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Nadie quedó a salvo de la debacle financiera global, que pegó con fuerza inesperada en Argentina

El año 2018 será un año que los inversores financieros querrán olvidar pronto. No sólo en Argentina sino en el mundo se han producido pérdidas con bonos y acciones como no se habían visto en años.

En Argentina acaba un 2018 durante el cual quien apostó por el peso perdió (¡esa frase me suena!), pero también quien apostó por el dólar perdió – claro que no contra el peso, pero bonos y acciones bajaron muy fuertemente en términos de la moneda estadounidense. Con certeza, la mayoría de los inversores financieros argentinos piensan en términos de dólares; para todos fue un mal año.

También en el resto del mundo ha sido un año para olvidar. La suba de las tasas de interés y el achicamiento del balance de la Reserva Federal, el estancamiento económico europeo, la guerra comercial entre los EE.UU. y China, los miedos a una recesión en los EE.UU., los tuits del presidente Trump, que atentan contra algo tan serio en su país como lo es la calidad de las instituciones, y otras cuestiones que a veces nos parecen ajenas, han tomado el centro de la escena financiera internacional y han golpeado con fuerza a nuestro mercado.

Sin el telón de fondo internacional, resulta difícil comprender la debacle de los activos argentinos

Sin el telón de fondo internacional, resulta difícil comprender la debacle de los activos argentinos. Pero, a la vez, no alcanza ese telón de fondo para explicarla, pues hubo motivos bien argentinos detrás de la misma.

Entre estos motivos bien argentinos, la creación del impuesto a la renta financiera (que quizás corresponda pero que cuando fue introducido significó un empujón adicional para un mercado que ya estaba en picada), o el recurso al FMI (que trajo alivio al Tesoro pero espantó a los inversores en bonos que vieron emerger un gigantesco acreedor preferente), no pueden ser soslayados.

La consecuencia de estas y otras gaffes fue una caída en la imagen del Gobierno que revivió las chances del escenario más temido por los inversores: el riesgo de que Cristina Fernández pueda volver.

Es en el mercado de acciones donde con mayor claridad se hizo notorio este temor. En términos de dólares, muchas de las acciones cotizantes se transan con precios inferiores a los de 2011, el año en que Cristina Fernández fue reelecta con el 54% de los votos y muchos analistas del exterior vaticinaban para nuestro país un destino venezolano.

Más allá de lo que un mercado se hace de opiniones contrapuestas, y que hoy las opiniones están sesgadas por la aversión al riesgo a nivel global, los valores de algunas empresas no reflejan para nada su potencial. Estas empresas ya existían en 2011, y en 2001 y en los años ’90. Y probablemente existirán cuando termine el siguiente mandato, sea quien fuere el presidente. Que vuelvan a prevalecer quienes piensan que las acciones están subvaluadas depende muy poco de lo que pueda hacer el Gobierno, y mucho de un cambio de humor entre los inversores internacionales.

El mercado de acciones ha sido menospreciado por gobiernos, reguladores y legisladores, que en nada han contribuido a aumentar el ahorro local. Por ese motivo, cuando una empresa grande decide hacer una oferta pública de sus acciones para tomar capital que destinará a inversiones o a pagar deudas, sólo puede acudir a un mercado mayor. De manera natural, ese mercado mayor es la Bolsa de Nueva York, donde muchas empresas han registrado un programa de ADRs.

Las acciones argentinas perdieron más del 55% de su valor en dólares

Hoy, el 90% de las transacciones con acciones argentinas ocurren en la Bolsa de Nueva York, y no en el mercado local; quienes invierten en la Bolsa piensan en dólares. Las acciones argentinas perdieron más del 55% de su valor en dólares.

Los inversores extranjeros que confiaron en las empresas del país terminan 2018 huyendo en estado de pánico. Las empresas emisoras que saben que por un largo tiempo no podrán volver a esa fuente de financiamiento. Y los empleados de esas empresas, que muchas veces son recompensados con acciones, lamentarán que sus ahorros ahora valen, en dólares, la mitad de lo que valían hace un año.

No hay mucho que celebrar en el mercado financiero argentino por lo ocurrido en 2018. Lo que se auguraba como un año de gracia, el segundo consecutivo de crecimiento, terminó de la peor manera, y con un temor político inesperado de cara a 2019. Decíamos que para los inversores éste sería un año para olvidar. Sus reacciones de 2018 demuestran con claridad que los errores del pasado no han sido olvidados, y que los de este año tampoco se olvidarán tan fácilmente.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa