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“No hay nada como la salud”, le escuchaba decir a una nada flaquita y a la vez rozagante vecina de mi abuela, como remate obligado, más que como cantinela, a dimes y diretes que intercambiaban a diario, cuando se cruzaban yendo y viniendo de sus compras.

“No hay como la salud, pero es cada vez más caro mantenerla”, repetía a la vez que acotaba su marido, un viejo jubilado, simpaticón como pocos, cuyo mayor placer era ir, siempre que pudiera, a una farmacia a comprar cualquier mixtura que a él o a su mujer le había recetado un médico del Pami.

Yo, en esa época muy chico, generalmente me quedaba callado, aunque cuando la vecina de mi abuela me miraba, asentía bajando y volviendo a subir la cabeza. Es que de chiquito me enseñaron a respetar, como decía mi abuela, que también tenía sus dichos, repetidos por mi madre.
La verdad es que con el que estaba en un todo de acuerdo era con el marido de la vieja, ya que siempre me di cuenta que el problema no está en la salud, sino en lo que cuesta mantenerla. Y ya en ese entonces estaba conmigo mismo de acuerdo que, para tener buena salud, lo primero o sea la base de todo, es comer bien y comer sano.

Porque al ver a alguien pidiendo algo para comer, a esos hermanos nuestros a los que ahora llaman desnutridos, para que no se les caiga la cara de vergüenza sabiendo que hay chicos que se mueren de hambre, una tragedia que muchos creen que pueden evitar dándoles a comer muchas palabras, me di cuenta de lo dicho, al tiempo que me preguntaba si salud es casi lo mismo que comer lo sano y suficiente, el no comer es una enfermedad. No solo en el caso, de eso que padecen hoy en día tantas chicas rodeadas de comida y que se resisten a comer porque están enfermas de una cosa que le dicen anorexia, sino de los que están en el otro extremo, ya quieren comer y lo trágico es que no tienen con qué sacarse el hambre.

Por eso me parece muy importante que haya un día al que se lo conozca como el Día de la Salud, aunque para hacerlo más completito habría de estirar su nombre y alargarlo, diciendo que es el día contra el hambre, a favor de las vacunas y medicamentos para todos.

Estoy tentado de agregar hospitales que funcionen de verdad, pero si sigo en esa línea pensé que la dedicatoria se volvería interminable.

Algo que no pude dejar de preguntarme, al ver por televisión a tantas chicas y no tan chicas arremolinarse en las calles con un pañuelo verde en el cuello o en la muñeca, fue si el embarazo es una enfermedad que desde siempre han tenido que padecer nuestras madres, al ver la furia con que reclamaban el derecho a des-embarazarse, como una manera de decir presente en el Día de la Salud.

Pregunta que quedó sin respuesta, aunque al anoticiarme de ese pobre angelito de Dios, recién nacido y ya muerto de frío por haberlo dejado su madre, a quien compadezco a la vez, y pido que el perdón divino lave su culpa, había sido encontrado en un contenedor de basura en un barrio de Concordia; casi llegué a preguntarme, lo que no hice porque bajé la cortina y puse en blanco mi cabeza; no ya si el embarazo es una enfermedad, sino si los chicos por nacer o recién nacidos son descartables, como una botella de plástico vacía o una ojota rota.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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