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Los más de 6 meses de cuarentena impactan cada vez más en la economía de las ciudades. Detrás de cada persiana que baja, queda mucho más que un comercio cerrado. Familias sin trabajo, una cultura institucional que habrá que recrear de cero, expectativas frustradas, deudas, daño psicológico y caras tristes son parte del costado más doloroso que acompaña el cierre de un emprendimiento.

En esta nota, compartimos una entrevista en Radio Franca con Araceli Notari, una maestra jardinera que después de 25 años remata los juegos infantiles por Facebook, cansada de golpear las puertas de la política que nunca se abrieron.

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Detrás de este Jardín de Infantes que ya no reunirá la risa de los chiquititos, hay una larga lista de otros emprendimientos que tambalean al borde de caerse.

¿Cómo vivieron la travesía de todos estos meses sin poder trabajar en el Jardín de Infantes?

Araceli Notari: - A mediados de marzo fue el último día que pudimos abrir nuestras puertas. Desde ese momento, algunas colegas han llevado las cosas a sus casas y dejaron de pagar alquiler para ver si más adelante pueden reabrir.

¿Y en tu caso qué decisión tomaste?

En mi caso cerré definitivamente el Jardín Chiquititos, después de 25 años que transité. Justamente este año estamos cumpliendo 25 años y realmente no pudimos con la parte económica. Acudimos varias veces con un pedido de ayuda, la cual no fue retribuida.
Debido a la cantidad de impuestos, alquiler, luz, seguro para los chicos y docentes, el sueldo docente, y los costos de mantener un Jardín, fue imposible mantener las puertas abiertas.
No puedo pagar el alquiler vendiendo pasteles y empanadas: es imposible pagar todo.

¿Qué queda en el camino con esta decisión de cerrar?

Nosotras éramos seis, siete personas que trabajamos en el lugar el año pasado. Este año estábamos con la inscripción abierta y había 70 chicos, así que íbamos a ser más maestras que el año pasado. Pero lamentablemente no se pudo dar. Era un jardincito que trabajaba desde las 07 de la mañana hasta las 20 hs. al servicio de la ciudad, para todos aquellos padres que trabajaban.

Hace pocas semanas los Jardines privados organizaron una caravana para poder trabajar...

Sí, lo que estuvimos pidiendo cuando se hizo la caravana de los Jardines privados es que se deje abrir al menos un taller, con la reglamentación 832. Pero no hubo caso, no nos escucharon.

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¿Recibieron algún tipo de asistencia económica desde el Estado en todo este tiempo?

La ayuda que nos ofrecieron era un crédito de 60 mil pesos, que alcanza apenas para cubrir los gastos de un mes. Y, no fue un subsidio; después teníamos que devolverlo. Nos manifestamos enfrente de la Municipalidad y ahí nos atendieron. Después fuimos a hablar de a una, mandamos notas. Yo personalmente fui a hablar con los funcionarios municipales, pero no nos dieron ninguna respuesta por supuesto. No tuvimos ningún tipo de ayuda.
No estamos solas en esto, están los peloteros, las canchas de fútbol 5, hay más instituciones que están esperando para poder abrir las puertas. Yo creo que con el mayor cuidado lo podíamos haber hecho, abrir las puertas con distanciamiento, tener 4 o 5 chicos por hora, pero no nos permitieron nada, nos cerraron las puertas.

Con la decisión de cerrar, ¿qué impresión te deja la situación?

A mis 52 años saqué una conclusión: no les importamos. Pagamos impuestos por varios años y mi contadora tuvo que pagar hasta la última boleta para poder dar de baja el Jardín.
Estuvimos solas hasta que el barco se hundió. Para mi ya se hundió, yo ya cerré las puertas Y ahora tengo deudas a pagar en cuotas para finalizar todo lo que me quedó para pagar, mis compañeras están igual. Por eso la bronca, porque no les importa. Pedimos ayuda no solo a nivel municipal sino a nivel provincial, nacional y nada.

Tener que vender los juegos del Jardín en las redes sociales debe haber sido doloroso para vos.

Tuve crisis muy grandes, ataques de pánico, atención con psicóloga. No saben la tristeza, el dolor profundo de 25 años de esfuerzo, con la vocación que le ponemos. Arranqué desde abajo, estuve 9 años generando un ingreso para mi Jardín porque todo lo que ingresaba era para invertir, para tener lo necesario para enseñar, para llevar adelante la institución educativa, es un dolor muy fuerte. Hasta el día de hoy que estoy sacando cosas. Cada cosa que saco de ahi, lloro y me da mucha bronca, impotencia. Y más rabia me da la falta de empatía de los gobernantes. Nunca nadie me dio nada porque tuve el valor de mis padres que me enseñaron a trabajar desde chica. Sé lo que es valorar todo el esfuerzo que uno hace: sólo pedí ayuda y nadie me la dio. Pero mis alumnos van a tener actividades hasta fin de año porque se lo prometí a los chicos y a los padres, porque soy una persona que tengo vocación y valores y ellos no tienen la culpa de todo esto que estamos sufriendo.

¿Pareciera que los gobiernos toman nota demasiado tarde?

Sí, es una historia muy dolorosa. Quizás me cueste mucho en la vida porque es una parte de mi que se quedó en el camino, di mucho a esta sociedad. Así que me queda eso, el estar con los chicos, la alegría de ellos, el escucharlos todas las mañanas, el abrir las puertas para esperarlos. Estoy al lado de toda la gente que ha perdido sus comercios porque es muy doloroso. Y agradezco a esos papás que siempre estuvieron cerca, agradezco de corazón a mis colegas de otros jardines que me han ayudado mucho con sus conversaciones y creo que nos hemos ayudado entre todas. Me quedan recuerdos de alegrías, risas, de juegos, de todo lo que equivale estar en un jardín de infantes. Pero no era la forma, yo no quería finalizar mi etapa así. No es la forma de finalizarlo, pero lamentablemente no hubo empatía de parte de nadie para ayudarnos.
Fuente: El Entre Ríos

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