Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
En mis redes sociales, así como en mi círculo social, trato siempre de tener cerca a quienes piensan diametralmente opuesto a mí. Lo llamo un ejercicio a la tolerancia; no termina sólo en una cercanía, sino en hacer el ejercicio de comprender al otro sin la carga de prejuicios que generalmente tenemos cada uno de nosotros, que parten de nuestras más íntimas concepciones políticas, religiosas, morales y tantas otras.

Pero además, también se parte de la experiencia, de los orígenes sociales, y de la situación personal, sea familiar, laboral, económica, académica, etc. Podríamos actualizar la frase diciendo que uno es uno y su contexto, su historia, sus sueños y sus frustraciones.

Pero este ejercicio implica fuertes dosis de autocrítica, abandonar dogmatismos y, en el caso de mantenerlos, hacernos cargo que se parte desde la fe, del convencimiento, pero no desde la episteme.

Por eso al ver la grieta y sus consecuencias, no hace más que preocuparme, porque si nos dejamos llevar empezamos a caer en frases hirientes, agrediendo al otro, poniendo a todos aquellos que no piensan como uno en una sola bolsa, la de los enemigos, donde todos los otros son malos.

Caemos en categorizaciones simplistas e irracionales, como si hay votos de gente bien, votos de gente mal, como si existen marchas democráticas y marchas que no. Donde pareciera que adquirimos el monopolio de la república y la democracia y todo lo otro es el caos.

Siempre sostengo que en la intimidad del cuarto oscuro cada uno vota desde su individualidad, pensando en sus hijos, en la familia, desde una mirada absolutamente simple; por eso no me puedo enojar con aquellos que votan diferente a uno si se sienten mejor con quien votan, si les ha ido bien con el oficialismo de turno o a la inversa.

Me resulta extremadamente egoísta pedirles a los demás que voten al que me convenga a mí, a pesar que sea en contra de ellos. El heroísmo electoral es sumamente hipócrita, al punto que en épocas de campañas nuestros oídos se endulzan de tantas frases hermosas, pero que luego al contrastarlas con la realidad, surgen esas frases que perforan nuestro sentido común “si les decía lo que iba a hacer no me votaban”, algo que la historia nos repite una y otra vez.

Y en un mundo complejo es lógico, y la historia nos lo demuestra, existen conflictos de intereses, hay quienes quieren reconocimientos de derechos y quienes se resisten a esos cambios, existen quienes toman posiciones conservadoras y quienes al contrario buscan modificar el estatus quo. Es parte de la evolución de la humanidad, por lo que es utópico pensar que podamos lograr que todos estemos pensando lo mismo, buscando el mismo objetivo.

Ahora bien, partiendo de esta gran diversidad es donde la tolerancia se hace vital, donde no podemos pretender un pensamiento único, ser dueños de la verdad. Lograr consensos implica sentarse con aquel que piensa totalmente diferente, partiendo de la necesidad de puntos de encuentros, y así ir cerrando la grieta.

Esta grieta, que fue un gran negocio electoral para muchos, nos tiene que servir para comprender nuestra complejidad, entender que debemos empezar a trabajar en una base sólida donde los derechos fundamentales dejen de ser una pareja de palabras, sino una realidad.

Por eso hay que alimentar la tolerancia siempre, abonar nuestra empatía con los demás, convencidos que aún podemos ser mejores, y aprender del otro; al menos eso hago siempre de muchos hombres y mujeres que quiero y admiro, que saben que estoy en las antípodas ideológicas o religiosas pero me ayudan a ser una mejor persona. Cerremos entre todos la grieta.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario