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De repente me encontré una nueva lista de los potenciales y futuros “arrepentidos” a Sergio Taselli. Hace mucho tiempo de esto, recuerdo que mi padre lo venía siguiendo.

Desde los tiempos en que se hizo cargo del frigorífico de Santa Elena, que también según mi padre, fue una manifestación más de las veleidades empresariales de un gobernador que supimos tener, buenísima persona él, pero que tenía esos arranques, que por lo que he escuchado, me hacen pensar que era la contracara buena de la vecina de El Calafate.

Aventuras empresariales, que según seguía pensando mi padre, aunque por mi parte no creo que sea para tanto, terminaron fundiendo al “viejo” Banco de Entre Ríos.

Como decía, mi padre lo tenía a Taselli en la cabeza, y yo cuando él se fue, tomé la posta y me mantuve siguiéndole el rastro. Cosa grande ese Sergio, que se apellida Caselli. Que hasta tiene la suerte, o la habilidad (que creo es lo cierto) que lo confundan con su hermano Alberto, alguien de laya parecida, de manera que así no se sepa de quién se está hablando y a cuál de los dos es al que se está buscando.

Sergio, y por qué no también Alberto, me hacen acordar a Atila, un caudillo bárbaro que creo era algo así como mogol, que estuvo en un tris en tiempos idos de conquistar sólo toda Europa, de donde nosotros todos podríamos haber sido descendientes suyos… Porque según dicen, Atila era tan terrible que donde su caballo pisaba, no volvía a crecer el pasto.

Y eso es parecido al comportamiento de mi Sergio, que se ha venido prendiendo desde los tiempos del riojano presidente; compraba a todas las empresas fundidas o en vías de fundición que le caían en gracia, para desguazarlas y quedarse con los vueltos. La seguidilla es grande, y el costo de sus actos fue mucho mayor que ese desguace, ya que significó no solo que trabajadores y sus familias se quedaran en la calle, sino también un montón de muertos.

Los nombres de las empresas son conocidos y van desde Parmalat, sin computar a Santa Elena, hasta Edecat (Catamarca) y Edefor (Formosa), sin olvidar tampoco las minas de Río Turbio, las que también tuvo a su cargo. Aunque allí, si el daño fue grande, de cualquier manera resultó chico atento a lo que ha pasado después. Para seguir con la lista que no se acaba, habría que mencionar su paso por los Altos Hornos de Zapla, y su transformación en empresario ferroviario con su explotación del Metropolitano y de las líneas de ferrocarril Belgrano Sur y San Martín.

De donde es un ejemplo que en esta nuestra Argentina generosa, si uno se da maña es posible sacar aceite hasta de las piedras. ¿Cómo llamar a este tipo de personajes? “Depredadores carroñeros”, se me ocurre, aunque no sé si es lo suficientemente agraviante para ser la que mejor les quepa.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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