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En al menos dos oportunidades – el 8 de mayo de 2013 y el 4 de octubre de 2019, ambas que pueden leerse en Wikipedia- nos hemos ocupado del tema- en relación a situaciones que entonces se vivían y todavía se viven en Colon, vinculadas con calles cuya calzada se ve cortada por el agua de lluvias, no necesariamente torrenciales y a lo que cabría considerar su contraste, terrenos bajos lindantes con cursos de agua que se rellenan con el objeto de elevar la cota de su superficie, de manera que puedan ser habilitados para edificar sobre ellos, viniendo de esa manera a desviar el curso habitual de con el objeto de obturar su escurrimiento, con conjeturales consecuencias de mayor entidad.

En uno y otro caso, las respuestas a lo que, más que reclamos eran recomendaciones, han sido en el mejor de los casos pobres, por lo escasas. Entretanto, debemos reconocer que no se trata de situaciones que se dan únicamente en esta ciudad, sino que se repiten en otras localidades y lugares no solo de nuestra provincia, cuando no de todo el país. Por nuestra parte, no queremos entrar en la disputa acerca de si la frase que sostiene que “el agua busca su propio nivel”, resulta o no una expresión común, pero que está equivocada. Ya que existen quienes pretenden afirmar lo contrario, señalando que lo que con ello se busca decir que “es el agua que se mueve, es la que tiende a ir hacia donde tendrá menor energía potencial, y eso es lo más cerca del centro de la tierra”. Agregando, que es así como “el agua es atraída por la fuerza de de gravedad”. Y que el agua trata siempre de ir a los sitios más bajos posibles, los geólogos denominan a ese punto "nivel de base".

Lo que viene a decir en realidad lo mismo, aunque de una manera más sofisticada, dado que tanta palabrería no hace sino explicar el porqué las cosas suceden de ese modo, y en realidad nada añaden a lo que pasa… “el agua busca su nivel”. De donde el tema no pasa por esa suerte de axioma, si no acerca del porqué no es tenida en cuenta por funcionarios o trabajadores municipales, a quienes compete cuidar el impacto ambiental de esos trabajos de relleno, a cuidar que el agua no se escurra por la calzada, abandonando el moverse por las cunetas. Aquí se nos debe permitir una digresión, ante una circunstancia no infrecuente cuando, al construirse cordones cuneta el agua no escurre por ellos, sino que queda estancada.

De allí que para dar una razón respecto a las frecuencias de esas malas prácticas, resulta erróneo pensar que para esas torpezas es lo correcto buscar una explicación en la ciencia de la física, ya que el diagnóstico de la situación nos lleva a recorrer otros andariveles. Es que el hecho que calles y caminos se corten por el escurrimiento de las aguas, o que el relleno de terrenos inundables pueda tener las consecuencias apuntadas, hace necesario ubicar este tipo de falencias dentro de un contexto más amplio. El hecho que circunstancias como las señaladas se las vea repetidas en el tiempo, y que paradójicamente sean consecuencias del hacer –o del no hacer- del mismo empleado o funcionario, tiene su explicación en un estado de cosas que lo sobrepasa en abrumadoras proporciones.

Ya que ella es resultado de una secuencia según la cual comenzamos por ser “sub gobernados”, para seguir con que somos por esa causa “sub administrados”, todo lo cual lleva a explicar muestro creciente “subdesarrollo” en términos relativos y hasta absolutos en los campos tanto individual como el colectivo, que se plasma en lo socioeconómico. Mientras tanto, queremos dejar aquí, “quieta la pelota”, una manera figurada de indicar nuestras intenciones de no seguir husmeando. Ya que ello nos llevaría a transitar por caminos llenos de vericuetos, buscando esta vez responder, preguntándonos si desplegamos la totalidad de nuestras potencialidades y esfuerzos necesarios, de manera de reaccionar en procura de vivir en una sociedad mejor a la actual.

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