Atención

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Así como se señala… “otros tiempos, otras costumbres”, cabe decir que con el paso del tiempo la atención de la sociedad se focaliza en distintas clases de problemas como consecuencia del cambio de circunstancias de todo tipo.

Desde la restauración plena de las Instituciones de la República a partir de 1983, se puede observar un primer momento en el que todo pareció girar en torno a lo político institucional. No es que no se prestara –o se debiera prestar- atención a las otras cuestiones y problemas siempre presentes en la vida de toda sociedad, pero resulta indudable que se ponía el acento en esa temática.

Una orientación válida por lo valiosa, ya que según se sabe ninguna sociedad puede salir adelante sin contar con un marco institucional que a la vez sea válido –por su legitimidad de origen- y valioso, precisamente porque en función de ese fundamento, se podía lograr una acción eficaz del gobierno, el cual quedaba así también legitimado en su ejercicio.

Nada nuevo en lo dicho, como tampoco lo fueron las palabras que de una manera críptica encerraban esos conceptos, que se las pudo encontrar en esa rara comunicación a través de mensajes públicos que intercambian el Presidente y su Vice. Y que, con anterioridad, el entonces presidente Alfonsín exageró de una manera explicablemente entusiástica, cuando afirmara que con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura.

Las cosas no resultaron de manera plena de ese modo, pero cierto es también que todavía vivimos en el seno de una democracia; a la cual, por culpas y responsabilidades colectivas, vemos marchar a los tumbos, pero de cualquier manera continuar, aún maltrecha, andando.

La consecuencia de la salida anticipada de su cargo del nombrado Alfonsín, estuvo vinculada con el ingreso de nuestra sociedad en un proceso inflacionario, que no sólo acabó con su gobierno, sino que tuvo una incidencia importante en ese “golpe blando” que arrastró al presidente De la Rúa, y que ahora tiene a mal traer al actual.

Ello es lo que ha llevado a que, sin conocimientos profundos acerca de los procesos económicos, se nos viera hasta ahora practicar una suerte de “gimnasia económica”, que en la actualidad, con la profundización de la espiral inflacionaria, sirve de muy poco, en especial a los grupos de nuestra población más vulnerables, que ese fenómeno hace crecer a ojos vista.

De cualquier manera, procurando encontrar un ingrediente positivo a nuestras penurias cabe decir que ya nadie compara a la inflación con “una gripecita”, la cual hubo quienes consideraron hasta beneficiosa, porque serviría “para aceitar o lubricar la economía”. Ese ha sido un segundo momento.

Al cual se ha sumado, junto al primero, un tercero en el que vemos “derrapar a la justicia” por diversas causas, entre las cuales no puede dejar de soslayarse la centralidad de la embestida actual y pasada de sectores del actual gobierno en contra de ella. Empeñados en una feroz tarea de demolición de la justicia, con la finalidad de no quedar manchados por una sistemática acción de corrupción favorecida por el hecho que sus autores ocupaban posiciones claves de gobierno.

De donde, así como en un primer momento prestamos una atención que lamentablemente se fue apagando, vinculada con la consolidación de la república democrática, y en un segundo momento, nos volvimos portadores de nuevos reflejos en materia económica, en el actual estado de cosas – generado tanto de una manera deliberada o en forma culposa- vemos como se arremete contra nuestro sistema de justicia.

Al mismo tiempo que, poco a poco vemos que sectores cada vez más amplios de nuestra población, no solo prestan más atención a “lo que pasa en la justicia”, adquiriendo comprensión mayor de la terminología jurídica y los pasos procesales. E inclusive toma conciencia de hasta qué punto, nuestros derechos y libertades necesitan de una justicia independiente, conformada por jueces íntegros, celosos defensores de su investidura, prudentes y formados no solo jurídicamente, sino sabedores de lo problemática que está en la trama de toda existencia humana.

Es dentro de ese marco que se inscribe a lo que cabría designar como el “caso Goyeneche”, el que, como se sabe, consiste en que la procuradora fiscal anticorrupción Cecilia Goyeneche, integrante del Ministerio Público provincial, está siendo sometida a un proceso por un jurado de enjuiciamiento, al que existen quienes lo explican por su intervención como tal, más que en el juicio en el que se lo condenara por corrupción a Sergio Urribarri, por su rol en la denominada “causa de los contratos truchos en la Legislatura provincial”, en la que se investiga una estafa multimillonaria al gobierno.

No es nuestra intención formular un juicio sobre este caso, ya que nos parece prudente para hacerlo esperar hasta su culminación, la que no puede estar en el pronunciamiento presumido del jurado; pero sí señalar la impresión que tenemos acerca de la sensación que la opinión pública -no sólo provincial, ya que el conocimiento del caso ha traspasado nuestros límites y ha adquirido un alcance nacional- tiene del mismo.

Es que, sea cual sea la sentencia del jurado, no puede dejar de advertirse hasta donde nuestro sistema judicial y en especial nuestro máximo tribunal provincial ya ve su imagen deteriorada y sus integrantes en su casi totalidad salpicados por la situación. Y que así ocurra es, no en un menor grado, consecuencia de que el jurado de enjuiciamiento al que nos estamos refiriendo, no solo está integrado por quién fuera abogada del entonces gobernador Urribarri, a quien debe –más allá de sus condiciones y cualidades personales- su designación en una de las vocalías de ese tribunal, sino además la circunstancia que otro de los miembros del mismo jurado, tiene una vinculación estrecha con aquél, y según se señala, fue la fiscal Goyeneche quien imputó a un hijo del nombrado, funcionario público, por la supuesta comisión de un delito en el ejercicio de su cargo, causa en la que se ha dictado contra el nombrado auto de procesamiento.

De donde, se asistiría a un caso en que, por lo menos dos integrantes del jurado que no se han excusado como en apariencia debieron haberlo hecho, al tocarle intervenir en el juzgamiento de una fiscal, en un caso en que la principal causa en contra de la fiscal procesada es no haberse excusado de actuar, en las causas referidas.

Todo lo cual nos lleva a preguntarnos si la actuación actual de nuestra sociedad no guarda un nada lejano parecido a la de “una sociedad que sale de una guerra” maltratada, con sus instituciones desquiciadas, su economía en virtual estado de quiebra y su justicia amenazada de demolición, todo ello en medio de una inflación descontrolada, y con una creciente cantidad de compatriotas sumidos en la pobreza, en una gran proporción, niños y jóvenes.

Es por eso que, desde ya, todos debemos sumarnos a una necesaria y a la vez urgente tarea de reconstrucción social, la que, de proponernos con coraje, inteligencia y empeño, somos capaces de lograr.

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