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Para comenzar, es bueno preguntarnos acerca del porqué los vecinos de la otra ribera del Río Uruguay, han dejado de auto designarse como “orientales” – no hay que olvidar la frase de una estrofa de su Himno nacional, ese himno magnífico que hace recordar a La Marsellesa, en la que se hace mención a una determinación extrema cuál es “Orientales, la patria o la tumba”- para pasar a hacerlo, llamandose “uruguayos”.

Cabría ante esa circunstancia preguntarse si lo que acontece es que, remedando a Borges somos “tan iguales y a la vez tan distintos” en esa especie de “diáspora” que hemos emprendido hacia el aislamiento internacional casi total del resto del mundo, como Estado soberano, claro está; ellos, que incluso en una época se presentaban como “argentinos orientales” –algo de todavía existen unos pocos que lo siguen haciendo-, circunstancia que hace ellos tengan la sensación de vernos cada vez más distantes. A pesar que son cada vez más numerosos los jóvenes compatriotas nuestros que emigran y se radican entre ellos, en procura, equivocada, de que en nuestra tierra no encontrarán la posibilidad de edificar su propio futuro.

Y si exagerado es ese relato, lo es quizás más aún, el hecho que nos llevó a auto formularnos ésas consideraciones. Es que el mismo no es otro que el anuncio, por parte del gobierno del país vecino, de un programa de expansión del transporte aéreo hacia adentro y sobre todo hacia afuera de sus fronteras, que incluirá, además de una renovación importante del histórico aeroparque de Carrasco, en Montevideo y asignarles el carácter de aeropuertos internacionales –con las modificaciones estructurales que ello implica a seis terminales del interior de ese país, tal como ocurrirá con las de Rivera, designada como “presidente general Oscar D. Gestido”; la de Salto “conocida como Nueva Hespérides”; la de Carmelo o sea la mencionada como “Balneario Zagarzazú”; la de Durazno que lleva el nombre de “Santa Bernardina”; la de Melo, todavía “sin bautizar” y la de Paysandú., o sea la “Brigadier general (aviador) Tydeo Larre Borges”.

En conclusión, con esa iniciativa, el Uruguay demuestra su intención de abrirse al mundo, de manera de impulsar el tránsito de personas y el tráfico de mercaderías en lo que podría denominarse una “vía aérea de ida y vuelta”. La cual - con seguridad- incentivará el turismo, a la vez que incrementará la radicación en su territorio de personas y empresas, con las inversiones que conlleva. Todo ello como consecuencia de ser y verse en el mundo como “un país prolijo”, caracterizado por su seguridad jurídica plena, y una convivencia que no deja de ser armoniosa, a pesar de los entreveros deportivos y políticos.

En tanto, se dice con razón, que todas las comparaciones son odiosas. Pero que así lo sean no impide que sean necesarias, en la medida que no sea un medio para alimentar un atormentado resentimiento producto de las propias culpas, sino que tenga como meta servir de saludable emulación.

Es con ese propósito que no podemos dejar de señalar el contraste entre lo que sucede en el Uruguay y en nuestro país en materia de políticas de aeronavegación. Es que entre nosotros, las políticas de este tipo actualmente aplicadas, no significan un avance – sino un grave retroceso-respecto a las anteriores que significaron la instalación de un sinnúmero de empresas de aeronavegación –de las denominadas de pasajes de “bajo costo”- que significaron trabajo para muchos compatriotas, el funcionamiento de pistas de aterrizaje y de aeródromos en desuso, y la vinculación aérea permanente entre localidades del interior en forma directa sin necesidad de pasar por Buenos Aires.

Política que se habría dejado de lado, por la que cabría considerar una sola explicación, cual es la de favorecer a nuestra “línea aérea de bandera” y de refilón a las empresas de transporte automotor de larga distancia. Es que nuestra “línea de bandera” – o mejor dicho sus sindicatos y los dirigentes políticos que la mal gestionada- debe ser considerado por el monstruoso déficit que genera, junto a la “capital de las ensambladoras” que es Ushuaia, la empresa explotadora de los yacimientos de Río Turbio; tres de los más grandes “elefantes negros”, que se mantienen en pie con el aporte de todos nosotros. Algo que es así con los deplorables resultados de los que somos víctimas.

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