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Peter Tabichi recibió el llamado “Nobel de la Educación” o “Global Teacher Prize”, una distinción para aquellos que frente a contextos desfavorables logran hacer una diferencia en sus escuelas impulsando a sus alumnos a salir adelante. Se podría decir que se reconoce una forma distinta de enseñar, una manera de dar esperanza y valentía a quienes viven en situaciones donde estas parecerían haber desaparecido.

El premio quede desde 2014 entrega la fundación Varkey de Dubái consiste en un millón de dólares que deben destinarse a fines educativos y participan docentes de 177 países. Este año hubo 10.000 nominados, de los cuales terminaron quedando 10 finalistas, entre ellos un argentino, hasta llegar al ganador final.

“Estoy aquí solo porque mis alumnos lo han logrado. Este premio les da una oportunidad, le dice al mundo que ellos pueden ser lo que quieran", con estas palabras recibía el premio Tabichi, una persona cuya historia de vida personal da mucho que hablar.

El ahora distinguido como el “mejor maestro del mundo” es un religioso franciscano (recibió el premio usando las vestimentas de esta orden) de 36 años de edad que dona el 80% de su sueldo y que enseña en Keriko Secondary School, una aldea donde el 95% de los alumnos que asisten son pobres.

Además de enseñar en un contexto donde un tercio de los chicos no tienen padre o madre y donde los problemas relacionados con la droga, el embarazo adolescente y el suicidio son comunes, tuvo la idea de fundar un “club de la ciencias”. A través de esta iniciativa, despertó el interés y compromiso de sus estudiantes, logrando ganar la Competición Nacional de Ciencias y la clasificación a un torneo científico y de ingeniería en Estados Unidos, entre otros logros.

De una remota aldea al mundo podría ser la historia de Tabichi, quien también lidera un club por la paz, ya que existen importantes conflictos entre las siete tribus que habitan el lugar. Su historia es una más entre los miles de candidatos que se presentaron.

Desde Débora Garofalo, una profesora que en una favela de San Pablo, Brasil, se propuso introducir robótica en las aulas llegando a que sus alumnos transformen basura en tecnología.

Pasando por Melissa Salguero, que enseña en una escuela del sur del Bronx a través de la música a jóvenes portorriqueños y ha creado una banda que es el orgullo del barrio.

Atravesando el océano atlántico para desembarcar en el Reino Unido donde Andrew Moffat, ha creado el programa “No outsiders” (No extranjeros) para lograr la inclusión de los musulmanes en la sociedad británica.

Y retornando hacia el extremo sur de América, donde en nuestro país, Martín Salvetti creó primero un club de futbol, luego en 2001 una cadena de radio para evitar la deserción escolar y por último el programa “Un carro por un caballo” con el que sus alumnos transforman motos incautadas por la Municipalidad de Lomas de Zamora en carros motorizados para que los cartoneros dispongan de un vehículo apto para su labor y no de la tracción a sangre.

Todos ellos inspiran con sus historias. Todos ellos logran generar que sus alumnos vean más allá de los contenidos de la clase y vislumbren la existencia de un futuro.

Seguramente si pensamos en nuestra educación algún profesor nos marcó de determinada manera. Algunos logran dejar una marca en el medio de la adversidad del entorno, otros quizás en lugares más resguardados pero donde igualmente las personas atraviesan situaciones difíciles.

A todos ellos, gracias por habernos dado esa mano para entender que el futuro existe y depende de nosotros, más allá del lugar donde hayamos nacido. Enhorabuena por todos ellos.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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