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Los sucesos vividos en los últimos días en los Estados Unidos han producido una conmoción mundial. No porque acontecimientos de este tipo a esta altura de los tiempos puedan sorprender a nadie, sino por cuanto era considerado como una certeza inconmovible, que ese tipo de cosas “no podían suceder” en su caso.

En apoyo de ese punto de vista generalizado, se señalaban una serie de circunstancias que decían de su fortaleza institucional. Se lo recalca, de su fortaleza institucional, ya que en otros aspectos tanto la sociedad norteamericana como sus gobiernos merecen críticas valederas.

A ese respecto se recuerda que el Capitolio de Washington había sido ocupado, hasta el momento actual, una sola vez, y esto en 1814, durante poco más de un día por fuerzas británicas en ocasión de lo que se conoce como “la quema de Washington” durante un conflicto bélico entre ambos países (1812-1815).

A lo que se agrega, el hecho mayor que los presidentes estadounidenses, desde el primero – George Washington, 1789/1797- hasta el actual, se sucedieron en su cargos sin solución de continuidad, ya que esa sucesión no fuera, en ningún momento, la consecuencia de un quiebre constitucional.

Dada esa circunstancia, resulta harto problemático efectuar comparaciones y encontrar similitudes entre las coyunturas que se viven en ese país y el nuestro.

Se trata de un intento que busca meter en una misma bolsa, al “populismo” que estaría presente, en lo que no sabernos si es del todo correcto designar como “trumpismo” y “kirchnerismo”.

Máxime si se tiene en cuenta la denominada “tesis
Adamovsky” en alusión al criterio sustentado por el historiador de ese apellido y de nombre Ezequiel. Este señala que “en discusiones políticas y en los medios, el concepto “populismo” suele mencionarse como una amenaza. Pero no existen en el mundo movimientos que se autodefinan así. Y efectuando un recorrido cronológico sobre el término, arrancando en la Rusia de 1800, pasando por América Latina e incluyendo el sentido positivo que le dio Ernesto Laclau; me pregunto ¿sirve una categoría que se le puede aplicar tanto a la coalición de izquierda griega de Syriza como a sus enemigos del movimiento neonazi? Es por eso que concluye afirmando que "como concepto para entender la realidad, el populismo se ha extinguido".

Se trata la expuesta de una postura negacionista, la que es enfrentada por los que afirman su existencia; aunque argumentando en su defensa, muchas veces lo hacen cediendo; al admitir que en el populismo se asiste a la presencia de dos vertientes, o sea un “populismo de derecha”, en la que cabría encasillar al “trumpismo”, y otro “de izquierda” en el que encontraría su lugar el “kirchnerismo”.

A la vez, existen quienes consideran que si bien el populismo como doctrina, debe considerarse extinguido, a lo que se asiste es a la emergencia de líderes con un especial carisma, que aspiran o alcanzan el poder, como consecuencia de la insatisfacción y hastío de extensos segmentos de la población; desencantados como se encuentran con la mediocridad de la dirigencia social y política actual. A la que aplican motes que hacen referencia a su carácter “oligárquico”, como ocurriría cuando se hable de la “partidocracia”, o de diversas “oligarquías”, entre las que se encuentra la sindical.

No se puede, sin embargo, dejar de señalare que existen quienes dejan de lado todas esas disquisiciones a las que descalifican como “intelectualoides”, para descender al terreno de la controversia política concreta.

Y es así, que se da el caso de los que entre nosotros, no hacen ningún ejercicio intelectual, cuando se pretende encontrar similitudes en la comparación “entre Donald y Cristina”.

Semejanzas que aun en el caso de ser ciertas son en su mayoría irrelevantes como muestras de una determinada construcción política. Tal el caso de que ambos son millonarios; circunstancia que por sí sola no alcanza, ya que habría que avanzar buscando desentrañar su origen.

En el negarse a trasmitir el mando al sucesor, tampoco puede verse una coincidencia de naturaleza política, ya que se trata en lo fundamental de una cuestión de buenas maneras, y a lo sumo de corrección cívica.

De otro cariz son expresiones, a las que bien puede asignárseles el carácter de consignas, que dejan entrever propósitos y objetivos.

De esa manera cabe recordar que el presidente Trump, el día que se reunieron en el Capitolio los legisladores con la finalidad de proclamar como tal a su sucesor, convocó a sus incondicionales a reunirse frente a la Casa Blanca, y luego de insistir en que “le habían robado la elección”, los instó a marchar sobre el mencionado Capitolio para “hacer valer sus derechos”.

En tanto, todavía se recuerda que la actual vicepresidenta, durante su anterior gestión presidencial, en ocasión de un acto oficial en Rosario, frente a sus seguidores musitó -más en forma gestual que verbal –ya que lo que se le escuchó decir era apenas un poco mas y a la vez un poco menos que un susurro, el no siempre recordado “vamos por todo”.

Y ambas formas de decir, dejando afuera todo vinculación con cualquier tipo de populismo, suena a peligro, ya que como debiera ser sabido, y tantas veces en forma repetida se lo ignora, toda democracia con pretensiones de volverse “plebiscitaria” termina en una de las perores formas de “autocracia”. Independiente de las formas que adopte.

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