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El usuario de X (antes Twitter) @nicolabrandeis envió el jueves por la noche el siguiente tuit: “Hay gente, propia incluso, q cree que ganamos una elección y ahora toca “gobernar”, definido como darle lo q quiere a la política a cambio de sacar algo, aunque sea una mierda ese algo. No vinimos a eso. Hubieran votado a Larreta si querían eso. Esto es una cruzada. Córranse.”

El usuario tiene poco más de 600 seguidores en la red, pero por quienes respondieron al mensaje, esos seguidores podrían suponerse como la crema de los “cruzados” anti casta de Milei.

Lo que plantea el usuario parece ser real: el Presidente no da señal alguna de claudicación en su esfuerzo por avanzar con un plan de reformas estructurales. Quienes en otros tiempos compartieron espacios laborales o políticos con Javier Milei hacen hincapié en que la personalidad del Presidente no les hace pensar en un cambio en sus formas.

Cuesta discernir para dónde saldrán las balas en esta escalada del conflicto entre el Poder Ejecutivo, el Congreso y las provincias. Los resultados en términos de crecimiento, inflación y pobreza dejan en claro que el país no funciona de manera correcta desde hace demasiado tiempo, y que un cambio de rumbo es inevitable si queremos torcer el rumbo de deterioro socioeconómico y moral en que nos hemos sumergido.

Al mismo tiempo, cuesta imaginar que torcer el rumbo sea posible “corriendo” todo lo que se ponga enfrente. No es evidente que el apoyo al Presidente provenga de muchos cruzados, como el tuit sugiere, más que de muchos hartos con los repetidos fracasos, a quienes Milei les señaló un culpable tangible: la casta.

Sumar conflictos es una estrategia que presenta el riesgo de lograr sumar más hartos nuevos que cruzados nuevos, sobre todo si las condiciones materiales no mejoran y la fuerza del discurso no logra pasar del discurso a la acción. El discurso de Milei puede resultarnos encantador, pero la falta de eficacia para traducirlo en avances concretos podría resultarnos decepcionante. La cruda realidad es que las reglas que rigen nuestra forma de organización política son un límite, y que ese límite lo marcan los mismos que se benefician con esas reglas. Cambiar las condiciones empieza a parecer posible sólo con el paso del tiempo, en una sucesión de períodos electorales. No es creíble que haya multitudes dispuestas a inmolarse por el cambio; no parece ser ese el biotipo del argentino promedio, más acostumbrado a la resignación tanguera que a la cruzada sacrificial.

Con una agenda quizás en exceso ambiciosa, el Gobierno acumula dos derrotas legislativas: la caída de la Ley Ómnibus y el rechazo del Senado al DNU de diciembre. Es posible que la agenda macroeconómica logre moverse durante 2024 a pesar de estos traspiés y de la falta de ayuda del Congreso. Sin embargo, tarde o temprano será necesario que las leyes que traban el desarrollo sean reformadas, para que el esfuerzo acabe en mejoras materiales para la población. En algún momento, la cruzada necesitará mostrar resultados concretos. Ir por todo o nada es, por definición, una apuesta binaria.

El usuario @nicolabrandeis utiliza el seudónimo con el cual Vadim Baranov, consejero de gran influencia sobre el Zar ruso en la novela “El mago del Kremlin”, de Giuliano da Empoli, escribía artículos periodísticos en los cuales las élites buscaban desentrañar su pensamiento y, a través de él, anticipar los movimientos del Zar.

Quizás este usuario no ejerza tanta influencia sobre Milei como la que Baranov ejercía sobre el Zar en la novela. Sin embargo, parece enarbolar banderas que describen con exactitud la actitud del Presidente ante los sinsabores que parecen propinarle sus adversarios políticos. Se está a favor del cambio, con él, o se está a favor de obstruirlo, con la casta. Una postura dialéctica que, desde las antípodas ideológicas del kirchnerismo, no se diferencia mucho de aquel en las formas, forzando a la ciudadanía a elegir de qué lado está. Ignora que, tal vez, la ciudadanía sólo está del lado de que no le joroben más la vida.
Fuente: El Entre Ríos

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