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Escuché una vez, un decir que me pareció disparatado, cual es que existen trabajos o profesiones simétricas, en el sentido que muestran semejanzas que, si se miran bien, pueden llegar a ser más claras que las diferencias.

El ejemplo que se daba era una extraña, aunque lejana, similitud entre los cirujanos y los carniceros, que vendrían a explicar intricados y subterráneos vasos comunicantes entre las respectivas vocaciones.

Algo que inclusive al rumiarlo llegué a tenerlo al menos como convincente, cuando en forma totalmente nebulosa recordé que habría habido un tiempo en que los barberos -ahora renacidos por la reconversión parcial de los peluqueros- se dedicaban a hacer sangrías a sus parroquianos que decían tener la sangre espesa, quisiera decir esto lo que fuera, y que no le esquivaban el bulto a sacar, a otros, un diente o una muela.

Me pareció a la vez un poco forzada buscar simetrías entre funebreros, tanatólogos y abogados, aunque la duda se me hizo presente cuando me planteé encontrar en el policía y el ladrón figuras intercambiables, tal cual ocurría en el caso de algún juego infantil, en los tiempos en que los chicos disfrutaban jugando, y no se los veía como hipnotizados apretando las teclas de un celular.

Una posibilidad la del policía-ladrón o del ladrón-policía, que además de poder corroborarla con noticias viejas y no tan viejas, de esas que se hacen públicas en los diarios y la televisión, ha venido a mostrar una faceta novedosísima en un caso reciente.

Es que, al parecer, al llegar a su casa ubicada en el conurbano capitalino un comisario sufrió un intento de asalto y no solo repelió a sus asaltantes, sino que los persiguió buscando dominar a sus agresores. Fue allí donde reconoció a uno de ellos como un agente de su propia dependencia. Y le perdonó la vida, no de una manera literal, sino porque lo dejó ir y no lo denunció.

Vaya a saber qué estrafalaria vinculación existía entre ambos. La cosa es que por una de esas casualidades de la vida, esa Policía que vigila a otros policías nucleados en un organismo designado como Asuntos Internos se enteró de lo ocurrido, y sancionó tanto al que robaba como al que era robado.

Anoticiado de lo cual me dije, es bueno que se comiencen a diferenciar los roles, tal como con suficiencia dice mi tío.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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