Ya no nos interesa tanto mirar en las profundidades de la historia en busca de una explicación que abra las posibilidades de sanación, sino que ahora la atención, aun en ese ámbito, se vuelca en el día a día.
Dicho de otra manera, nuestra realidad se torna cada vez más acuciante y hace que las disquisiciones, que cabría considerarlas de carácter sociológico, vayan dejando paso a la psicología social, cuando no a la psicología propiamente dicha.
De allí que de tratar de desentrañar los “pecados originales de nuestra sociedad”, al decir del infravalorado Héctor Murena, hemos pasado a prestar atención creciente a lo que podría designarse como “el ánimo social”.
O sea, buscando la manera de extrapolar al ámbito social esa forma peculiar que se da en tantas familia del “cuidado” recíproco entre sus miembros, y que se traduce tantas veces en ese “semblanteo” vigilante ante la llegada de uno de ellos, al que por lo general siguen invariables preguntas, como “qué es lo que te pasa”, o “porqué venís con esa cara”.
Una inquisición que no ocurre solo entre nosotros, ya que la misma en vario países europeos, donde se supone –y así es en realidad- que las cosas son mejores en diversos grados, dio origen a grupos en principio desestructurados como fuera el caso en España de los indignados, y que a renglón seguido pasaron a estructurarse, e inclusive a organizarse sino como partido políticos – al menos a sus componentes no les gusta que los llamen de ese modo, y prefieren que se los reconozca como “movimientos”- como es el caso del “Movimiento 5 Estrellas” (en italiano, Movimento 5 Stelle, M5S), y que lleva ese nombre porque sus banderas –estrellas- son el agua pública, transporte, desarrollo, conectividad y medio ambiente.
Es por eso que en nuestra actualidad, luego de dejar atrás a la esperanza –que para tantos entre nosotros no parece ser “lo último que se pierde”-, e ingresado en otra fase en la que se hizo en un momento predominante una resignación salpicada de temor, ahora a estar a lo que se escucha o lee en los medios nacionales, habríamos ingresado en “la etapa del malestar”.
La que en algunos asume el carácter de una “sensación física de indisposición y molestia general e imprecisa”, según reza el diccionario; pero que desde una perspectiva social se hace presente en una atmósfera de inquietud y desazón que se siente ante la situación preñada de incertidumbre que transitamos”, y frente a la cual pareciera que estamos empeñados en no reaccionar.
Y es dentro de ese marco, donde se debe prestar atención a dos situaciones que se han producido entre nosotros, y de las cuales hemos tenido oportunidad de informar.
La primera de ellas, digna de figurar en un “libro de situaciones extraordinarias", es la constitución -se dice que ya cuentan con 7000 adherentes- de grupos cuyo nombre es Asociación en Defensa de los Derechos de los Afiliados al IOSPER (ADDA IOSPER), y cuyo objeto social es el defender los derechos de los afiliados, denunciar el mal funcionamiento de la obra social y visibilizar todo marco en el cual se violen sus derechos.
Es que su formación, según sus promotores, reside en el hecho de no contar con su obra social frente a problemas que deben enfrentar a diario sus afiliados, entre los que ilustran con el hecho de “tener menos prestaciones, la pérdida de documentos, el regateo cuando se le tiene que pagar al profesional de salud o al personal de la obra social”.
De allí que el surgimiento de esa entidad tenga un objetivo similar al provocado por causas de parecida naturaleza al de los grupos de “padres auto-convocados” que se han hecho presentes en distintos lugares de la provincia. Ya que en ambos casos se hace presente la existencia de una prestación deficiente – en algunas circunstancias habría que decir que “ninguna”-, por parte se servicios públicos cuya prestación es de responsabilidad estatal.
En tanto, en medio del estado que también es de confusión en que vivimos, pareciera que en ambos casos falta claridad en una estrategia que vaya más allá de lo coyuntural.
Es así como el caso de ADDA IOSPER, independientemente de la circunstancia valorable positivamente de su estructuración formal – algo que permite una actuación más eficaz y duradera- debe advertirse que, por su naturaleza, la misma tiene un mayor parecido con un “partido político” en el ámbito de una organización en las cuales los afiliados participan en la elección de sus autoridades, que de un “sindicato”. Algo que hace que la misma venga a desempeñar un cometido similar a una “leal oposición”, hasta el momento en que deban renovarse las autoridades del Instituto.
En tanto, la acción los grupos de “padres auto-convocados” es de esperar que se transforme en la de “padres organizados”, ya que es de estimar que su razón de ser va más allá de que la escuelas se abran y los alumnos vuelvan a las aulas. Ello, en cuanto resultaría sumamente valioso que los padres de los alumnos tuviesen mayor injerencia en la gestión de un sistema escolar caotizado por causas que no vienen al caso enumerar. Inclusive si su estructuración lleva a cubrir el territorio provincial, una organización de este tipo podría cumplir una función de “balanceo” entre las autoridades provinciales y los sindicatos docentes.
De donde no puede considerarse sino de una manera positiva, que se den circunstancias que lleven a lograr que funcionarios y dirigentes gremiales se los vea tener que atender a cuestiones de las lleven a dejar esa suerte de “estado de confort” en la que da la impresión en que ellos inexplicablemente se mueven en la actualidad.
De todo lo cual, y en forma sobreañadida, cabría extraerse una conclusión con aires de moraleja, cual es que, la mejor manera de dejar atrás el malestar social es mediante la acción amigable y positiva de todos.
