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A toda hora. Desplegándose en todas las direcciones. Por todas las calles. A todo volumen. Así nos flagelan los vehículos de propaganda política ambulante, en la previa de las elecciones provinciales, generales y desdobladas del próximo domingo.

Su estridencia y permanencia en la vía pública parece haberse convertido en una competencia paralela a la de las urnas, que ya no buscaría solo votos de vecinos y transeúntes de cada lugar, sino medir quién reproduce más fuerte sus jingles publicitarios y cuántas veces lo hace al día.

Lo de la propaganda política ambulante es una acción proselitista que parece desarrollarse con mayor ímpetu cada fin de semana, en que los rodantes aprovechan cuando no la afluencia de vecinos en espacios públicos, la permanencia de los mismos en sus casas. Tanto que hay quienes llegaron a dormirse un sábado a la noche con un aviso pegadizo de fondo y despertaron al día siguiente con el mismo dándoles vueltas en la cabeza y, por supuesto, el rodante a la vuelta de la esquina.

Una situación que debería hacer reflexionar a los equipos de campaña de los espacios políticos acerca de su efecto en el electorado, muchas veces sintiéndose preso de vivir todo el año sumergido en campañas políticas por elecciones desdobladas, primarias y generales, cuando no de volver a las urnas en un eventual ballotage presidencial.

No se trata tan solo de una cuestión anecdótica y quejosa, por cuanto esta saturación de propaganda ambulante deja al descubierto el incumplimiento de normativas municipales vigentes en cada ciudad, respecto a días y horarios permitidos para hacerla, como así también los decibeles de volúmenes establecidos, en el caso de que no haya un mero vacío legal en la materia. Una cuestión que lleva a pensar en el respeto que se tiene por las ordenanzas en campaña y cuál será el que se les tenga en eventuales gobiernos municipales, como también en el compromiso de las administraciones salientes por ponerlas en práctica.

Más allá de lo superfluo que pueda sonar un planteo de este tipo en medio de tantas situaciones de urgente resolución, no sería descabellado pensar en adelante en la realización de campañas “limpias” que eviten la contaminación auditiva en la que estamos inmersos, así como más de una agrupación política decidió emprender en lo visual.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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