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El presidente electo Alberto Fernández impulsará un proyecto de legalización del aborto, con la intención de que se apruebe "cuanto antes". “Quisiera que el debate no sea una disputa entre progresistas y conservadores, entre revolucionarios y retrógrados, es un problema de salud pública que debemos resolver y hay que asumirlo así”, sentenció. Y concluyó diciendo no ser "un activista de ponerle fin a la penalización del aborto" y aseguró que enviará un proyecto de ley al Congreso "tan pronto" llegue al gobierno el 10 de diciembre. "Debemos respetar tanto a la mujer que siente que es un derecho sobre su cuerpo como a la mujer que siente que Dios no le permite hacerlo. Y cuando uno despenaliza y legaliza el aborto no lo hace obligatorio. Por lo tanto, el que sigue teniendo la convicción de que Dios no lo permite que no lo haga. Y respetémoslo. Y respetemos a los otros. Hay que quitarle esa dosis de pañuelo celeste y pañuelo verde", enfatizó para terminar.

Lo hasta aquí transcripto es la reproducción literal de una nota en la que se recogen declaraciones de nuestro futuro presidente, en las que opina sobre el aborto. Con las que lamentamos no poder coincidir, sin entrar al fondo del tema, respecto a lo cual nuestra posición es conocida, y que consideramos que no es esta la oportunidad de reiterarlas.

Es que nuestro actual cuestionamiento pasa por una “cuestión de oportunidad”, ya que no nos parece lo mejor poner sobre el tapete en estos momentos un tema tan sensible como conflictivo, que por lo mismo que está dotado de esas características, solo servirá para remover pasiones. Sobre todo teniendo en cuenta que todos somos conscientes de que nos encontramos ante una sociedad gravemente fracturada, que –y eso debe reconocerse con encomio- está en estos momentos haciendo un gran esfuerzo compartido en procura al menos de mantener la paz social, presupuesto indispensable para su deseable aunque dificultosa consolidación.

Es que no puede dejar de señalarse que si tanto en Ecuador como en Chile se ha asistido y hasta ahora se asiste a estallidos sociales por cuestiones que parecen nimias, pero que no lo son ya que revelan el nivel de la presión en la “caldera” social, se debe estar atentos a una situación que hemos descripto como “sensible”, en la medida en que en la misma están en juego valores que nuestro presidente electo parece banalizar, a la luz de sus declaraciones.

En tanto no queremos caer en la afirmación, la que seguramente se seguirá escuchando en los día que corren de aquí en más, que es de suponer quieran ver en ese anuncio y sus consecuencias – que suponemos que el mismo considerará acotadas y por ende incapaz de poner en riesgo la actual precaria paz social a la que hemos hecho mención- sea algo parecido a la estrategia intuitiva del tero que se pone a gritar en lugar distinto a aquél en el que anida –si es que podemos darle ese nombre a los que pasan por serlo- sus huevos.

Reconocemos que en apariencia al menos existen problemas mucho más graves y acuciantes en nuestra sociedad que el que nos ocupa, por más que esa calificación es no otra cosa que una opinión tan respetable como la de signo opuesto, dado lo cual a las argumentaciones en el sentido de ver el anuncio como una maniobra “distractiva” tiene cierta consistencia.

Pero de cualquier manera nos esforzamos en creer que el presidente electo es más amigo de la elaboración de las indispensables estrategias al menos a mediano plazo que de descender a las tácticas mañosas. Es por eso que habría que poner el acento en otras palabras suyas en el contexto de las declaraciones mencionadas, cuando buscando salir del potencial conflicto, colocándose por encima de él, señala que es necesario abordarlo como “una cuestión de salud pública”.

Lo reiteramos: el aborto como una cuestión de salud pública es un abordaje interesante, que significa un replanteo del problema, de manera que es algo que merece un tratamiento minucioso que vaya más allá de las trivialidades que es frecuente en la materia, y que se desprenda de la atención a situaciones individuales trágicas, las que inexcusablemente exigen un tratamiento, aunque sea de otra índole.

Y de nuevo aquí, el encarar la despenalización del aborto como un problema de salud pública, se nos ocurre que desde una perspectiva más amplia con pretensiones de volverla global, existen otras cuestiones a las que hay que atender en forma prioritaria.

Sin que en esto último se pretenda ver una manera de soslayar un enfoque de este tipo de la cuestión, que en nuestro concepto resulta plausible que llegue a darse.

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