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En 1986 fue bueno ser argentino. Gobernaba Alfonsín, se anunciaba el traslado de la capital a Viedma y Maradona triunfaba en Méjico. Yo no me acordaba de todo esto. Pero vi recientemente la impecable narración "Chernobyl" que muestra Netflix y no pude menos que preguntarme qué nos ocurría en esos días, que en Rusia estuvieron cargados de una solapada tragedia. Y la pregunta me la contestó internet con un artículo de la revista Brando, de la cual, como de todo lo demás, me había olvidado.

Si no han visto esa serie, por favor anímense, pues requiere cierto coraje. Casi un documental, explica paso a paso lo ocurrido en esa central atómica que explotó el 26 de abril de 1986. Esa catástrofe ocasionó miles de muertos, desplazamientos masivos, una contaminación ambiental que continuará por centurias, y habría sido el golpe de gracia que terminó con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas al decir de Gorbachov, y generado todo eso por un cúmulo de torpezas, mentiras y traiciones.

Graig Mazin, autor del libreto y director de la serie, recalcó, lo que entre tantas calamidades puede pasar desapercibido: "La lección de Chernobyl no es acerca de la peligrosidad de la energía nuclear, la lección es que la mentira, la arrogancia y la negación de las críticas son también peligrosas”. Y en el caso presentado parecen haber sido determinantes.

Ya en años previos habrían ocurrido accidentes en esas centrales nucleares (eran cuatro), pero fueron acalladas por temor al desprestigio del gobierno. Hubo también limitaciones económicas para asegurar el mejor accionar de los controles e incluso el desconocimiento de aquéllos que podían evitar o precipitar la tragedia. Todo listo para una tormenta perfecta.

Y nosotros aquí estamos viviendo nuestra tormenta en tono menor, mucho menor sin duda, pero tormenta al fin: el ARA San Juan y su misterioso naufragio.

Creo que se ha aceptado la hipótesis de una acumulación de gas hidrógeno que, cuando se intentó conectar una batería explotó y generó un incendio y una onda expansiva que llevó al hundimiento. De lo que he leído señalo algunos puntos:

-La reparación en vida-media del submarino tardó 9 años en lugar de los 2,5 años apropiados. Durante 2008-2014 fue en gobierno kirchnerista.

-El submarino había estado 44 meses sin dique seco, al que debía entrar cada 18.

-Debía navegar hasta 100 metros de profundidad; terminó hundido a más de 900 metros.

-En los 2 meses previos a la explosión se detectaron concentraciones mayores de hidrógeno en el submarino.

-Los sensores de hidrógeno que se usaron eran para uso industrial, pero no aptos para uso naval. El cableado no habría tenido protección para incendios.

-Un incendio previo en 1998 fue apagado en dos días.

-No hay un detalle fidedigno de la misión o misiones que se le habían encomendado.

-Un experto norteamericano, Bruce Rule, dictaminó que al intentar reconectarse las baterías se liberó hidrógeno, lo que generó la explosión.

-Un accidente similar le ocurrió a un submarino norteamericano USSScorpio en 1969. Desde entonces, en Estados Unidos se prohibió la apertura de las baterías.

-La opinión del Sr. Rule no fue tenida en cuenta por la comisión bicameral que investiga lo ocurrido.

Son interesantes las declaraciones del Sr. E. Bullrich. "Se ha normalizado una cultura en todas las fuerzas armadas de la utilización de equipamientos que no están al máximo nivel de utilización. Hemos tenido pilotos fallecidos por aviones que fallan. Tenemos que revisar todos los procedimientos y la cultura de 'lo atamos todo con alambre'... El traspaso generacional de conocimiento y experiencia se interrumpió durante un tiempo y generó problemas de adiestramiento".

Las desinteligencias entre los miembros de los mandos de la Armada entre ellos y con el Ministerio de Defensa son titulares en los diarios. Como en Chernobyl hubo acusaciones de "ocultar información y subestimar el accidente".

Sin desentonar con nuestra mejor tradición, las primeras empresas encargadas de licitar la búsqueda y rescate del desdichado submarino están procesadas por cohecho.

"Mentiras, arrogancia y negación de críticas", son el pan nuestro de cada día.

Soy un pacífico y desilusionado lector de novelas policiales. Huyo de las amenazas que vislumbro. Agradezco que los reactores nucleares estén mucho más allá del horizonte, pero quizás deba "correrme" aún más.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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