A contramano del discurso oficial, tomar deuda ha demostrado ser un recurso atractivo

Cuando las papas queman, el discurso deviene vacuo: esta semana, el gobierno decidió archivar la doctrina del desendeudamiento al emitir 1.400 millones de dólares en títulos Bonar con cupón de 8,75% y vencimiento en 2024.

Es que aunque a primera vista todo parezca tranquilo, la presión sobre las reservas del Banco Central se hace sentir. Aunque las reservas luzcan estables en el área de los 31 mil millones de dólares desde fin de 2014, su composición se ha deteriorado en forma sustancial. Lo que hace un año eran dólares hechos y derechos fue reemplazado por un variopinto conjunto de yuanes, dólares adeudados a los tenedores de bonos en default, importaciones que no se pagan, y préstamos del Banco de Francia. En conjunto, estos conceptos suman poco más de 10 mil millones de dólares. Si se sumaran los encajes sobre los depósitos en dólares, el nivel de reservas netas caería a la mitad del valor reportado.

La emisión de Bonar 2024 da oxígeno a las reservas. También lo hacen los 1.500 millones de dólares captados por YPF. Un oxígeno imprescindible cuando se aproxima el vencimiento de más de 6 mil millones de dólares del Boden 2015 en octubre. Con las emisiones de esta semana, la mitad de los dólares para afrontar el pago del Boden han sido conseguidos. A comienzos de la semana entrante, las reservas deberían saltar a más de 34 mil millones. No todas disponibles, es cierto, pero que igual lucirán un mejor color.

Ahora que se probó que existe un mecanismo viable para eludir el “cepo” del juez Griesa, cabe suponer que el mecanismo volverá a ser utilizado.

Es que la vida con deuda es más fácil. ¿No es esto acaso lo que vende el propio gobierno cuando anuncia planes de financiación en cuotas para sostener niveles de consumo que las caídas del empleo y el salario hacen tambalear?

La realidad es que la emisión de deuda viene a refutar la afirmación del ministro Kicillof de que los dólares son escasos en todos los países del mundo. Una afirmación de libro de texto que la realidad desmiente desde hace casi una década. La política monetaria híper-laxa de la Reserva Federal de los EE.UU. ha hecho del dólar uno de los activos financieros más baratos y abundantes para quienes supieron aprovechar la coyuntura.

La culpa de la restricción externa que enfrenta Argentina no es de nadie más que de las políticas cambiarias del gobierno. Sin controles de capital, sin restricciones para atesorar dólares, o para repatriar dividendos o, más recientemente, para importar bienes, la restricción externa no hubiera existido. Ahora está instalada y su costo indirecto es la caída en el nivel de actividad. Pero también tiene un costo directo: el costo de la deuda. El éxito de la emisión de Bonar 2024 a una tasa de 8,6% fue opacado por la ingrata realidad de ver que el viernes Paraguay emitió deuda con vencimiento en 2023 a una tasa de 4,25%. En los 1.400 millones del Bonar 2024, el sobrecosto es de 61 millones de dólares. En el total de la deuda pública en dólares, el sobrecosto de 4,42% orilla 6 mil millones de dólares por año. A veces, ser diferente es una decisión onerosa.

Para quien asuma en diciembre, superar la restricción externa no será sencillo. Por lo pronto, queda claro que el gobierno dejará un Banco Central anémico, con el que liberar el cepo de inmediato podría ser suicida. Es que aunque cueste determinar cuál es el tipo de cambio de equilibrio, cualquier comparación histórica demuestra que el tipo de cambio real está en su menor nivel desde 2002. El cociente entre base monetaria y reservas, la regla de la Convertibilidad, indicaría que hoy el tipo de cambio debería valer más de 14 pesos. Si la pasión popular por el dólar sirve de medida, la demanda de dólar ahorro añade convicción a la idea de que el tipo de cambio está atrasado.

El debate respecto de la política cambiaria futura está instalado, con declaraciones más o menos mordaces de los referentes económicos de los principales candidatos a Presidente.

Pero la realidad Será muy difícil levantar todas las restricciones de inmediato, dada la falta de dólares en el Banco Central. Los dólares para inversión en bienes de capital e infraestructura sólo volverán de a poco, y sólo si hay mejores condiciones. Entonces, la agenda cambiaria estará signada por la herencia del kirchnerismo. La alternativa parecería ser conseguir una avalancha de crédito en dólares. La historia indica que la tradicional propensión argentina a los excesos ha hecho de este camino una pésima idea.

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