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Quisiéramos comenzar por llamar la atención a un detalle que se nos ocurre no es del todo advertido, cuando no pasa totalmente inadvertido, cual es la mutación que se ha ido realizando paulatinamente en la designación de los tradicionales y conocidos “caminos rurales”, los que de ser en su momento designados como “caminos vecinales”, se ha visto desdibujado ese apelativo, al que se lo intenta reemplazar por el de “caminos de la producción”.

La explicación de la circunstancia descripta, se nos ocurre que debería buscársela en el hecho que "en el campo quedan cada vez menos vecinos”, como consecuencia de las migraciones persistentes -un verdadero éxodo de goteo, hacia ciudades y otro tipo de poblaciones urbanas- de irremediables y graves implicancias sociales. Demás está señalar que esa apreciación significa que no hay solo que atender a la mejora y el mantenimiento de ese tipo de rutas, ya que lo que en realidad debe hacerse es prestarles una atención que por lo general no se les presta, más allá del problema que significan las lluvias que actualmente nos agobian -y de lo que es una prueba cabal la existencia de diversas iniciativas legislativas encaminadas a la restauración del mecanismos de los “consorcios viales rurales”- ya que de otra forma no solo se perjudica la producción, sino que se puede acentuar aún más el éxodo rural.

Aunque en realidad “caminos de la producción” son en realidad todos, aún aquellos que no se califican de esa manera, dado que en esa categoría entran también las rutas nacionales y provinciales, sea que cuenten o no con un afirmado y abovedado consolidado que permita su utilización permanente. De allí también la atención de que deben ser merecedores los temas viales por todos, inclusive a aquellos a quienes se nos puede aplicar el mote de “citadinos” o de “pueblerinos”, para los que muchas veces “la cuestión vial” no pasa de su preocupación o de su reacción enojosa ante la presencia del “bache de la esquina”.

Una falta atención que resulta clara frente al desinterés que parece mostrar la sociedad en general, frente a los escándalos de corrupción que han quedado al descubierto en todo lo referente a las construcciones viales. Un estado de cosas que se sospechaba desde siempre, aunque en escasas oportunidades se supo de políticos o legisladores que usaran la nariz para husmear lo que precisamente ocurría, y que resulta más inexplicable no ya en el caso de fiscales que pueden actuar de oficio ante el solo conocimiento de un hecho que pueda ser sospechado de ser delictivo, sino de los organismos de control tanto de los propios organismos viales, como los externos a los mismos que son los del propio Estado.

De allí que cabe volver a insistir como una forma de que nos despertemos de una vez por todas, respecto tanto a esta cuestión como otras muchas de la misma laya, en la advertencia no ya de que lo barato sale siempre caro, sino que la presencia de la corrupción en la obra pública se da cuando menos por partida triple, la primera porque se paga por hacerlo bien el doble de lo que costaría hacerlo bien, y la tercera, si es que tan solo hay una tercera, es que la obra se lleve a cabo como corresponde.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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