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Cristina ante los jueces
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La única verdad es la realidad

Hace bastante tiempo que el mundo es una cosa extraña, si es que alguna vez no lo ha sido. No es por eso de extrañar que todavía siendo un chico, escuchara a mi padre rezongar acerca de la dimensión que iba adquiriendo en las discusiones el argumento de que esa es MI verdad y vos tendrás la TUYA. Es que también decía que la verdad es una sola, lo que sucede es que resulta difícil descubrirla, lo que no quita que con honradez y en la medida de nuestras posibilidades estamos obligados a tratar de hacerlo.

Por Rocinante

En cambio el primer Perón, que entre sus cosas, contaba ser un gran apropiador de frases ajenas (aparte de las de su propia factura) las que, independientemente de lo acertado de su contenido aplicaba ingeniosamente en el momento oportuno, tenía dos que en cierta forma usaba como muletillas, porque siempre calzaban ajustadamente.

La primera de ellas era la que aludía a que todo debe serlo en su medida y armoniosamente, mientras que la segunda advertía acerca de que la única verdad es la realidad.

Pensé en ellas (siempre considero provechoso el recuerdo de lo que Perón decía, aunque no siempre coincidiera con lo que después hacía) al leer el editorial principal del diario La Nación, que fue un verdadero cataclismo que me provocó la indagatoria de la señora Cristina Fernández en una de las tantas causas que se le sigue.

En esa nota se hacía referencia, en primer lugar, a hechos comprobables.

Se trataba de hechos a los que cabe esa posibilidad: La empresa Austral Construcciones, de Lázaro Báez, se constituyó en 2003, pocos días antes de la asunción de Néstor Kirchner como presidente de la Nación, con un capital social de 12.000 pesos, y un año después, sin mayores antecedentes, comenzó a resultar adjudicataria de algunas de las 51 obras públicas que obtuvo en la era kirchnerista en el territorio de Santa Cruz… la mitad de ese medio centenar de obras que la Dirección de Vialidad le entregó a este grupo empresario no fueron concluidas, pese a lo cual el Estado pagó por la totalidad y lo convirtió, al término del mandato de Cristina Kirchner, en el único contratista que cobraba en término y al que no se le adeudaba dinero. Para 2015, el patrimonio de Austral Construcciones creció hasta los 600 millones de pesos. Otras dos investigaciones judiciales, las causas Los Sauces y Hotesur, dan cuenta de la retribución que habría recibido la familia Kirchner mediante alquileres de departamentos y habitaciones de hoteles por parte de empresas vinculadas a contratistas del Estado, como Báez.

Referente a todo ello es aplicable el mencionado segundo de los apotegmas de Perón, porque se trata de hechos comprobables, frente a los cuales no caben medias tintas, ya que son verdaderos o falsos. Dado que se trata de afirmaciones susceptibles de ser probadas o desmentidas. Y a esa prueba, sea cual fuere su resultado, hay que atenerse.
Cuando las cosas se complican
Antes de proseguir se hace necesario efectuar varias paradas.

Para destacar primero, que vivimos ahora en un mundo que al menos se muestra diferente (aunque cabe la fuerte posibilidad de que en realidad haya sido así siempre) en que las cosas son inarmónicas y se vienen borrando todos los límites y en la que se hacen presentes expresiones pseudo científicas o técnicas, que cuando menos sirven para volver a la verdad borrosamente confusa (lejos de las exigencias de claridad y diferencia de la filosofía tomista) que ha contribuido a convertirlo en una Torre de Babel, dado el hecho que parecen habérsenos confundido las lenguas. Con lo que se torna cada vez más difícil entendernos entre nosotros y llegar a una conclusión aceptable por todos.

Un estado de cosas que comenzó con la consolidación de la convicción de que todo es relativo, y que de ser así también lo son los valores, abriendo la posibilidad de que llegue el momento en que descreamos totalmente de su existencia. La pregunta ineludible: ¿puede subsistir una sociedad sin valores?
El desplazamiento de la verdad por la posverdad
Luego de hacer esa primera parada debemos, pasar a la siguiente.

En que se impone atender al estado de cosas en el que estamos inmersos, en el que como bien se ha dicho, estamos llegando a la situación extrema, que algún pensador ha destacado con desesperanzada tristeza, aludiendo al hecho que algo que aparenta ser verdad, pareciera ser más importante que la propia verdad.

Es que asistimos a la instalación de una novedad que viene a expresarse en un neologismo, o sea una palabra nueva, ya que no existía en nuestro vocabulario corriente ahora sea considerada la más adecuada.

Se trata del término posverdad, que a quienes les cuesta desprenderse del lenguaje tradicional, se consuelan definiéndola como mentira emotiva. En tanto no están desencaminados los que así la consideran, porque existen quienes ven descripta en ella una distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales.

De donde se ha señalado que su empleo dentro del ámbito político lleve a que se hable de una política de la posverdad, cual es aquella en la que el debate se enmarca en apelaciones a emociones, desconectándose de los detalles de la política pública, y por la reiterada afirmación de puntos de discusión en los cuales los hechos son ignorados.

De donde al respecto cabe concluir que en el ámbito de esa mentira emocional, lo único verdadero es que quienes la sostienen, valga la redundancia aparente, están convencidos de que lo erróneo (la irrealidad) es la verdad.

Algo explicable para quienes se ven aturdidos por su machacona reiteración, acompañada por la adhesión emotiva con la que se la recibe, incluso si los medios de comunicación o los expertos independientes demostraran que estos puntos fueran falsos.

