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Una estatua en homenaje a Luis Viale
Una estatua en homenaje a Luis Viale
Una estatua en homenaje a Luis Viale
Se ha dicho bien al afirmar que las situaciones límites sirven, en la mayoría de las veces, para sacar y mostrar, tanto lo mejor como lo peor de sí mismo.

La tragedia que el mundo está viviendo es una clara demostración de esa afirmación. La que, en primer lugar, se hace presente en la infinidad de “héroes anónimos” que en estas circunstancias hacen algo más que cumplir con su deber, y arriesgan su vida de una manera consciente al asumir su cumplimiento.

Ese es el caso de los médicos y enfermeros que diariamente ponen en peligro su vida en la atención y el cuidado de los afectados por el virus. Una circunstancia que -permítasenos la digresión- hará que se revalorice el papel de la enfermería como profesión, colocándola en el lugar que corresponde y que tantas veces no es percibido en la vida cotidiana.

De allí que inclusive, se nos ocurre, tal como se hace después de una guerra, en ese homenaje escultural a un soldado desconocido, habría que hacer algo similar con enfermeros y médicos.

Pero se da una heroicidad de una dimensión mayor, en la que se hace presente un altruismo en grado superlativo, en el caso de personas que, de una forma consciente y deliberada, en circunstancias como las actuales, dan su vida para que otra no la pierda. Es que, como es sabido, en estos tiempos y en casos extremos, el respirador artificial cumple funciones similares a las de un salvavidas, en ocasión de un naufragio. De donde contar con él, se convierte en una suerte de salvoconducto, en el sentido estricto de la expresión.

De allí que no puedan menos que señalarse más que con admiración, mostrando un respeto íntimo que llega hasta conmocionar por la emoción que es natural que provoque, el caso de las personas ancianas, que desechan la utilización de un respirador artificial que se les brinda poniéndolo a su alcance, para que pueda contar con él un enfermo más joven, al que iguala el contagio del mal.

Casos de este tipo han de ser mucho más numerosos, no solo de los que podemos imaginar y que se dan efectivamente en la realidad, ya que de su existencia llegan a nosotros noticias esporádicas, que apenas dejan el recuerdo de acontecimientos de una dimensión especial en estos tiempos especiales, los que las más de las veces no hacemos si no registrar tan solo como un suceso, volviendo a sepultar en el olvido el nombre de su principal protagonista, que por poco más de un instante había emergido del anonimato, para volver a caer en él.

Eso es precisamente lo que sucedió en el caso de un septuagenario sacerdote italiano, pastor de almas en el corazón de la epidemia que asuela su Patria, cual es la Liguria, el que se lo vio proceder de esa manera, sin que, de una manera explicable, pero nada discutible, ha de haber sido poco en prestar atención al personaje, al dar una rápida ojeada a la noticia del acontecimiento.

Es por eso que, en nuestro caso, al atender a la falencia en la que se traduce esa circunstancia, es que hemos prestado la atención merecida al caso de Suzanne Hoylaerts, una anciana de 90 años, que seguía vibrando en una envidiable juventud de alma, que vivía en una pequeña aldea belga.

La notica da cuenta que ella, el pasado 20 de marzo, concurrió al médico acompañada por su hija Judith porque sentía que le faltaba el aire y había perdido el apetito. Inmediatamente, fue internada y el test confirmó que estaba infectada.

Sigue el relato destacando que, a pesar del malestar físico que sentía, nuestra anciana señora Hoylaerts percibió que la sala de cuidados intensivos estaba llena de pacientes que padecían el mismo mal, y cuando decidieron asistirla con un respirador, ella amablemente lo rechazó. “Yo he tenido una buena vida. No quiero usar respirador artificial. Guárdenlo para los pacientes más jóvenes", señaló. Y dos horas más tarde, murió.

Suzanne Hoylaerts y Luis Viale. Por vaya a saber qué extraña circunstancia, no hemos podido dejar de una manera casi inconsciente de asociar esos dos nombres. Aunque en realidad, ello tiene en el fondo una explicación, ya que Luis Viale fue un comerciante italiano que se cuenta entre los fundadores del Hospital Italiano y del desaparecido Banco de Italia y del Río de la Plata. Quien, volviendo de Montevideo a Buenos Aires a bordo del vapor América, al naufragar el 24 de diciembre de 1871, observando que se encontraba en la cubierta del barco una madre con su hijo pequeño, sin salvavidas, le entregó el suyo, pidiéndole que en el caso de que no sobreviviera dieran noticia de lo sucedido a su familia, lo que así ocurrió. A ese momento la edad de Viale promediaba la cincuentena.

Y la pregunta que puede hacerse es, ¿quién recordará a Suzanne Hoylaerts, no ya un siglo y medio después, sino dentro de pocos años, si acaso; si como válidamente conjeturamos son pocos quienes, fuera de los que viven en la localidad entrerriana, cercana a la ciudad de Paraná que lleva su nombre, saben de su vida y la manera como la sacrificó?

Todo lo cual lleva a una forzada referencia al altruismo, una virtud heroica no frecuente, que se encuentra por encima de la del hacer solidario y es por ello más escasa todavía y que no es otra que llegar al extremo de atender al máximo el interés ajeno, a costa del propio. Cuya primera lección, se encuentra precisamente en el desinterés, dado que quien actúa de esa manera lo hace consciente de que no debe esperar ningún tipo de reconocimiento.

Y que a la vez viene a mostrar que el elemento más precioso que hace a la dignidad del hombre, es su aptitud para mostrar que existen seres humanos que son capaces de poner ciertos valores, aún por encima del valor vida.

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