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En ocasiones, la vida real es bastante más compleja que como la pintan los libros de texto

Un viejo cuento dice que en una isla remota tres náufragos hambrientos, un ingeniero, un físico y un economista, encuentran unas latas de conservas. El problema es que no tienen como abrirlas. Los dos primeros sugieren rigurosos métodos científicos. El economista, en cambio, sugiere que “supongamos un abrelatas…”

El trato dado a la deuda se asemeja a un ejercicio de comprobación empírica de una hipótesis académica.

En la vida real, donde hay inversores reales con intereses reales y heterogéneos, conseguir su alineación detrás de una propuesta no es tan sencillo como en el laboratorio. Valga como prueba el rechazo que recogió el ministro Guzmán a su propuesta de canje del bono Dual (AF20) antes de su vencimiento.

En su presentación del miércoles al Congreso, Guzmán ocultó este rechazo sugiriendo que el AF20 no representa al total de la deuda, sino que es único por su condición de bono híbrido (es a la vez un bono en pesos y un bono en dólares) que, ante la falta de acuerdo con los acreedores, debió ser encapsulado y reperfilado a la espera de la restructuración de la deuda en dólares.

El trato dado a la deuda se asemeja a un ejercicio de comprobación empírica de una hipótesis académica

Y he ahí el primero de varios indicios que otorgó esa presentación: nos desprendimos del neologismo “reperfilamiento” y llamamos a la cosa restructuración, palabra que explica mejor los precios deprimidos de nuestros bonos. Éstos descuentan que cuando Guzmán dice que la propuesta no será “ni amigable ni agresiva, sino sostenible”, significa que tendrá una desmejora en el monto, el cupón o el plazo, o una combinación de ellas.

Un segundo indicio proviene de su sendero fiscal “sostenible”. Aunque fustigó los powerpoints con proyecciones a 10 años, sin filminas hizo lo propio al augurar que sólo habrá superávit primario hacia 2023. Al parecer, ese será el plazo de gracia mínima que planteará en la restructuración.

Por otra parte, la alusión al “alto cupón de intereses de los bonos” en un “contexto internacional de tasa cero” sugiere que el foco estará más en recortar la carga de intereses que en las quitas de capital. Esta alusión resultó una zancadilla, por no decir mentira, innecesaria. Ni las tasas en dólares son cero (la tasa de la Reserva Federal es 1,75%) ni el cupón promedio es tan alto; el cupón promedio de los bonos vigentes, en dólares, de Brasil, es de 6,11%, aún sin cargar con nuestro prontuario.

Finalmente, quedó claro que el ministro pretende que el FMI espere para cobrar, que todos los bonos en dólares, cualquiera sea su jurisdicción, sean tratados de manera similar, y que los bonos en pesos no representan un problema de sostenibilidad ni están sujetos a restructuración (pese a lo que ocurrió con el AF20).

No conviene, a la hora de tomar decisiones, considerar que estos indicios como premisas cumplibles. Coordinar las pretensiones de la República, bonistas y el FMI no será fácil.

Pero no siempre las premisas teóricas encuentran su correlato en la realidad; imaginar un abrelatas no hará que la lata se abra

Fustigar la austeridad fiscal (vgr. los programas del FMI) es una premisa errónea. La realidad es que sólo en Argentina no funciona. La decadencia argentina no empezó en 2015, ni cuando empezó el programa del Fondo. Los países que se bancaron la austeridad (casi todos los que tuvieron un programa) salieron fortalecidos. Pero Argentina, cuya clase política débil e incapaz de consolidar un liderazgo confiable no se la banca, hace 80 años que está sumergida en una espiral de subdesarrollo.

En un país que hace 10 años no crece pero tiene déficits recurrentes, es poco creíble que haya que crecer para después pagar, y que para crecer no se pueda ser austero.

Junto al Nobel Joseph Stiglitz, Guzmán ideó una tesis sobre la infraestructura necesaria para resolver las crisis de deuda. El miércoles, dijo que “Argentina está en una posición en la cual puede sentar condiciones para establecer un sendero distinto” para la resolución de las crisis de deuda. ¿Seremos el conejillo de indias con el que pretende comprobar empíricamente su hipótesis?

Los portales filo-kirchneristas se entusiasmaron con la “épica” presentación de Guzmán. Pero no siempre las premisas teóricas encuentran su correlato en la realidad; imaginar un abrelatas no hará que la lata se abra. Pretender que Argentina cambie las reglas de las finanzas globales no conducirá a la pronta resolución a la cual Guzmán aspira. Deseemos que el día en que Guzmán regrese a Columbia no nos deje con la deuda en default y una muy frágil posición negociadora.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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