Hoy se jurará el partido que todos estamos esperando. Hoy, en Quito, la Argentina se mide contra Ecuador para ver si tiene chances de ir al Mundial de Rusia 2018. Los sentimientos detrás de este encuentro nos dejan mucho para aprender.
El jueves pasado se vivió el partido con Perú como una final. Las calles estaban vacías; amigos y familiares estaban reunidos frente a la televisión. Como cada cuatro años, estábamos casi todos haciendo lo mismo: mirando si entraba o no esa maldita pelota en el arco contrario.

Lamentablemente, no lo hizo. Y ahora, con el corazón aún más en la boca, esperamos ansiosos poder clasificar en este torneo de fútbol global.

Algunos dicen que se requiere un milagro, ya que prácticamente no hemos ganado nunca en este lugar; otros dicen que sólo necesitamos un poquito de suerte. Otros de la iluminación de Messi, y otros de todo el equipo.

También están las conjeturas respecto a todos los resultados posibles que se pueden dar en esta fecha de eliminatorias con el resto de los países. ¿Nos dará una mano Brasil? ¿O Colombia? ¿Tendremos suerte y llegaremos por la desgracia de otros?

Expectantes, sí, estamos expectantes. Quizás lo positivo de este encuentro, que parece tan angustiante, sea ver cómo una gran parte de los argentinos, sino es la mayoría, no han perdido las esperanzas. Sí, la ilusión se mantiene y eso es algo para destacar y replicar.

Es que no debe ser sólo en el fútbol en donde estemos atentos hasta el último segundo para que sucedan las cosas sino en la vida en general. El tirar la toalla es algo que solemos hacer muchas veces pero, sin embargo, no lo hacemos tanto en este deporte.

Hay muchas cosas de este espectáculo que se critican constantemente. Una de ellas es la violencia, fiel reflejo de un problema social que nos aqueja. Lo mismo respecto de la corrupción. Pero también tiene aspectos positivos. Y estos son necesarios resaltarlos y traspasarlos a otros espacios de nuestra vida.

Puede que hoy nos quedemos afuera. Puede que hoy tengamos una chance más. Lo importante es recordar que la ilusión es lo último que se pierde y que esta es un gran motor, aun cuando parezca un cliché.

Sí, esta es el combustible para alcanzar muchas veces lo imposible.

Aun cuando no quedemos, aun cuando nos descreamos de todo, haber llegado hasta el final pensando que se podía es importante. Y debemos aferrarnos a ello. ¿Por qué? Porque como en la vida hoy capaz recibimos un no, pero mañana este puede ser un sí.

Pasará lo que tenga que pasar, pero es como nosotros llegamos acá lo importante. Seguramente el día de mañana necesitaremos en otro aspecto de nuestra vida creer hasta el final. Y sea un sí la respuesta. Muchos casos de éxito nos invitan a creer. Enhorabuena por creer.

Enviá tu comentario