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¿Llegaremos a las elecciones sin devaluar?

En los siete meses que vamos del 2015, el real brasileño ya se devaluó 25%. Mientras tanto, la inflación en Brasil se ha disparado y ya muestra números anualizados de poco más del 9%, lo que ha obligado al Banco Central de ese país a seguir subiendo tasas para ponerle un techo al aumento de precios.

Si bien el caso de Brasil es el más paradigmático, y el que más de cerca nos toca, el resto de las monedas de la región también sufren, y en mayor o menor medida todas se deprecian frente al dólar. El peso chileno, el colombiano, el uruguayo, y hasta el mejicano, que debería mostrarse más inmune frente al dólar americano considerando la alta correlación entre ambas economías, se deslizan con fuerza. En el caso del mejicano, la depreciación supera el 10% desde el último día del 2014.

Las explicaciones son varias, pero mucho tiene que ver con este movimiento la fuerza del dólar, asociado a un mayor vigor de la economía americana, y la caída en los precios de las materias primas, ya sea petróleo, cobre, mineral de hierro, oro, trigo o soja. Es que se acabó el viento de cola y las economías de la región, que dependen y mucho de estos precios, ahora sufren. China ya no crece como antes, compra y consume mucho menos, y esto ha iniciado un circulo viciosos que encuentra a las economías de América Latina no tan bien preparadas para el cimbronazo.

Lo que empeora más las cosas es que este movimiento en nuestras monedas, del que tampoco se han salvado las de otros países productores de materias primas como Canadá y Australia, no parece se vaya a interrumpir por un buen rato. Circunstancia que es alentada por la promesa de mayores tasas de interés en Estados Unidos, lo que irremediablemente ha de llevar a un dólar más fuerte y a monedas del mundo, incluidas la del grupo de emergentes que integran nuestros países, más débiles.

Por aquí, aunque el gobierno se esfuerce en negarlo, las cosas marchan a contramano. Con esa tendencia a pensar que somos los únicos que podemos desafiar las leyes de la gravedad, hemos devaluado nuestra moneda, contra el dólar oficial, solo el 7%. Y mientras el resto de la región sigue con pánico de alcanzar índices de inflación de dos dígitos, nosotros seguimos coqueteando con una inflación que supera, con creces, el 25% anual.

Para peor de males, y a diferencia de nuestros vecinos que afrontan el inconveniente con reservas en dólares importantísimas, Argentina se apresta a enfrentar la tormenta casi sin dólares en las arcas del Banco Central. No en cero, pero casi, con un número que promete ser, el día en que se haga cargo la nueva administración, más bajo que el recibió el kirchnerismo antes de la década ganada.

El gobierno no quiere que le muevan la estantería ni un centímetro ni por un segundo. Esto es, hará lo imposible por no devaluar entre ahora y hasta donde sea que nos lleve el proceso electoral. Mientras tanto se defenderá como pueda, incluso echándole la culpa a los agoreros del mercado, mientras regala algunos de los pocos dólares que le quedan a 9 pesos tratando de adormecer a las bestias de la clase media.

El ajuste, cuanto odian esa palabra en el actual gobierno, se viene. El ciclo económico se quedó sin combustible. Que el ajuste lo empiece este gobierno o el que viene pareciera va a depender de ahora en más, menos por los pases de magia que sigan haciendo Kicillof y su equipo para demorar lo inevitable y mucho más por lo que suceda con la coyuntura internacional.

Durante mucho tiempo, el kirchnerismo eligió como culpable de todos los males a los vaivenes de la economía mundial. Finalmente se les dio, y ahora cuando lo dicen por enésima vez, no están mintiendo. ¿Podrán irse sin devaluar?

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