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Las encuestas dicen que mientras el 50% de la gente le tiene miedo al coronavirus, todos los demás le temen poco o nada. Mientras tanto, en un país de opiniones divididas, ya ostentamos el record mundial de la cuarentena más larga y vamos también por el de la economía que más habrá de contraerse en este 2020.

El alcance final del derrape no se sabrá hasta tanto no nos quede claro cuánto de cuarentena nos queda por delante, -110, 120 días o más-, pero todo parece indicar que caeremos más del 10%, el 12, el 15 o el 20%, eso está por verse. Para que tengan una idea de la magnitud, cada día de cuarentena hace que la economía argentina se contraiga 500 millones de dólares. O sea que en estos meses ya nos hemos consumido el equivalente a unos 50 mil millones de esa moneda. Ni en el bienio 2001-2002 sufrimos tanto.

Amén de lo que pueda suceder durante lo que queda de este año, la realidad es que en el 2021 las posibilidades de rebote de nuestra economía son mucho menores que las del resto del mundo. Sucede que la respuesta fiscal y monetaria de nuestro país ante la crisis ha sido muy pobre, -entendible considerando que el estado argentino está quebrado-, limitándose a imprimir billetes a mansalva para que el estado pueda pagar sus cuentas, las que han aumentado de manera significativa en estos últimos tres meses.

Lamentablemente, Argentina no puede financiarse de otra manera, como sí lo hizo Uruguay esta semana emitiendo deuda en dólares al 2.5% anual, y menos aún tirarle a la pandemia con un arsenal de divisas como lo hizo Chile. El país transandino, más allá de la difícil situación sanitaria que está viviendo, ha puesto a disposición de su economía un paquete de 30 mil millones de dólares. Con una economía más chica y con una población mucho menor a la nuestra, Chile dispone de reservas en moneda dura que nosotros nunca supimos construir. De hecho, bien podríamos haberlas acumulado durante la primera década de este siglo, cuando las dilapidamos en una interminable y yerma fiesta de consumo. Nada nos queda hoy para mostrar como fruto de aquellos días.

Con mil muertos a sus espaldas hasta ahora, uno podría decir que Argentina ha sido relativamente exitosa en su lucha contra el flagelo. Sin embargo, esto se ha conseguido a expensas de un costo económico formidable y con consecuencias negativas de largo aliento. Lo que fue una reacción rápida y contundente anunciando la cuarentena el 19 de marzo pasado terminó convirtiéndose en una agonía interminable para pueblo y gobierno. La falla capital radicó en dormirnos en los laureles, dar cátedra sobre nuestra rapidez de reacción frente a la de los otros, y olvidarnos de la centralidad e importancia de los pasos subsiguientes a los del parate. Argentina nunca testeó masivamente, -las razones son varias-, y aun hoy seguimos en unos insignificantes 8 mil tests diarios cuando estados americanos como Florida o Texas testean 70 mil personas por día.

No solo eso; se hizo poco y nada en términos de rastreos y seguimientos, producto de nuestra carencias tecnológicas y financieras, pero también de una improvisación que no nos permitió nunca constituir los equipos de trabajo necesarios para operar a lo largo y a lo ancho de la nación. No haber sabido superar el estadio de la cuarentena y transicionar hacia otra etapa o etapas superadoras, habla de un fracaso. Aunque no lo admitan, nuestros políticos, otra vez, no han podido superar una prueba de importancia.

Considerando que no hay vacuna todavía y que seguramente no la haya por un buen tiempo, y considerando que casi todos los países del mundo están aceptando esta realidad y actuando en consecuencia, -esto es salir a trabajar y estudiar y vivir la vida de todos los días con todas las precauciones posibles-, uno no puede sino preguntarse qué se busca con esta idea de cuarentena indefinida. ¿Cuál es la búsqueda? ¿Todavía necesitamos seguir aplanando la curva después de 100 días? ¿Para qué hacemos lo que estamos haciendo?

Las proyecciones iniciales de contagios y muertos eran mucho peores de lo que terminaron siendo, pero el colapso económico que estamos viviendo no estaba en los planes de nadie. ¿Por qué se le trasmite tanto miedo a la población si la tasa real de mortalidad es 1%? Casos va a seguir habiendo y muchos, con cuarentena o sin ella. En los meses de calor podrá bajar la contagiosidad, pero el covid-19 seguirá estando entre nosotros. No esperemos más, el día después ya es hoy, y deberíamos ir actuando en consecuencia.
Fuente: El Entre Ríos

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