En tanto un ejemplo de política de la posverdad la encontramos en informaciones en esa línea como aquella del certificado de nacimiento de Obama en el extranjero, o que el mismo profesaba la religión musulmana.

En esta forma de política la posverdad, los rumores falsos (como las teorías de conspiración sobre el certificado de nacimiento o la supuesta religión musulmana de Barack Obama que hemos mencionado), tópicos que adquieren de paso una atención que no merecen.

Todo lo cual es potenciable por dos situaciones que se hacen presentes en forma simultánea, cuales son, por una parte el hecho que la confianza en las principales instituciones, incluidas las estructuras gubernamentales y de los principales medios de comunicación, ha alcanzado mínimos históricos en países de todo el mundo Y como contra partida, según se destaca, las redes sociales que sus usuarios crean pueden convertirse en cámaras de eco donde domina un único punto de vista político, que genera un eco sistema mediático.
La desinformación y las fake news (noticias falsas)
Dando un paso más, asistimos a la aparición de palabras nuevas, o sea neologismos, una de las maneras en las que estamos resultando colonizados idiomáticamente por la utilización de palabras de otra lengua para hacer referencia a cosas o situaciones que para designarlas contamos con las palabras adecuadas en nuestra lengua.

Tal es el caso de las denominadas fake news, o sea noticias falsas, las que forman parte de un proceso de desinformación en el que juegan un papel importante la instalación de las posverdades y el mal empleo de las redes sociales, todo lo cual contribuye tanto a la manipulación política y a potencializar el clima de confusión e incertidumbre reinante.
De la guerra judicial
Al dar el siguiente paso nos encontramos aquí ante un ejemplo de colonización idiomática. Es que para designar a lo que se debiera conocer como guerra jurídica se ha convertido de buen tono entre nosotros hacer referencia en el campo de la política a la lawfare, palabra inglesa (es una contracción gramatical de las palabras "law" (ley) y "warfare" (expedición bélica) y cuyo uso se ha difundido en nuestro siglo para referirse al uso abusivo de los procedimientos legales nacionales e internacionales, manteniendo una apariencia de legalidad, con el fin de provocar repudio popular contra un oponente.

Se trata de una expresión que, según se destaca, comenzó a ser utilizada a principios del siglo XXI, en el ámbito de los estudios estratégicos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, para cuestionar la utilización de las instancias judiciales internacionales para proteger los derechos humanos, por parte del bando más débil en una guerra.

Como se lo describe en un texto que habla claramente del tema se trata de un mecanismo que se lo suele utilizar para señalar que el Poder Judicial es utilizado como un actor partidario, para impedir la carrera política de un opositor o trabar una política pública, entre muchos otros casos.

Y los casos, el mismo texto los ejemplifica preguntando: ¿Fue Watergate un caso de lawfare? ¿Hubo lawfare contra Raúl Alfonsín en el caso conocido entonces como “los pollos de Mazorín”, que tuvo varias secuelas judiciales? ¿Le hizo lawfare la Argentina a Uruguay por las plantas de Botnia, cuando lo demandó ante la Corte Interamericana? ¿Qué hay de lawfare en el Lava Jato y en sus derivaciones en Brasil y en Latinoamérica: mucho, poquito o nada? ¿Fue el gobierno de Mauricio Macri víctima de un lawfare cuando intentó aumentar tarifas de servicios públicos sin audiencias públicas?

Es por eso que se precisa que la vaguedad del concepto es un problema tan grande que puede ser utilizado también como un argumento judicial o mediático, y llegados a ese punto, incluso quien denuncia falsamente “lawfare” estará también ejerciendo un caso especial de “lawfare”, porque busca deslegitimar la autoridad judicial que pone sus acciones bajo la lupa.

¿Qué tienen que ver todo los pasos dados con aquéllos que se los ve, según sea quien es el que mira ya como políticos presos, ya como presos políticos?

Formulo de esa manera la pregunta, para hacerla más abarcadora. De manera que recaiga sobre la ex presidenta la responsabilidad exclusiva en actos escandalosos que se suponen perpetrados durante su gestión y la de su marido. O que encontrada la misma exenta de culpa en relación a esos hechos, de allí en más se dé el caso de una cascada de inocencias, incluyendo a los que no las merecen.

Es que dejando a salvo el principio de presunción de inocencia que tiene cualquier persona que es imputada por la comisión de un delito, existe un cúmulo de actos y de hechos que deben ser explicados.

Ya hice referencia a actos imputados a Lázaro Báez. No se puede ignorar que, gran parte al menos de la fortuna de Cristóbal López es consecuencia de la retención indebida de los montos que cobraba como agente de percepción impositiva, incluida en el precio de cada litro de combustible que vendía. Nadie puede olvidar los bolsos de dinero arrojados por encima de los muros de una suerte de convento, o la suma millonaria en dólares encontrados en la caja de seguridad del familiar de un funcionario en una entidad bancaria. ¿Y Odebrecht, que corrompió con sus contratos a la mayoría de los funcionarios de los gobierno de América Latina, hizo del de nuestro país una encomiable excepción? La lista puede alargase, pero con lo dicho basta.

En cuanto a la señora Fernández, la absuelta por la historia (una historia en la que sigue siendo protagonista) espero que tenga un juicio justo en sus múltiples causas. A la vez que se la vea colaborando con honestidad, fruto de la inocencia, como una imputada que se defiende, y no sintiéndose la heroína de una épica batalla judicial. Dejando de esa manera de lado esas actitudes patoteriles de su primera indagatoria judicial, que constituyó un apriete que quedó girando en el vacío, ante la lección que con su silencio le dieron los jueces.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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