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No es nuestra intención entrar en la ocasión en el estado concreto de la educación y del sistema educativo en nuestro país, y en especial en el de nuestra provincia, en las actuales circunstancias. Ello así, sobre todo, a pesar de la preocupación que ello nos provoca -ya que no podemos permanecer ajenos al problema- por esa mezcla de politización extrema y de un “dejarse estar” al que se asiste, y en la que las autoridades educativas, y la principal agremiación docente de la provincia, parecieran estar bailando un “minué” de nunca acabar. Una danza para la cual, la pandemia les ha servido de un magnífico pretexto, para un “status quo” que evidentemente no favorece a nuestros chicos y adolescentes.

Nos ha parecido en cambio de interés compartir con nuestros lectores algunos párrafos de un último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) -designado como “El impacto de la Covid-19 en la educación”-, en el que se hacen referencias a lo que entre nosotros sería útil tener en cuenta -más allá que el informe está referido fundamentalmente a la situación educativa en Europa, como consecuencia de la actual coyuntura-; y más aún, a algunas consecuencias del cierre escolar decretado durante la primera ola de la pandemia en el continente europeo.

Se trata, según las mismas palabras utilizadas en el informe, de atender al fuerte impacto en la educación que ha producido la pandemia, y sobre todo de las consecuencias sociales y económicas que se dejarán sentir a lo largo de lo que resta de siglo.

Es así como en el informe aludido, se comienza por advertir que la crisis económica desencadenada por el coronavirus puede desembocar en los recortes de los recursos estatales en la educación, tal como los experimentados en la crisis anterior de principios de siglo, provocados por otras circunstancias.

Algo que, trasladado a nuestra coyuntura, debería llevar a padres y maestros a estar atentos y vigilantes en relación a la forma en la que el Estado a todos sus niveles, asigna los recursos estatales, máxime en esta situación de penurias, la que tiene por causa no solo a la pandemia.

Una forma de comportarse, la que en realidad no debería ser una actitud que acompaña a la coyuntura, sino de carácter permanente, y que debería servir para erradicar esa inconsciente negligencia por la que nos dejamos ganar tan a menudo, y que hace que pareciera llevarnos a no advertir que la plata que el Estado despilfarra a diestra y siniestra, no es en realidad “dinero suyo”, sino que es “nuestro”, y por lo tanto deberíamos frenar toda aplicación que no respete un adecuado orden de prioridades. De lo que se trata entonces es de exigir que no se efectúen recortes de recursos en un ámbito como ese, en el que deberían incluso ser aumentados, a la par que lograr que ellos sean aplicados de la manera más eficiente posible -algo que ahora lamentablemente no ocurre, por las diversas corruptelas que hacen posible su desvío, y que no es el caso en la ocasión sobreabundar, máxime cuando muchas de ellas son archiconocidas- de manera de hacer realidad en los hechos, lo declamado en consignas en las que no siempre se persevera al momento de tratar de convertirlas en reales, las cuales se vienen a resumir en aquello de lo que “los fondos estatales que se destinan a la educación, no son un gasto sino una inversión”.

Un enunciado conceptualmente acertado, siempre que se tenga en cuenta que toda aplicación de esos recursos, con destinos que no se compadecen con ese objetivo “inversor” -respecto a lo cual lo mejor es ahora no entrar en detalles- no son sino un gasto disfrazado de inversión.

Para ilustrar lo dicho con un ejemplo que tiene solo de positivo que no nos señala bien de cerca, y que por eso nos va a herir susceptibilidades muy sensibles entre quienes en nuestra provincia han ocupado y lo siguen haciendo posiciones de gobierno, es que hacemos referencia al hecho que acaba de circular como noticia en realidad atrasada, que en una provincia “fundida al máximo”, como es la de Chubut, y más precisamente en Comodoro Rivadavia se encuentra en construcción, ahora por razones obvias paralizada, de lo que sería una versión mejorada y aumentada del edificio del Luna Park de Buenos Aires. Entretanto, sería bueno saber si se han escuchado reclamos por parte de padres y docentes chubutenses ante un desvío de fondos como ese.

Prosiguiendo con el análisis de ese informe, debe puntualizarse que en el mismo se hace referencia al hecho que en muchos estados europeos se decidió adelantar o acortar las vacaciones para reducir el impacto del cierre escolar (el informe menciona como ejemplos, inclusive países que no son europeos como son los casos de Australia, Chile, Corea y Lituania).

Es por eso que, teniendo en cuenta que por el hecho que la secuencia de las estaciones en el Hemisferio Norte, es inversa a la que se da en el nuestro, la pregunta que queda flotando, es no solo la que interroga si en nuestra provincia se está trabajando en la elaboración de “programas de transición” a implementar en la mayor parte de las asignaturas, encaminados a suprimir la brecha con la que el ciclo lectivo normal resultó castigado por las crisis sanitaria, sino también preguntarse si no debería ser posible anticipar al mes de noviembre el final del actual período escolar, a la par que acortar la duración de las vacaciones de verano y de invierno. No nos animamos en cambio a sugerir que los sábados se den clases, como ocurría en épocas lejanas, porque prevemos la dimensión de las reacciones que una sugerencia de este tipo provocaría.

Pero volviendo a las repercusiones económicas de la crisis sanitaria -sobre las cuales el informe de la OCDE pone el acento-, se debe señalar que en el documento se cita un estudio de dos calificados economistas, según los cuales, como consecuencia de la pérdida del equivalente a un tercio de un curso académico en un país (y la subsiguiente pérdida de aprendizaje y habilidades y con ellas de productividad), su “Producto Interior Bruto (PIB) podría ser un 1,5% más bajo en promedio durante el resto del siglo”.

O sea que esta parálisis educativa -aparte de la incidencia global apuntada- va costar a mucha gente, mucho dinero en términos de formación perdida.

Todo cual, mirando esta crisis apabullante, nos lleva a preguntarse si desde otra perspectiva, de buscar encontrarle un aspecto positivo, el mismo no ha servido entre otras cosas para desnudar el desfasaje enorme que se da entre nuestro sistema educativo que siempre está amagando con reformarse, y el que no solo exige sino también permite avances de todo tipo que permitan superar los aspectos anquilosados de nuestro sistema educativo.

Cabría entonces decir que nunca como ahora se hace presente que autoridades educativas y docentes se pongan a trabajar de consuno.

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