora necesario para cambiar esos resultados poco menos que un milagro.

Milagro en el que creen, y permítaseme un corte en la línea del relato, quienes todavía están convencidos de esa posibilidad, con el argumento peregrino de que entre los que votaron el dúo Fernández, se encontraron muchos enojados con Mauricio, por la forma en que resultaron las cosas, y que de esa manera querían castigarlo. Pero que ahora, dándose cuenta que se les fue la mano, van en octubre a revertir su voto, y de esa manera el resultado de la elección.

Retomando el hilo, bueno es empezar por destacar lo ya archisabido respecto a cuál fue la conmoción que produjo la diferencia de votos entre ambas fórmulas contendientes, inclusive los que resultaron victoriosos, para quienes en conocimiento de la seguidilla de tropelías delictivas que habían cometido Cristina y su troupe, creyendo aun en el triunfo, consideraban que el mismo iba a ser por una diferencia más ajustada.

Siguiendo con el repaso habría que señalar que fue ese el momento en que el mercado, entendiéndose por tal a inversores y empresarios, se puso nervioso. Nerviosidad que se convirtió en estampida, cuando el Fernández de orientación de género masculina, utilizó esos rompe portones, explosivos de relativamente baja peligrosidad, que hubo una época en la que eran utilizados por los chicos más grandes, para que gran parte de todo se hiciera pedazos, aunque después de eso se volviese sino distinto al menos bamboleante, ya que a veces se lo ve de varias maneras llamar al sosiego, y de repente se los ve encendiendo petardos, si bien de menor intensidad dañina que los rompe portones.

Es que así como Fernández comenzó diciendo que un dólar, cuyo valor se acercaba rápidamente a los sesenta pesos, había encontrado su acomodo. Y después de ello también el mismo debió haber sido ganado por el susto, que en su caso (justo es decirlo) considero que no era pánico, ya que se lo escuchó decir que con un dólar a cincuenta y un pesos, estaba todo bien.

Pero las cosas no estaban bien, ya que el daño estaba hecho. Algo que viene a comprobar que los argentinos persisten en no aprender que cuando alguien está con el agua a la altura de las narices, lo menos inteligente es hacer olas.
La travestización atemperada de Macri
Dejo de lado las razones que lo llevaron a tomar esa dirección, pero da la impresión que nuestro Presidente al percatarse a medias del tembladeral en que estaba metido, comenzó a anticiparse a lo que se supone va a hacer Fernández (se supone indico, porque Alberto da la impresión de ser una esfinge charlatana, que una vez dice una cosa y otra vez otra distinta, cuando no opta por manejarse con medias palabras a las que cada cual está en condiciones de completarlas como mejor le plazca) en el caso que llegue a ocupar la Presidencia e impida que Cristina lo acollare.

Es así como comenzó por congelar el precio de las naftas, decisión de la que después tuvo que rectificarse; estableció una versión moderada del cepo que hizo que en el mercado el dólar tuviese otros valores, más altos, respecto al del mercado de cambios intervenido (no otra cosa lo es el que se busca mantener estable el valor del dólar a fuerza de achicar el monto de las reservas del Banco Central; se busca la manera de presionar a los exportadores de granos para que vendan su producción y liquiden prácticamente de inmediato las divisas obtenidas en esas operaciones), y aplicar otras variantes de los precios cuidados.

No menciono a la rebaja en una mitad del monto del impuesto al valor agregado a los artículos de primera necesidad, ya que al parecer los gobernadores vienen reclamando, y más que eso chillando, a pesar de su permanente inclinación con los que menos tienen, al momento en que le toquen el bolsillo. De donde por momentos hasta hubo quienes en materia económica al menos era Fernández el que había tomado las riendas del poder (¡¡!!)
Poniendo los puntos sobre las íes
¿Qué es lo que puedo agregar después de lo dicho, de lo que se pueden extraer conclusiones entre imprecisas y difusas?

La falta del reconocimiento hacia el otro, es algo remediable con lo que no es otra cosa que un proceso de conversión y de descubrimiento que debe darse al unísono.

En cambio, de la violencia consumada y la corrupción por lo general encubierta y nunca asumida, nunca se vuelve del todo. Salvo que se haga presente un acto de contrición pública, que abra las posibilidades de lavar las culpas, en el caso de que aquél acto de contrición primera sea seguido por la demostración de un comportamiento prolongado y acorde.

Partiendo de esas premisas es que mi opinión (la que no pretende ser otra cosa que eso) es que en octubre no hay que votar a los Fernández. Porque se los ve hemipléjicos a la hora de mirar la violencia setentista, y siguen sin admitir toda la carga de corrupción que llevan a cuesta.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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