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El "plan llegar", en ejecución
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Es curiosa la polvareda que levantó el canje de deuda de corto plazo por bonos con vencimiento en 2024 y 2025. En un país normal, la transacción no ocuparía más que alguna columna en un medio especializado en temas financieros, ni mantendría en vilo más que a algunos operadores del mercado de bonos. En un país normal, refinanciar las deudas es una práctica normal.

Pero Argentina, claro está, no es un país normal. La transacción no solo se convirtió en un asunto de máximo estrés político, sino que ocupó grandes titulares en los medios nacionales durante gran parte de la semana.

La incapacidad del Tesoro nacional para obtener financiamiento fresco, sumada a algunas amenazas de economistas de la oposición respecto de no respetar los términos de los bonos que se están emitiendo, había acortado los plazos de la deuda hasta un punto insoportable. Si no se lograba extender los plazos, los bonos serían impagables y habría una crisis en el corto plazo. Desde el punto de vista del Tesoro, el canje de deuda era impostergable.

El gobierno debe tomar decisiones a diario. El despectivamente denominado “plan llegar” es el plan racional para quien está en el gobierno, vistas las restricciones políticas que parece haber para recurrir a otras soluciones más duraderas. El canje de deuda era una buena manera de evitar un default y una crisis inminente.

La oposición, por su parte, percibe que la deuda creciente, que por sus términos no se licua con la inflación, le presenta un desafío que, si no se lo corrige ahora, recaerá sobre la próxima administración, para la cual se siente predestinada. El bloque legislativo de Juntos por el Cambio publicó un comunicado en el que criticó el canje de deuda, aduciendo que sólo traerá mayor inestabilidad. Evidentemente, Juntos por el Cambio prefiere que tal inestabilidad afecte a la administración actual.

En el medio de estas necesidades, financieras, teñidas de política, estaban los únicos que se jugaban el pellejo: los tenedores de los bonos sujetos al canje. Se vieron involuntariamente enfrentados a un dilema incómodo: si nadie canjeaba sus bonos, no sabrían si podrían cobrar al vencimiento; si extendían, no despejaban la incertidumbre, sino que apenas la pateaban hacia adelante y se los acusaría de favorecer al gobierno.

No había dudas de que el Banco Central, el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, los bancos públicos y otros entes del sector público, que en conjunto tenían en cartera aproximadamente la mitad de los títulos sujetos a canje, aceptarían las condiciones ofrecidas.

Sobre los restantes tenedores, y en especial sobre los bancos privados, recayó una campaña feroz en las redes sociales para que evitaran participar, so pena de ser considerados poco menos que traidores de la patria. ¿Qué deberían hacer los bancos? Un default de los bonos podría haberlos llevado a la bancarrota. Así que el sentido de la decisión, más allá de las emociones partidarias, era evidente.

Los críticos argumentaban que los bancos no manejan su dinero, sino el de los depositantes. Cabe preguntarse, entonces, ¿qué deberían preferir los depositantes? Es posible que no les quedara otra que preferir el canje. Si el banco sufría grandes pérdidas, los depósitos entraban inmediatamente en riesgo, porque perderían respaldo. No corresponde al banco decidir desfinanciar al Tesoro por cuestiones políticas, sino ejercer su rol fiduciario de defender a los depositantes. Aceptar el canje fue la forma de hacerlo mejor. Las decisiones políticas, en todo caso, recaen sobre los depositantes; si éstos no quieren financiar al Tesoro, pueden retirar sus depósitos y forzar a los bancos a liquidar sus tenencias de bonos. Mientras existan los depósitos, el banco deberá colocar los fondos en algún lugar.

Los resultados del canje fueron mixtos. El Tesoro logró una aceptación de 58% para su propuesta, menor a lo esperado. Es cierto que esto no significa que el resto de los tenedores ya no esté dispuesto a financiarlo, sino que quizás representan mandatos de inversión que no toleran un alargamiento de plazos. Tales mandatos podrían volver a comprar bonos cortos cuando sean emitidos. Como los bancos, solo quienes invierten en tales mandatos pueden forzar la venta de bonos.

Al final de cuentas, todas las partes decidieron sobre la base de lo racional. Opinar sobre lo que otro tendría que hacer es sencillo cuando no se sostiene el timón.

El Tesoro despejó de su mandato el 58% de su problema financiero. Los bonistas lograron evitar una crisis inminente, y los depositantes evitaron tener que correr contra los bancos. ¿Juntos por el Cambio? Una gestión exitosa le demandará tener un plan para el problema de la deuda, y más le valdría ir pensando en ella. También para la oposición, es probable que el canje haya sido una solución mejor que una crisis profunda de ramificaciones inescrutables.
Fuente: El Entre Ríos

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