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La vicepresidente ya no soporta al presidente
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La vicepresidente ya no soporta al presidente
Los engranajes del funcionamiento de la administración gubernamental crujen a cada giro. Las ideas del Ministro de Economía no coinciden con las del kirchnerismo, que tiene a su cargo varias Secretarías en el Ministerio de Economía. De resultas de lo cual, cada uno administra los bienes del estado según su parecer, provocando un sinfín de contradicciones y un desorden que desestabiliza todas las variables de la economía.

En el terreno de la economía, la divergencia es entre el plan de acuerdo con el FMI, apoyado por el Presidente, el Ministro y parte del peronismo tradicional, por un lado, y el plan populista, apoyado por el kirchnerismo, por el otro. En el terreno de la política, la divergencia por el rumbo económico se relaciona con las formas en que cada uno de los grupos antagónicos imagina que será más competitivo en las elecciones de 2023. Las tres metas claves convenidas con el FMI tienen que ver con el déficit fiscal, el financiamiento monetario del déficit y la acumulación de reservas. En sentido estricto, las tres están lejos de ser cumplidas, cuando apenas llevamos tres meses desde la firma del acuerdo.

El abierto enfrentamiento entre el ministro Guzmán y los dirigentes del camporismo, y el apenas más disimulado enfrentamiento entre el Presidente y la Vicepresidente, generan un desorden administrativo que se evidencia en decretos y resoluciones que se contradicen. Que unos y otros ya no puedan siquiera verse no genera inacción, sino todo lo contrario: cada cual hace lo que le place, al mismo tiempo. Se recortan gastos y subsidios, mientras, al mismo tiempo, se dan bonos a jubilados y beneficiarios de planes sociales. Se recorta y se sube el gasto en el mismo día, con dos resoluciones emanadas de diferentes dependencias del estado. No se hace el ajuste porque la política no lo permite, pero tampoco se puede no recortar algunos gastos, porque la economía no lo permite.

En la planilla de la sostenibilidad del ministro Guzmán, que el FMI aceptó como base para el acuerdo, cada variable que pudiera ser controlada, como los subsidios, la obra pública, las emisiones de bonos en pesos, el cepo cambiario, la restricción de importaciones, entre otras, sería dirigida en el sentido necesario para cumplir con el acuerdo. En la vida real, las variables no actúan como imagina la planilla. Esas variables controlables son parches que generan escapes a través de otros agujeros. No cumplimos con ninguna de las tres metas del acuerdo, pero tenemos la suerte de que el FMI sólo juega a arrancar las hojas del almanaque.

El gobierno está en una encerrona. El Excel de Guzmán está lleno de variables aleatorias que dependen más de la política que de los mercados. Al castillo de naipes construido por medio de ese Excel le quedan pocas cartas por caer. No cierra el déficit fiscal, no cierra el financiamiento en el mercado de pesos, no cierra la acumulación de reservas, la economía no tiene dinamismo y la inflación amaga con entrar en una espiral ascendente. Las disputas políticas y los movimientos contradictorios de las diversas dependencias de la administración no hacen más que acelerar la caída de los naipes.

La disputa política es la madre de la crisis grave hacia la cual nos dirigimos. La dicotomía “FMI vs. pueblo” es la manifestación pública de una disputa cuya raíz es más profunda: la Vicepresidente ya no soporta al Presidente, de quien piensa que la conduce a una derrota con consecuencias impredecibles en 2023. Pero, al mismo tiempo, no puede dejarlo caer. Aunque juegue con la ruptura, los retos y la diferenciación, no puede gatillar su caída sin verse obligada a sucederlo, o a renunciar a la Vicepresidencia. Ninguno de estos escenarios parece prometedor: en uno, debería hacerse cargo de un barco que se hunde y arriesgarse a hundirse con él; en el otro, a perder los fueros. En el medio, la estrategia de intentar diferenciarse del Gobierno es incomprensible para el público en general: requiere un esfuerzo de comprensión demasiado exigente entender que la Vicepresidente no es parte de algo que ella misma eligió.

El Gobierno juega con fuego. No se trata sólo de que los engranajes de la administración crujen y el producto resultante es de mala calidad. Las disputas políticas y las contradicciones en la implementación de la política económica amenazan con arrastrarnos hacia lugares por los que ya hemos transitado, a lo largo de nuestra historia, y que nunca terminaron bien. Escenarios en que ya no sólo estuvo en juego la estabilidad de la economía, sino la estabilidad misma de los gobiernos de turno.
Fuente: El Entre Ríos

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