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No solo de personas que así se apellidan, y que con esa menta han sido reconocidos y hasta han ganado poca o grande, pero siempre merecida fama en disciplinas varias. Ya que en el campo futbolístico está lleno de jugadores y entrenadores que se han encargado en países diversos, inclusive el nuestro, de llevar, aunque más no sea de una fama temporaria, al apellido. Lo mismo ocurre entre los boxeadores y ciclistas, y hasta se da el caso de toreros, sin contar los músicos que así se los menciona; para no hacer más larga esta lista que no es lista, ya que no incluyo ni nombres de pila ni nacionalidad.

Por curiosidad nomás, resulta que me he topado con un caserío que se llama Benítez, cercano a Chivilcoy, que cuando me encontré con él era casi un nombre, porque cortando grueso, serían menos de cien sus habitantes. Aunque como pasé de largo, perdí la ocasión de preguntar si en Benítez vivía algún Benítez. Cosa que creo que sucede en Colonia Benítez, una localidad chaqueña, donde me aseguran que vive una familia así apellidada, que se lamentaría, y esto no lo creo, de no poder anteponer agrandado su apellido colocando Colonia precediendo a su Benítez, o en su caso recortar el nombre del poblado despojándolo de eso de Colonia; que como se dice que ellos afirman, suena a coloniaje.

Del origen del apellido, por lo que he llegado a enterarme, comenzó cuando en Asturias -una nacionalidad o país del norte de España, nacionalidad y no nación, porque los españoles son muy celosos, y más que celosos susceptibles al respecto- existió una vez allá lejos y hace tiempo (una frase que suena bien, aunque no es mía sino de un señor apellidado no Benítez sino Hudson) un tal Benito. Llamado así porque con su llegada había bendecido a sus padres muy ancianos, aunque no tan viejos, porque todavía eran capaces de engendrar como lo hicieron. Y es por eso que lo llamaron Benito, que es casi lo mismo que bendito o casi igual que bendecido.

Y pasó lo que tenía que pasar. Benito se casó y su mujer con su ayuda tuvo un hijo, que como era efectivamente hijo de Benito, se comenzó a llamarlo Benítez, que según me dicen en esa tierra extraña así se lo acostumbra llamar a los hijos de un Benito. Y de allí vino el desparramo.

Y unos Benítez, separados sino vaya a saber por cuántas generaciones de nietos, bisnietos, tataranietos y choznos del original Benito, llegaron a Puerto Yeruá, aquí no más, porque está casi pegadito a Concordia.

Y de allí que me enteré de lo que dicen es su historia. No la de todos los Benítez, sino de los Benítez de Yeruá. ¿Entienden entonces por qué me muestro tan leído en el asunto? Porque enterado, nomás me puse a averiguar para saber de dónde habían venido, para tener más claro hasta dónde habían llegado.

Que no sería en realidad el mismísimo Puerto Yeruá, sino para ser más preciso su municipalidad, de la que según lenguas en apariencia malévolas, se habrían esos Benítez apoderado.

Porque sería el caso que Liliana Sgüerzo, la actual intendenta, dado que al anterior lo condenaron por desprolijidades, tiene como cuñado al concejal Ramón “Moncho” Benítez, que ya cumplió dos mandatos y quiere seguir con un tercero, ya que se ha anotado como precandidato en la lista de Daniel Benítez, su sobrino y actual secretario de la Producción. Ramón Benítez es, a su vez, padre de Malvina Benítez, abogada del municipio, y suegro de Alejandro Ramos, empleado en el Área de Rentas. Lucía Benítez, actualmente secretaria de Bienestar Social, es cuñada de Ramón Benítez y tiene a su hermano Leonardo Benítez contratado también en el municipio. Silvia Bel, también precandidata a concejal en la lista de Daniel Benítez, precandidato a intendente, es nuera de la secretaria de Bienestar Social, Lucía Benítez.

De donde para los Benítez, por lo menos para una pequeña ramita de esa extensa familia, salidos allá lejos y hace tiempo de Asturias, vendría a ser la Municipalidad de Puerto Yerúa su “puerto prometido”, más que tierra de ese nombre, por más que tenga un tufillo de tierra comprometida.

En otros tiempos se hubiera hablado ante un caso como ese de nepotismo. Pero bien se dice, otros tiempos, otras costumbres… Ya no se habla de nepotismo, porque da la impresión que sino en el diccionario, en la vida actual han ultimado a esa palabra.

Y es precisamente por eso, que a lo largo y a lo ancho de nuestra patria Argentina, haya tantas familias como las de “los Benítez”, municipalizados de Puerto Yeruá.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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