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El bastón y la banda presidenciales
El bastón y la banda presidenciales
El bastón y la banda presidenciales
Los buenos números de producción industrial y de la actividad de la construcción quedaron opacados por el 6,7% de inflación mensual de marzo. No sólo es la mayor cifra para un mes desde abril de 2002. También desde aquel año no se sucedían cinco meses de subas mensuales crecientes en el índice. Desde el 2,5% de noviembre no paramos de subir. Acá también parece que vamos por todo.

Es que, bien mirado, el problema del IPC no es un problema de números. El problema de fondo con la inflación es que ha dejado de ser una variable que pueda ser controlada con política económica. Se ha convertido en el campo de batalla dialéctico de la guerra interna que atraviesa a la coalición del Frente de Todos.

Entre las alusiones vicepresidenciales a que la posesión del bastón y la banda presidenciales no son símbolos de poder concreto, y las declaraciones del ministro Guzmán respecto de trabajar sólo con quienes estén alineados con el Presidente, mediaron infinidad de señales más o menos explícitas de la grieta en la cúpula del Gobierno.

Las discrepancias respecto de cómo combatir la inflación son la excusa para dirimir un problema más profundo. Al Presidente y al Ministro les interesan las formas consagradas en el acuerdo con el FMI más como símbolo político que como herramientas de política económica. No olvidemos que nunca les interesó tener un plan. Pero esta ortodoxia sirve para oponer a la supuesta irracionalidad kirchnerista.

Con una respuesta de ojo por ojo y diente por diente, el kirchnerismo propone más controles de precio, más cepo, más atraso cambiario, más impuestos y menos tarifas. Más de las recetas que nos trajeron hasta donde estamos, dirían los ortodoxos. Más de las recetas que nos mantenían con una inflación alta, pero no desanclada como ahora, contestarían los kirchneristas. A ellos tampoco les interesa la inflación, sino las urnas. Su programa es político, no económico.

Las peleas palaciegas cada día se asemejan más a un golpe o a una ruptura abierta. No contribuyen en absoluto a bajar la inflación, sino que generan más inacción. Se rumoreaba esta semana que el Presidente está a punto de pedir la renuncia de algunos allegados al kirchnerismo de su gobierno. Hace un tiempo lo intentó, sin suerte. A la vez, se rumoreaba la salida de Guzmán. Las operaciones de prensa rozan la obscenidad; tan lejos están de las preocupaciones reales de la población.

¿Quién se ocupa de la inflación? La política no parece interesada en que sea ésta la principal preocupación de los argentinos, en todas las encuestas de opinión. Tampoco parecen importarle las consecuencias de la inflación sobre el nivel de vida actual. El poder de compra en dólares es el menor en mucho tiempo y es sombría la percepción que la sociedad tiene respecto del futuro. Según la forma que tomen, algún cambio en el gabinete podría revivir algunas esperanzas.

El impacto del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania sobre el precio de las materias primas, el aumento del precio local de la nafta y las subas de tarifas de luz y gas, acordada con el FMI, se combinaron para agregar al menos dos puntos porcentuales al índice de marzo. De ahí que el Ministro dijera que la de marzo fue la mayor cifra del año. Pero los indicadores de alta frecuencia para la primera semana de abril podrían hacer de sus dichos una expresión de deseos. Es cierto que hay factores temporales que inflaron el índice de marzo, pero también lo es que abundan razones estructurales para que siga alta.

No hay que engañarse con las cuestiones temporales, que desvían la mirada de las razones estructurales. Las cuestiones temporales afectaron los índices de todo el mundo, pero no es normal el aumento del índice de precios argentino. Mientras la inflación no sea una preocupación central de política económica del gobierno, sino sólo otro campo de batalla donde dirimir un conflicto político, no veremos resultados mejores.
Fuente: El Entre Ríos

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