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Una gran noticia, enorme. Si además se abrirán negociaciones para un tratado de libre comercio con EE.UU., mejor aún. A continuación hago unas breves reflexiones sobre verdaderos "no argumentos" presentes en el debate y luego me refiero a dos puntos más complejos y opinables.

Por Federico Caparrós Bosch (*)
Los "no argumentos":
1.Si no somos competitivos nos llenaran de productos importados.

Esto es, fundamentalmente, una falacia. El comercio internacional no es la competencia entre Coca Cola y Pepsi, donde si una gana mercado, la otra lo pierde. En términos muy simples, pagamos las importaciones con las exportaciones. No existe el caso de importar sin exportar, a menos que nos endeudemos, como en el pasado y el presente. Fundamentalmente debemos cuidarnos del gasto público con deuda, que destruye nuestro ahorro y tiende a bajar el tipo de cambio. En este caso, el problema no es el TLC sino el irresponsable gasto público. Entonces, no hay que temer la apertura económica. Esto es lo básico.

2.Debemos proteger a la industria con aranceles a la importación.

Este es un argumento similar al anterior, también equivocado, y pretende impedir que nos "inunden de artículos importados" y a su vez proteger a la industria nacional. Como decimos arriba, el mundo del comercio internacional es más complejo. Si bien no es obvio, y en cierto modo es contra-intuitivo (algo frecuente en economía) básicamente gravar las importaciones es similar a gravar las exportaciones.

Dicho en palabras del maestro Jorge Avila, quien ha escrito excelentes artículos sobre esto en su blog: "El desempeño comercial argentino a lo largo del siglo confirma el principio de simetría de Lerner. Este destaca que un impuesto a la importación es un impuesto a la exportación, por lo tanto, cuando el gobierno impide (por el medio que fuere) la importación, también impide la exportación. Dicho de otra manera. Cuando un país importa también exporta por un valor equivalente. Por tanto, el desequilibrio de la balanza comercial no puede ser un fenómeno permanente; debe ser transitorio. Pues depende del financiamiento. La explicación del balance comercial no es comercial, es financiera.

3.Tenemos que desarrollary fortalecer el sector interno antes de abrirnos al comercio internacional.

Venimos tratando de hacer esto desde hace décadas! El mejor argumento en contra de ésto es la propia historia Argentina de los últimos 70 años (o cincuenta, si les gusta más). Tenemos que importar mucho para exportar mucho.

El supuesto desarrollo interno pretende lograrse con sustitución de importaciones y subsidios de todo tipo. Todo a cargo del consumidor. Camino al fracaso seguro.

4.Un TLC generará modificaciones en los ingresos, beneficiando a determinados sectores pero perjudicando a otros.

Esto es fundamentalmente cierto. Los más perjudicados, aunque sean minoría, serán los que mayor presión ejerzan para evitar un cambio (como magistralmente explicó Mancur Olson). Pero estos cambios son justamente los que debemos hacer para cambiar nuestra economía.

Para ponerlo en términos ridículamente sencillos: Sin los cambios no cambiamos!

Los cambios en los ingresos de los sectores serán las señales del mercado para desarrollar lo que conviene y no hacer lo que no conviene. Como escribió el genial Hayek, los precios señalan donde hay que invertir y donde no!!! Mucho más eficiente que un burócrata, con la ventaja que es más barato (de hecho, es gratis) y no acepta "contribuciones".

5.Debemos buscar una tarifa óptima.

Gente que sabe mucho de comercio internacional debate el argumento de la tarifa óptima. En teoría, parece un argumento lógico. Esta tarifa óptima se dá cuando un país tiene cierto poder monopólico sobre los precios de sus exportaciones o importaciones y puede trasladar algo del costo de la tarifa o impuesto al extranjero. Pero la política nunca va a llegar a la tarifa óptima porque es pedirle demasiado.

Este debate sólo atrasa la solución de los problemas e impide ver la gran oportunidad del TLC. Y pero aún, abre el juego a los intereses sectoriales. Se desdibujaría totalmente la "tarifa óptima" para hacer lugar a los privilegios de siempre a los grupo de presión.
Dos puntos opinables
Siguen dos puntos más opinables, pero importantes, aunque no tan mencionados en las discusiones no académicas:

1.Es mejor un tratado que la apertura unilateral.

Algunos partidarios del libre comercio defienden una apertura unilateral, es decir sin un tratado, pues cualquier país es soberano para permitir el comercio sin aranceles y trabas en su territorio. Yo me inclino por el tratado. En realidad, como dije al comienzo, prefiero otro TLC con EE.UU. también.

Un argumento a favor del tratado es que permite en una negociación abrir mercados también. Es decir, obtener una reciprocidad. Más allá de los beneficios del comercio que ya Franklin resaltaba, lo cierto es que el comercio internacional es fruto de negociaciones permanentes, un "toma y daca". En ese sentido, el tratado puede tener ventajas sobre la apertura unilateral.

Pero hay otro argumento para mí más importante, y es que la apertura unilateral se termina con un cierre unilateral, pues no es resultado de compromisos internacionales. En cambio, un tratado impone restricciones y límites que hacen más creíble que se seguirá con el camino de apertura.

2.La secuencia (y el ritmo) de las reformas.

Este país hay que reformularlo en sus instituciones económicas. Una es el libre comercio que debemos adoptar. Ahora bien:

1. ¿debemos primero hacer las reformas laboral, previsional, impositiva, fiscal y monetaria para luego abrirnos al comercio, o

2. ¿debemos hacer todo junto o

3. ¿primero el libre comercio y luego las reformas

Este es un tema importante. Por ejemplo, si abrimos la economía mañana y no hacemos ninguna de esas reformas, los autos serán mucho más baratos y mejores, pero ¿qué hacemos con la industria automotriz argentina O más concretamente, ¿con sus trabajadores

Durante años este problema ha permitido no hacer las reformas y no abrir la economía.

El impulso al libre comercio será el impulso para hacer las reformas. El costo para todos los argentinos de tener una economía cerrada (cerradísima) es gigantesco.

(*) Abogado de la UBA - Master de la Universidad de Chicago
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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