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El precio de la yerba, según CAME
El precio de la yerba, según CAME
El precio de la yerba, según CAME
Cuando no se sabe si reír o llorar

Existen momentos en los cuales, frente a los acontecimientos que ocurren en nuestro entorno, no se sabe si reír o llorar. Aunque es de esperar que la nuestra no sea una tragedia, sino una comedia. Entendido esto último en el sentido que a esta palabra se le daba en la tradición literaria medieval, según la cual lo que se entendía por tal era un relato que comenzaba con tribulaciones y concluía con un final feliz. Esquema argumental que era de esa manera el opuesto al de la tragedia, en la que la conclusión de la obra era un final, para decirlo de alguna manera, sentimentalmente desafortunado por lo desgarrador. De allí también que lo que hoy entendemos vulgarmente por comedia es más parecido a lo que en literatura se tiene por una farsa o un texto burlesco. Dicho esto último, con la ferviente expresión de deseos que por nuestra parte no lleguemos a este extremo.

Por Rocinante
Los empresarios como formadores de precios
Ante su alarmante escalada, que su congelamiento por parte del gobierno apenas si se puede sofrenar, el de los precios se ha convertido entre nosotros más que un tema comprensiblemente obsesivo, sino más aún que eso, en un ingrediente dramático de nuestra realidad, que viene poniendo, no desde ahora sino de tiempo atrás, en jaque, a lo que se ha dado en llamar de una manera eufemística, la mesa de los argentinos.

Hago la salvedad de que mis saberes poco tienen que ver sobre la economía, dado lo cual, las consideraciones que siguen no tienen otro carácter que reflexiones que me provoca la observación de nuestra realidad.

Y en ellas queda de lado, toda consideración al fenómeno inflacionario presente entre nosotros, respecto al cual lo que se sabe escuchar es que se trata de un fenómeno multicausal, explicación que a decir verdad me deja en ayunas. Aunque no dejo de entender que una de esas causalidades, es consecuencia de un mecanismo de retroalimentación con la depreciación persistente del valor, más que de nuestra moneda, la que viene quedando reducida a un mero signo monetario, al que cada día que pasa parecería para los intercambios comerciales de la vida real deben ser vestidos con un número mayor de ceros.

Pero la discusión que sobre el tema de los precios de subas galopante, no pasa para el gobierno, ni por la referida multicausalidad, ni sobre la incidencia recíproca que se da entre inflación y precios, sino que desde el gobierno se tiende a orientar de una manera, que viene tan solo a tratar de ocultar las verdaderas multicausas del problema al accionar de los empresarios, en su condición de formadores de precios. Debiendo reconocer que esa interpretación gubernamental, al menos por el momento, aunque ello no significa que siga ocurriendo, es dicha con un tono que trata de ser amigable, y que por lo menos está lejos de tratar a los empresarios como de agiotistas y especuladores.

En relación a lo cual, debo comenzar por admitir que efectivamente los empresarios son formadores de precios y que pueden existir entre ellos quienes se vean tentados a fijar el precio de las mercaderías que venden, en un importe mayor al que de una manera imprecisa y hasta ambigua se conoce como el precio justo.
El Estado como formador de precios
Pero al mismo tiempo, se me ocurre que lo que no se puede dejar de admitir es que el Estado es también un formador de precios, y que lo es inclusive en mayor medida que los empresarios, por la incidencia en el precio final de la larga lista de tributos, que se incluyen en el precio final que al adquirir una mercadería paga el consumidor.

Una circunstancia que por lo general queda oculta, ya que no se desagregan los distintos componentes del precio en la factura, pero de lo cual se tiene una muestra evidente con solo mirar cuidadosamente el desagregado de los componentes del precio final en el caso de una factura de consumo de energía eléctrica.

Es que por lo que se puede escuchar en bocas de personas a las que se considera autorizadas a hablar sobre el tema, del precio que paga el consumidor por lo que adquiere, un porcentaje aproximado a la mitad, representa la carga tributaria. Algo que en buen romance, viene a significar que para el empresario el Estado es un socio que se lleva la mitad de lo que recauda, sin correr riesgo alguno. Mejor dicho, salvo el riesgo que solo empresarios que queden con la parte del precio que no es precio, ya que como carga tributaria que pertenece al Estado, tal cual no es del todo extraño que suceda, y que de no ser así lo transforma a aquél que se conoce como un socio leonino.

Debo advertir que la misma no es una postura contraria ni a que exista el Estado, ni que se considere a los tributos como una inequidad.

Parto en cambio de la convicción de que no es cierto que de ordinario los recursos que recauda el Estado para cumplir con sus funciones no le alcanzan para hacerlo. Y como contrapartida, creo que si al Estado no le alcanzan sus recursos para atender la totalidad de sus gastos es como consecuencia de que el mismo no gasta bien o gasta mal, como se prefiera decirlo, sus recursos.

A ese respecto, puede traerse a colación el hecho cierto que en las denominadas democracias avanzadas la presión tributaria es alta, y a veces hasta excesivamente alta, pero que en esas sociedades el Estado presta los servicios públicos a su cargo, desde la seguridad a la salud, pasando por la educación, de una manera continua, generalizada y eficaz, sin costo o a un costo reducido, circunstancia que no se da entre nosotros.
Un apéndice acerca del concepto de ajuste
La palabra ajuste nos cae mal, cuando no nos provoca pavor. Al menos a una gran mayoría. Con el olvido que etimológicamente la palabra economía en la forma que se utilizaba en la antigua Grecia estaba, en su versión original, referida al ordenado manejo doméstico.

Algo que explica ese viejo consejo tan sensato y prudente que en el diario vivir se hace presente la necesidad de hacerlo ajustándose a un presupuesto. Salvo que se pueda vivir de prestado… ¿Y de no ser así?
Fuente: El Entre Ríos

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