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El fallecimiento de la Reina Isabel II de Inglaterra ha repercutido en todo el mundo y conmovido a la mayoría de los ingleses.

Su lugar en el mundo, además de no haber hecho en muchos aspectos nada fácil su existencia, si se tiene en cuenta, además, la circunstancia que su reinado por siete intensas décadas sea el período más largo en que un monarca lo hiciera en ese país, no resulta fácil de precisar.

Es que según los textos jurídicos que se ocupan del tema, el papel que le cabe desempeñar al monarca, y en este caso a la reina, en su condición de jefa de Estado –al haber sido un monarca constitucional de un régimen parlamentario- es ceremonial y estrictamente apolítico.

Es por eso que sus funciones gubernamentales se reducían al nombramiento del primer ministro, surgido de la mayoría de los miembros del Parlamento, firmar las leyes aprobadas por aquél, formalismo que no significaba su consentimiento ya que no estaba entre sus poderes pronunciarse al respecto, ya aprobando o vetándolas, y efectuar diversos nombramientos. También expresar la unidad de la nación en eventos conmemorativos.

Se ha indicado también que, de acuerdo a la información oficial de la monarquía británica, “la Reina ve el servicio público y voluntario como uno de los elementos más importantes de su trabajo (...) tiene vínculos, como Patrona Real o Presidenta, con más de 600 organizaciones benéficas, asociaciones militares, organismos profesionales y organizaciones de servicio público”.

Explicándose también que “estos patrocinios y organizaciones benéficas cubren una amplia gama de temas, desde oportunidades para los jóvenes hasta la preservación de la vida silvestre y el medio ambiente. Tener a Su Majestad como Patrona o Presidenta Real, proporciona una publicidad vital para el trabajo de estas organizaciones y permite que se reconozcan sus enormes logros y contribuciones a la sociedad.”

Dentro de ese contexto, “la Reina Isabel también apoyaba y alentaba los logros en todos los ámbitos de la vida a través del Programa Anual de Investiduras. En este tipo de eventos una persona es reconocida mediante un premio entregado personalmente por la Reina o por algún miembro de la Familia Real. El beneficiario visita una residencia real, generalmente el Palacio de Buckingham, con miembros de su familia, para recibir sus insignias.”

En tanto, en la enumeración precedente queda desdibujado y hasta invisible el papel especial que juega la Monarquía inglesa, y que la Reina Isabel II supo ejercer, durante su largo reinado con una estrictez encomiable. Rol de un carácter inasible, por ser de carácter simbólico, circunstancia que no lo hace menos importante, cual era expresar en el interior del territorio la unidad de los ingleses, y fuera de él ser la personalización de lo mejor de reino.

En suma, ¿el monarca, en verdad, gobierna? No, por cuanto, según una vieja expresión, “reina pero no gobierna”. ¿Puede ser considerado un “estadista”? Tampoco, aunque si es tentado de actuar como tal, casi con seguridad le irá mal… ¿Y político? Menos todavía. Y no puede calificarse de “estadista”, por cuanto siendo sus facultades acotadas, a lo sumo cabría designarlos como hombres o mujeres “de Estado”; independientemente de sus aptitudes, sofrenadas”.

Paradojalmente, mientras las monarquías han visto menguado su poder al convertirse en una pieza importante de las llamadas “parlamentarias”, en el caso de las repúblicas democráticas, puede ocurrir que, atento a la extensión de sus atribuciones, se las llegue a considerar como “monarquías electivas temporarias”.

Claro está que esa circunstancia no los convierte a los presidentes automáticamente en estadistas, por más que muchos de ellos así lo tengan por cierto. Ya que, tal como también se ha dicho, se hace necesario distinguir entre lo que es tan solo un “gobernante” y lo que es un “estadista”.

Porque nuestros presidentes, generalmente son meros gobernantes o políticos que han accedido al gobierno. Mientras que “estadista”, y como tal digno de ser así considerado, es aquél que resuelve de una manera justa la tensión que se hace presente en el gobierno, frente a la cual debe mostrar su capacidad de unir los intereses contrarios que tienen su origen en ser un hombre o mujer de partido, con una misión superior de mostrarse, y sobre todo ser realmente, presidente de todos.

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