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No creo que los “barra brava” cambien su nombre por el “rompe cabezas”. Un poco porque se presta a confusión, si es que alguno de ellos sabe lo que es un rompecabezas. Pero sobre todo porque ellos, que se dicen bravos, nunca andan ni pegan cuando están sólos, sino que necesitan amucharse para alimentar el coraje que no tienen.

De allí que de haberlo tenido, Francisco Javier Piuatti falló en su intento de proclamar al mundo entero que le ha había partido la cabeza de un botellazo al periodista Gonzalo Bonadeo, al que como remate a su condenable alarde, llamó “gordo gorilón”.

El momento mismo en que llevado por sus instintos de desprecio por la salud ajena, volvió a errar en su jactancioso hacer. Porque se da el caso que Bonadeo es un “exgordo” y para remate que yo sepa no existen gorilas rubios. Y que hablando de “gorilas” (en la forma que aquí lo hacemos) no era el exgordo el gorila sino que lo era el agresor.

Una lástima por ese muchacho. Con ese nombre de santo martirizado, verlo haciendo esas cosas. Sobre todo teniendo en cuenta que con ese apellido de viñatero italiano plácido, se supondría que sus borracheras serían tranquilas, o por lo menos de las tristes que se licúan en llanto, y no de las que incitan a agredir.

Sobre todo, justo estando de paseo en Moscú, y después de haber tomado con calma que a Messi le atajaran un penal. Cosa de no creer el penal pifiado. También que al encontrarse con otro argentino, en lugar de intercambiar besos y abrazos como expresión de argentinidad, la emprendiera con insultos y golpes, descargando el encono difuso que llevaba encima, haciéndolo en tierra extranjera como si se tratara de una de esas “exportaciones no tradicionales”.

Claro que esta forma de tratarse es también muy nuestra. Y no por eso que le dicen “grieta”. Sino porque por momentos parece que nos hubiéramos vuelto locos. Y capaces inclusive de marchar con la locura hasta Moscú.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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