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¿Qué pasará con la coalición gobernante?
¿Qué pasará con la coalición gobernante?
¿Qué pasará con la coalición gobernante?
Cuando hoy a las 18 haya concluido la votación, los argentinos que hayan ido a las urnas, y también los que no lo hayan hecho, habrán decidido qué desean para nuestros próximos dos años. Quizás arrojen algún indicio respecto de qué esperar para después de 2023, aunque los cambiantes resultados de las últimas elecciones hacen tal predicción mucho más incierta.

Para el mundo de las finanzas y la economía, el foco está puesto desde hace un par de semanas en lo que ocurra a partir de mañana lunes. Todo lo que vimos hasta ahora tenía un objetivo inmediato: lograr un buen resultado este domingo. Lo que venga de ahora en más deberá considerar objetivos móviles. De mínima: que no se descontrole la economía más de lo que ya está descontrolada y, sobre todo, que eso no ocurra antes del fin del mandato en 2023. Con más generosidad: intentar enderezar un rumbo que no augura buenos tiempos.

Decidir entre el objetivo menor, tan propio de los intereses de la dirigencia y tan alejado de los intereses de la ciudadanía, o el objetivo mejor, dependerá de manera bastante decisiva del resultado de este domingo. Para la gente que toma decisiones no son indiferentes las cifras finales del escrutinio.

Si el Frente de Todos (FdT) lograra recuperar parte del terreno que perdió en las PASO en todo el país, la coalición gobernante podría mantenerse unida. No podría evitar las idas y vueltas que la caracterizaron durante los últimos dos años, pero podría mostrar signos de gobernabilidad. Si esto ocurre, será posible alcanzar algún tipo de acuerdo con el FMI en la primera mitad de 2022. Esto pondría cierto orden en la economía, aun a costa de revivir las tensiones internas en la coalición. El tipo de acuerdo que parece posible en estas circunstancias, sin grandes reformas ni ajustes creíbles, no generará confianza ni atraerá capitales nuevos. Apenas podría lograr evitar que se desate una gran crisis. No sería capaz de comenzar el camino de escape del círculo vicioso de bajo crecimiento y alta inflación en el que estamos sumergidos desde tantos 20 años.

Si el FdT pierde a nivel nacional, pero gana en los distritos donde más fuerte es el ala más radical, la kirchnerista, el riesgo de ruptura será mayor. Esta ala del gobierno tendría incentivos para asumir el control de manera más decisiva, lo que podría incluir la captura de ministerios clave, como el de Economía, e incluso del Banco Central. Un acuerdo con el FMI parecerá difícil de alcanzar en este escenario: las diferencias en el diagnóstico entre los teóricos kirchneristas y los del Fondo parecen insalvables. Sin un ancla, es probable que la inflación se acelere y las demandas sociales se agiten. En este caso, el ala conservadora de la coalición, representada por gobernadores, intendentes y sindicalistas históricos, podría preferir mirar desde afuera el devenir de las cosas, o incluso enarbolar demandas que aceleren el deterioro de la macroeconomía.

Queda el tercer escenario, en el cual el resultado es más desfavorable para el FdT que el que le deparó las PASO. En este caso, el ala conservadora del FdT podría interpretar que hay en la ciudadanía una fuerte demanda por normalizar la economía. En este escenario, el kirchnerismo podría optar por romper la coalición, antes que arriar sus banderas ideológicas. Quizás, se separaría del bloque del FdT en el Congreso. La oposición quedaría como el bloque más numeroso en ambas. El escenario podría parecer caótico, pero si conduce a un acuerdo entre el Gobierno y la oposición para alcanzar un buen acuerdo con el FMI, que contenga un claro cambio de dirección hacia un manejo más racional de la economía y la asunción de parte del ajuste ineludible por parte de la actual administración, podría llevarnos a 2023 sin una bomba de tiempo lista para estallar, sino con un proceso de normalización en marcha.

El hombre es un animal obstinado, que tropieza muchas veces con la misma piedra. La ceguera con sistemas que sirvieron a fines políticos, aunque no produjeran resultados económicos aceptables, nos llevaron a pendular entre extremos de una grieta más propagandística que real. La dicotomía no sirvió a la sociedad, aunque nos hizo creer que la política es más importante de lo que en realidad es.

Independientemente del resultado de hoy, parece ser que la era de la superioridad de la política sobre el resto de la sociedad parece estar llegando a su fin. La duración y el tamaño de los fracasos que produjeron los experimentos encarados desde 2001 no parecen tolerables durante mucho tiempo más.

Los analistas políticos, cómplices quizás de esta visión de grietas que tanta relevancia injustificada colocó sobre la política, consideran que el bipartidismo ha servido para que la nuestra sea una democracia más sólida que la de nuestros países vecinos. Quizás, ahora eso ya no sea motivo suficiente para que quienes votan deban soportar un constante estado de crisis económica en aras de sostener una democracia que es estable pero que no le sirve a sus verdaderos dueños.
Fuente: El Entre Ríos

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