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La jueza María Eugenia Capuchetti
La jueza María Eugenia Capuchetti
La jueza María Eugenia Capuchetti
Consideramos que luego del lamentable atentado fallido en contra de la Vicepresidenta, lo más sensato, y además prudente, es “desensillar hasta que aclare”, como lo aconseja un viejo dicho campero.

Algo que no significa otra cosa que dejar que la justicia haga el trabajo que corresponde, para que esa tentativa de homicidio sea totalmente esclarecida. Algo que significará la confirmación de la autoría del hecho, por parte de su autor y del papel que jugó –si es que lo tuvo- su supuesta cómplice; a lo que se debe agregar establecer la existencia de supuestos instigadores, o cómplices en esa condenable maniobra.

Una postura a la que consideramos valedera, y por ende creemos correcta. Aunque al formularla, no podemos dejar de manifestar un alto grado de escepticismo, respecto a que sea la que se llegue a adoptar en el campo de las acciones concretas.

Es que no podemos dejar de señalar que desde antes de que se produjera el atentado –y apenas conocida la acusación fiscal contra la víctima de la agresión-, por cuestiones totalmente ajenas al posterior desencadenamiento de los hechos y allí hasta el presente, hemos asistido a una seguidilla de situaciones que dan la impresión, no solo que estamos avanzando en dirección contraria a lo aconsejable, sino que tampoco puede descartarse que se lo haga de una manera deliberada con el único propósito de sacar réditos políticos. Se trata de un hecho que, grave en sus fallidos propósitos, pudo haber terminado en una tragedia de mayores proporciones. Es, en suma, como si desde las jornadas previas a lo acontecido se hubiera asistido a un empeño cierto de hacer mal las cosas.

Por ello que, de aquí en más, en el transcurrir de estas líneas nos limitaremos a ocuparnos de cuestiones vinculadas con lo acontecido, que, si bien consideramos de importancia, no deben dejar de considerarse como “cuestiones periféricas”.

Entra en esa categoría, aunque más no sea de una forma marginal, la declaración de feriado nacional el día posterior al del atentado. Ya es bastante el tiempo y el dinero que se pierde por “el no trabajar”, sin haber medido el costo económico que para la sociedad tuvo ese innecesario “parate”. Sin contar la circunstancia que exacerbar la sociedad es aún menos recomendable cuando ya están sus integrantes con los nervios a flor de piel.

No puede dejar de sorprender también, que el Presidente de la Nación, al que debe suponerse en pleno ejercicio de sus poderes, lo primero que haya decidido hacer es convocar a representaciones de los partidos y coaliciones con representación parlamentaria, para arribar a consensos acerca de los pasos a seguir, en el orden institucional y político después de lo acontecido.

Cabe una referencia final, en lo que hace a las medidas que se deben adoptar encaminadas a la protección de la Vicepresidenta. Es que la misma no es una persona cualquiera, sino que es –y así debe considerársela- como la “Vicepresidenta de todos los integrantes de nuestra sociedad”. Y como tal se hace necesario extremar las medidas encaminadas a protegerla, inclusive con la adopción de resguardos que ella puede considerar innecesarios. Y que por ende se los debe adoptar “a pesar de ella”.

La pregunta acuciante que queda flotando en el aire es ¿cuántas veces más nos tocará referirnos a la necesidad de desensillar hasta que aclare?

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