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Acerca de los decires y desdecires de un funcionario

Ya dimos cuenta de la información en nuestro sitio digital de una manera completa, pero nos parece importante volver sobre la cuestión en esta columna, en una de sus facetas.

Obviamente, lo más importante es la agresión que recibiera el actual y enjuiciado Intendente de la ciudad de Paraná Sergio Varisco, por parte de una patota (uno de cuyos integrantes era mujer), en momentos en que el funcionario llegaba a su casa. Como consecuencia de ello sufrió lesiones graves que obligaron a su internación.

Cabe poner lo que se considera “importante” dentro del contexto de la situación social en que vivimos, en la que “lo importante” pasa a ser un hecho más dentro del contexto de gravedad extrema que dicha situación revela.

Al fin y al cabo, y lejos de no condolernos por lo sucedido, Varisco fue más afortunado que tantos otros que no solo resultan lastimados, sino que pierden la vida en hechos parecidos.

Y no sirve para que cambiemos ese juicio procurándole dar mayor entidad de ser ello posible, aludiendo a la circunstancia que el agredido es un funcionario público, cuando nadie ignora que se ha inducido a los asistentes a los partidos de futbol a corear entusiasmadamente “Macri, basura, vos sos la dictadura”, cuando no se lo trata de “gato”, de una forma no precisamente cariñosa como menciona un chiquilín de barrio a un chico rubión y con sus ojos con forma y color peculiar, sino dando cuenta, no solo por el tono con que se pronuncia la palabra, su carga evidente de menosprecio.

Lo mismo que sucedió -algo que no puede caer en el olvido- en ocasión en que en la Cámara de Diputados de la Nación se debatía un proyecto de ley acerca de un tema muy sensible, y cuya votación iba a tener resultados que serían muy ajustados. Se vio allí a un grupo de legisladores que recurriendo a todo tipo de zancadillas y otras trapisondas lograron la suspensión de la sesión, ya que alternativamente se veía a los diputados salir a la plaza y, sumándose al grupo de violentos que conformaba otro mayor que reclamaba contra la posibilidad que el proyecto en cuestión tuviera andamiento, munidos de piedras y cascotes se esmeraban en hacer blanco en el edificio del parlamento.

Es que lo que se debe entender de una vez por todas, y lograr que se haga carne entre nosotros, es que cualquier tipo de agresión contra los funcionarios es, para empezar, una manera de “escupir para arriba”, que es lo mismo que auto injuriarse, ya que teniendo en cuenta que el que ocupen sus cargos es consecuencia del voto popular, esa es una manera de agraviar al pueblo todo. Hasta diríamos que es ese comportamiento de mayor gravedad que los conocidos saqueos que han efectuado muchos funcionarios y sus compinches, porque con conductas como las señaladas están viniendo a degradar lo poco que nos va quedando de institucionalidad auténtica y no meramente formal.

Pero no es solo Varisco el objeto especial en esta ocasión de nuestras consideraciones, los dichos y contradichos, o sea las afirmaciones y las aclaraciones que dan la impresión de rectificaciones, que ha efectuado no un “militante” cualquiera –en cuyo caso sería explicable, aunque no justificable- sino nada menos que el Coordinador General de la Secretaría de Trabajo de la Provincia –algo que no resulta ni explicable, ni justificable- en relación al presente sucedido.

El mensaje y el contra-mensaje dicen –y se desdicen- de la forma siguiente.

El primero de ellos señala que “Repudiamos la violencia contra Varisco pero no demonicemos al atacante. Este es un claro ejemplo de que “el ataque de poderoso es justicia, el ataque de pobre es violencia”, con la promesa de trabajo no se juega”. Ignoramos si existió alguna promesa de Varisco, aunque no es de extrañar que así ocurriera si se tiene en cuenta que según una expresión de la sabiduría popular “los políticos antes de las elecciones se la pasan saludando y prometiendo y luego de las elecciones, si ganaron, siguen prometiendo”.

Pero ese mensaje evidentemente no cayó bien, ya que la aclaratoria rectificativa no tardó en hacerse pública y por la misma, se puede leer el “Repudio total y llanamente cualquier acto de violencia, considerando que las vías de reclamos no son estos actos. Quienes me conocen saben que no soy una persona violenta optando por la vía del DIÁLOGO como resolución de un conflicto, brego por la pronta recuperación del intendente VARISCO”.

Por nuestra parte, la lectura entre líneas, por otra parte nada complicada del primero de esos dos mensajes, nos lleva a pensar que nos encontramos, ante una versión edulcorada, pero apenas disimulada, del argumento de la guerrilla setentista, de que la violencia de arriba es la que genera la violencia de abajo. ¿No se llega a esa conclusión comparando esa argumentación con la del funcionario cuando en su rectificación aclaratoria se lo ve señalar que “el ataque del poderoso es justicia, el ataque de pobre es violencia”?

A su vez la lectura de los dos mensajes en conjunto, nos colocan ante el dilema de cuál de los dos es el que expresa las íntimas convicciones del funcionario, partiendo, por nuestra parte, de la convicción de que las tiene, o sea que aun en lo más recóndito de su corazón ellas están presentes.

Y a la conclusión que opinamos debe llegarse es que se está expresando también él “sinceramente”, aunque a distintos niveles.

En el nivel más profundo está convencido de lo primero. Sobre todo teniendo en cuenta que los agresores de Varisco son dignos con casi seguridad de lástima, pero no por ello lo que hicieron deja de ser condenable.

Y en un nivel superficial tuvo conciencia de lo que decía no era “políticamente correcto”, máxime en estos tiempos electorales, en los cuales lo importante es mostrarse al menos prolijos y juiciosos, cosa de no enojar a nadie.

¿Qué dirán y harán los funcionarios que están por encima de él? Porque hagan lo que hagan lo señalado debería verse como una señal de… no vale la pena escribirlo.

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